Cr¨ªtica de ¡®La cultura del narcisismo¡¯: no me beso porque no me llego
Christopher Lasch disecciona el narcisismo, que define como una percepci¨®n distorsionada y patologizada del yo para no enfrentar el mundo
Hay libros a los que el tiempo mismo se encarga de colocar en el sitio que les corresponde o, si prefieren, se ocupa en poner de manifiesto toda la raz¨®n que conten¨ªan. No se trata de que en el momento de su aparici¨®n pasaran inadvertidos o fueran err¨®neamente interpretados por sus coet¨¢neos, sino de que, confundidos en medio de la catarata de novedades que permanentemente inunda las librer¨ªas o las p¨¢ginas de los suplementos literarios, no pudieron mostrar el aut¨¦ntico alcance de sus propuestas.
Como representativas de este tipo de propuestas podr¨ªamos mencionar, en apresurada relaci¨®n...
Hay libros a los que el tiempo mismo se encarga de colocar en el sitio que les corresponde o, si prefieren, se ocupa en poner de manifiesto toda la raz¨®n que conten¨ªan. No se trata de que en el momento de su aparici¨®n pasaran inadvertidos o fueran err¨®neamente interpretados por sus coet¨¢neos, sino de que, confundidos en medio de la catarata de novedades que permanentemente inunda las librer¨ªas o las p¨¢ginas de los suplementos literarios, no pudieron mostrar el aut¨¦ntico alcance de sus propuestas.
Como representativas de este tipo de propuestas podr¨ªamos mencionar, en apresurada relaci¨®n, las de diversos autores. Estar¨ªa, en primer lugar, la de Guy Debord, cuya caracterizaci¨®n, en la d¨¦cada de los sesenta, de nuestra sociedad como sociedad del espect¨¢cu?lo, aunque opacada en su momento por el brillo de la figura de Marcuse, ha terminado por convertirse casi en un lugar com¨²n a la hora de describir el funcionamiento de la esfera p¨²blica en nuestro tiempo. En segundo lugar, cabr¨ªa mencionar la de Cass Sunstein denunciando, a principios del presente siglo en su Rep¨²blica.com, el fracaso de aquella ingenua expectativa de que internet pudiera convertirse en un ¨¢gora global donde hacer realidad definitivamente una democracia planetaria y cosmopolita. O, en fin, y por no hacer la lista en exceso larga, pertenecer¨ªa a este mismo grupo la propuesta de Christopher Lasch, quien, en su libro La cultura del narcisismo, que acaba felizmente de reeditarse, supo anticipar algunas de las determinaciones m¨¢s relevantes de nuestro imaginario colectivo actual.
Puntualicemos, ante todo, que el tratamiento de la cuesti¨®n del narcisismo que aqu¨ª se presenta no pretende adentrarse en la dimensi¨®n ontol¨®gica-filos¨®fica de ese constructo que acostumbramos a denominar yo (o identidad personal). De eso se hab¨ªa ocupado, entre otros por aquellos mismos a?os, el fil¨®sofo brit¨¢nico Derek Parfit en Razones y personas, un libro muy celebrado entonces, sobre todo en ambientes anal¨ªticos, y hoy apenas recordado. Lasch, en cambio, lejos de centrar su an¨¢lisis en diseccionar la debilidad ontol¨®gica de tal constructo (enfoque en cierto modo obvio, dada nuestra condici¨®n social y cultural), coloca el foco sobre otra dimensi¨®n del mismo asunto, la del modo en el que dicho yo se relaciona con el mundo que nos ha tocado en suerte vivir.
Para que ese constructo que somos no se venga abajo hace falta cierto ego¨ªsmo, pero el egoismo, como el colesterol, lo hay bueno y lo hay malo
Y es que habr¨¢ que aceptar que para que ese fr¨¢gil constructo que somos no se venga abajo al primer embate de lo real hace falta una cierta dosis de ego¨ªsmo. Aunque probablemente con el ego¨ªsmo suceda como con el colesterol, que lo hay bueno y malo. El primero equivaldr¨ªa a ese amor propio del que en su momento hablara Fernando Savater, y el segundo vendr¨ªa representado por el narcisismo, que no deja de ser una percepci¨®n distorsionada y patologizada del yo. En un caso el sujeto se quiere a s¨ª mismo para poder continuar midi¨¦ndose con el mundo, en el otro se gusta a s¨ª mismo sin mesura precisamente para no tener que enfrentarse con aquel y verse obligado a asumir sus eventuales fracasos.
En las m¨¢s de cuatro d¨¦cadas transcurridas desde la aparici¨®n de La cultura del narcisismo se ha ido certificando de manera creciente la pertinencia de su planteamiento. Quiz¨¢ en momentos de relativa placidez colectiva en los que la realidad no nos interpela en exceso, la enso?aci¨®n narcisista pueda ser, mal que bien, mantenida. Pero no parece que sea ese el caso en nuestros d¨ªas. La deriva de los acontecimientos desde que se public¨® por vez primera el libro en 1979 ha ido, si acaso, en la direcci¨®n de aumentar los problemas de todo orden que sufre la humanidad. El mundo no ha dejado de interpelarnos, cada vez con nuevos y m¨¢s poderosos argumentos. Sin embargo, nada de ello ha propiciado que el narcisismo que caracteriza al presente se haya desvanecido o, al menos, mitigado. Es m¨¢s, en muchos momentos, sobre todo merced a la masiva irrupci¨®n de las redes sociales en el espacio p¨²blico, parece haberse incrementado. El efecto-espejismo que estas ¨²ltimas est¨¢n provocando en sus usuarios, a la b¨²squeda compulsiva del like, resulta digno de ser subrayado al respecto.
En ese sentido, no ha hecho m¨¢s que ampliarse la distancia entre la realidad y la percepci¨®n autocomplaciente que los individuos tienen de s¨ª mismos, sin que el reiterado fracaso de las expectativas que manten¨ªan consiga hacer mella en su incontinente sobrevaloraci¨®n. Todo ello no solo ratifica el diagn¨®stico de Lasch, sino que lo hace m¨¢s dram¨¢tico. Porque, desaparecida la posibilidad de una transformaci¨®n radical de lo existente que resolviera los problemas que a todos afligen, a los individuos solo parece quedarles como disyuntiva o la perseverancia individualista en su enso?aci¨®n narcisista (perfectamente funcional al sistema, puesto que no se cuestiona el orden de lo real) o el abandono, cansado y fracasado, que viene representado por la met¨¢fora de la depresi¨®n como la enfermedad de nuestra ¨¦poca.
Como se nos advierte en el posfacio, este libro no es otra ¡°jeremiada¡± contra el (mal) ego¨ªsmo dominante. Al contrario, se queda decididamente corto en sus lamentos. La prueba est¨¢ en que ya no parece haber en el discurso p¨²blico otro ant¨ªdoto para el narcisismo que la autoayuda. O, para los m¨¢s cultivados, la lectura de fragmentos de los estoicos ¡ªespecialmente de Epicteto¡ª, que es cosa que viste mucho en tiempos de derrota.
La cultura del narcisismo
Traducci¨®n de Jaime Collyer
Capit¨¢n Swing, 2023
319 p¨¢ginas. 23 euros
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