¡®La situaci¨®n y la historia¡¯, de Vivian Gornick: instrucciones para despertar al narrador interno

Una amiga me cont¨® hace a?os una an¨¦cdota que me impresion¨® y a la que nunca he dejado de volver. Alguien a quien conoc¨ªa hab¨ªa estado a punto de tirarse por la ventana, atormentado por el suplicio de una mente que se hab¨ªa vuelto contra s¨ª misma. A punto de saltar, se dio cuenta de algo: adem¨¢s de ¨¦l y su tormento hab¨ªa un tercer observador, una consciencia interna y externa a la vez, algo que le observaba encaramado al alf¨¦izar y por decirlo as¨ª narraba lo que estaba sucediendo. El impacto de ese descubrimiento fue lo que le hizo darle otra oportunidad a la vida. Se hab¨ªa dado cuenta de que ...

Una amiga me cont¨® hace a?os una an¨¦cdota que me impresion¨® y a la que nunca he dejado de volver. Alguien a quien conoc¨ªa hab¨ªa estado a punto de tirarse por la ventana, atormentado por el suplicio de una mente que se hab¨ªa vuelto contra s¨ª misma. A punto de saltar, se dio cuenta de algo: adem¨¢s de ¨¦l y su tormento hab¨ªa un tercer observador, una consciencia interna y externa a la vez, algo que le observaba encaramado al alf¨¦izar y por decirlo as¨ª narraba lo que estaba sucediendo. El impacto de ese descubrimiento fue lo que le hizo darle otra oportunidad a la vida. Se hab¨ªa dado cuenta de que no estaba totalmente solo.

Ese narrador, que yo misma invoco en los momentos cr¨ªticos, es el principio organizador que convierte el caos de la experiencia en un relato coherente con el que se puede vivir. Es la balsa que permite seguir flotando sin hundirse en el lodazal. La met¨¢fora es floja, pero no creo que sea casualidad que la neoyorquina Vivian Gornick se sirva precisamente de un viaje en balsa para ilustrar la relaci¨®n intermitente que tiene con su narradora. Tiempo despu¨¦s de navegar a trav¨¦s del r¨ªo Grande con su exmarido y un amigo de ambos, ley¨® los textos que cada uno escribi¨® sobre la experiencia. Gornick se dio cuenta entonces de ¡°cu¨¢n solos hab¨ªamos estado cada uno, all¨ª los tres juntos en la balsa, cada uno labrando de nuestra angustia de separaci¨®n al narrador que, en medio de tanta belleza y tanta opresi¨®n, habr¨ªa de hacernos compa?¨ªa¡±. La voz ordenadora ha empezado ya a trabajar sin que se d¨¦ cuenta, agobiada y enajenada como est¨¢ en la barca con su matrimonio moribundo, en la humedad opresiva, ¡°antes de haber encontrado a la narradora que puede controlar la arremetida desbocada de mi propia corriente interna¡±.

Nunca hubiera le¨ªdo La situaci¨®n y la historia, el manual de narrativa personal de donde saco esta cita, de no ser por el encargo de rese?arlo. En parte por la sospecha de que cortar¨ªa ¡°demasiado cerca del hueso¡±, como dicen los americanos, pero tambi¨¦n por una resistencia ¨ªntima a creer que la escritura puede ense?arse as¨ª como as¨ª. En realidad, el libro es algo m¨¢s que un manual. Es el intento de Gornick de discernir la cualidad escurridiza que hace que algunos textos nos interpelen mientras que otros fracasan en el intento. Tambi¨¦n, en el fondo, de entender por qu¨¦ escribimos textos personales, qu¨¦ mecanismo se activa cuando emprendemos la tarea ag¨®nica y en apariencia absurda de exponer ¡°nuestra propia corriente interna¡± al mundo.

La conclusi¨®n de Gornick es que el valor de un texto personal o autobiogr¨¢fico est¨¢ en la honestidad del autocuestionamiento, as¨ª como en su habilidad para encontrar una voz que extraiga de los hechos crudos unas migajas de sentido. La investigaci¨®n de uno mismo, ese zambullirse sin garant¨ªas en la propia herida fundacional, es lo que distingue un buen ensayo de la denostada literatura confesional. Tambi¨¦n lo protege del vicio de maquillar el desorden interno con ret¨®rica y abstracci¨®n. Para demostrar su tesis se sirve de voces c¨¦lebres por su precisi¨®n y capacidad evocadora ¡ª James Baldwin, Natalia Ginzburg, Joan Didion¡ª y otras menos conocidas como Seymour Krim, Beryl Markham, Agnes Smedley. Gracias a ellos el libro provoca a ratos aquella sensaci¨®n lejana que uno sent¨ªa a veces en una buena clase magistral, cuando un texto antiguo te alcanzaba a trav¨¦s de la voz mon¨®tona del profesor y generaba un clic de reconocimiento, un despertar del narrador, una euforia repentina por las posibilidades de la vida.

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