Ramesh Balsekar: el juego impersonal que no cesa
El gur¨² indio sostiene que no hay seres iluminados, que la frase ¡°ser iluminado¡± es un contrasentido. La clave de la supuesta ¡°iluminaci¨®n¡± es un cambio radical de actitud ante lo que se hace. No tener la sensaci¨®n de que es uno el que hace lo que hace
Mientras la tradici¨®n occidental vive en el mito de la materia, la India vive en el mito de la iluminaci¨®n. La palabra iluminaci¨®n no es s¨¢nscrita, no est¨¢ en las upani?ad o en ninguna de las fuentes antiguas. La iluminaci¨®n es un asunto colonial. Es la traducci¨®n de una palabra inglesa, enlightenment, que curiosamente significa tambi¨¦n ¡°ilustraci¨®n¡±. Nosotros somos ilustrados, ellos iluminados. La luz sigue siendo el centro.
Ramesh Balsekar (1917-2009) no es un gur¨² al uso. Estudia en la ...
Mientras la tradici¨®n occidental vive en el mito de la materia, la India vive en el mito de la iluminaci¨®n. La palabra iluminaci¨®n no es s¨¢nscrita, no est¨¢ en las upani?ad o en ninguna de las fuentes antiguas. La iluminaci¨®n es un asunto colonial. Es la traducci¨®n de una palabra inglesa, enlightenment, que curiosamente significa tambi¨¦n ¡°ilustraci¨®n¡±. Nosotros somos ilustrados, ellos iluminados. La luz sigue siendo el centro.
Ramesh Balsekar (1917-2009) no es un gur¨² al uso. Estudia en la London School of Economics cuando la India es todav¨ªa brit¨¢nica, se hace directivo de banca, practica el golf y de joven ha sido culturista. Casado, padre de tres hijos, llegar¨¢ a dirigir el Bank of India. Tiene sentido del humor, es elocuente, paciente y brillante. Tras su jubilaci¨®n en 1978, asiste a las reuniones que Nisargadatta mantiene en su casa de Bombay. Se convierte en disc¨ªpulo y traduce del marathi al ingl¨¦s las palabras que el maestro dirige a los occidentales que lo visitan. Estar¨¢ con Maharaj hasta su muerte en 1981. Todos estos elementos hacen de Balsekar un buen interlocutor en el di¨¢logo entre Oriente y Occidente.
Balsekar sostiene que no hay seres iluminados, que la frase ¡°ser iluminado¡± es un contrasentido. La clave de la supuesta ¡°iluminaci¨®n¡± es un cambio radical de actitud ante lo que se hace. No tener la sensaci¨®n de que es uno el que hace lo que hace. Es lo divino, a trav¨¦s de uno, el que lo hace. Un estado en el que el individuo ha desaparecido. No hay ego, aunque el cuerpo y la mente sigan funcionando.
El asunto exige altas dosis de humildad. Un objeto emanado (nosotros) no puede comprender a la Fuente de la que ha surgido. Seg¨²n el ved¨¡nta, es esa Fuente o Conciencia la que crea los diversos egos y experimenta el mundo a trav¨¦s de ellos. No es necesario esforzarse ni obsesionarse con arduas meditaciones. La Fuente ha creado el ego y s¨®lo la Fuente podr¨¢ destruirlo. La Fuente ha hecho creer al sujeto que es un individuo, que goza de independencia (el ego es precisamente eso, el olvido de la Fuente) y lo hace gracias a la ilusi¨®n c¨®smica, que es una suerte de hipnosis. Como un hechizo, la belleza del mundo nos arrebata y vamos tras ella. Olvidamos de la Fuente. As¨ª nacen los egos. Y gracias a que hay egos, hay relaciones humanas, hay enamoramientos y decepciones, hay codicia, ambici¨®n y suicidio, hay generosidad, valent¨ªa y amor, hay intuici¨®n intelectual.
La experiencia directa y arrebatadora de la Fuente hace que el ego desaparezca, que se retire. De ah¨ª que la contradicci¨®n de hablar de seres iluminados. ?Qui¨¦n ser¨ªan estos? ?Qu¨¦ ego, sujeto o mente se podr¨ªa atribuir ese logro? La iluminaci¨®n (o despertar, que es una palabra m¨¢s adecuada), s¨®lo es posible si la Fuente, que cre¨® el ego, lo disuelve, pues el ego es incapaz de disolverse a s¨ª mismo. En esto se diferencia Balsekar de Ramana, para qui¨¦n el ego tiene m¨¢s capacidades para su propia disoluci¨®n.
?Qu¨¦ ocurri¨® antes de que naci¨¦ramos? No hab¨ªa conciencia individualizada, s¨®lo conciencia. Al nacer, la conciencia se identifica, erige un ego, que cree existir por s¨ª mismo. Al morir, esa conciencia individual regresa a la Fuente de la que surgi¨® y se funde con ella. De ah¨ª que carezca de sentido la reencarnaci¨®n. Balsekar es aqu¨ª muy budista. ?Reencarnaci¨®n de qui¨¦n? Del cuerpo f¨ªsico est¨¢ claro que no. Vemos que se descompone y reduce a polvo. De la mente tampoco. Cada nacimiento es el nacimiento de un nuevo ego, de una nueva mente. ¡°Los organismos no se crean con algunas almas viejas que prosiguen, ni se crean para ser recompensados o castigados por sus acciones¡±. En vidas pasadas hab¨ªa otros egos. Balsekar cita a Buda: ¡°Los hechos ocurren, las acciones se realizan, pero nadie las lleva a cabo¡±. Simplemente hay la Fuente (o la naturaleza de Buda) que se identifica con un cuerpo-mente individual que se siente hacedor de lo que hace.
Sentido de presencia
?Qu¨¦ ocurre entonces con la filosof¨ªa? Todo lo que decimos, todo lo que pensamos, son conceptos. Parole. Lo ¨²nico que no es un concepto, la ¨²nica verdad, es el sentido de presencia: ¡°Soy¡±. Pero incluso esa verdad es fenom¨¦nica. Y, si hablo de ella, la convierto en un concepto. Pero si concentro mi atenci¨®n en el hecho mismo de ser, el concepto se va transformando en una experiencia real y verdadera (por eso hay que estudiar y los libros no son irrelevantes). Sobre ella se erige la practica v¨¦dica, que se aferra a la realidad del ser. ¡°Necesitamos conceptos para entendernos, hasta que la mente alcanza un estado en que intuye que lo que busca trasciende toda comprensi¨®n¡±. Entonces la mente busca el sentido de presencia (que es una de las formas del silencio). Balsekar se acerca aqu¨ª al ¡°abandono de la discusi¨®n¡± de N¨¡g¨¡rjuna. Las distintas filosof¨ªas y religiones son diferentes conjuntos de conceptos. Habr¨¢ quienes los acepten y quienes los rechacen. Depender¨¢ del temperamento y la educaci¨®n de cada cual. Frente a todas esas ¡°opiniones¡±, se erige la ¨²nica verdad, el sentido de presencia, que Balsekar llama ¡°conciencia impersonal¡±. Cuando por la ma?ana despertamos, el primer sentido de presencia es impersonal. Luego viene enseguida la asunci¨®n de nuestra personalidad, con tal profesi¨®n y t¨ªtulos, familia, propiedades, ambiciones y heridas. Todos esos atributos son la ilusi¨®n. La ¨²nica verdad es ¡°soy¡±. Cuando Mois¨¦s encuentra lo divino en el monte Sina¨ª, de la zarza ardiente se oyen las palabras hebreas: ¡°Soy el que est¨¢ siendo¡±. Pues bien, la Fuente est¨¢ siendo en nosotros, en todos los seres, desde la tortuga hasta el ¨¢ngel, desde la lechuga al gusano que la devora.
Se suele decir que lo ¨²nico seguro es la muerte. Es falso. La muerte es una posibilidad, all¨¢ en el futuro. Lo ¨²nico seguro es que est¨¢s vivo ahora, mientras lees. La ¨²nica verdad, la ¨²nica seguridad, es el sentido de presencia, aqu¨ª y ahora. Un sentido de presencia en el que insist¨ªa Nisargadatta. Se trata simplemente de ser, de modo impersonal. Ya se ha dicho. El momento presente es la ¨²nica verdad, lo ¨²nico que no es un concepto. Espacio, tiempo y todo lo dem¨¢s son conceptos, la muerte incluida. No es un concepto cuando estamos absortos en el hecho de ser. Cuando, despu¨¦s, hablamos del ¡°sentido de presencia¡±, y reproducimos toda la ch¨¢chara del ¡°aqu¨ª y ahora¡±, vuelve a ser un concepto, m¨¢s o menos manido, m¨¢s o menos inspirador. Todo esto recuerda al tao¨ªsmo. Lo Real s¨®lo deja de ser un concepto si no hablas de ello. Lo Real no se puede decir. Lo Real hay que serlo. El olvido del Ser fue la gran intuici¨®n de Heidegger. Convertir al lenguaje en la ¡°Casa del Ser¡±, su gran desvar¨ªo.
Universo espont¨¢neo
Las cosas no tienen una explicaci¨®n para que ocurran. Simplemente porque ocurren, tienen una explicaci¨®n. El universo es una manifestaci¨®n espont¨¢nea. De nuevo el tao¨ªsmo, wu-wei. Un modo natural de hacer las cosas, sin forzarlas con artificios que desvirt¨²en su armon¨ªa u olviden su origen. El sabio no es aquel que conoce todo tipo de informaciones, el sabio es aquel que sabe estar atento, al acecho. Lo Real asoma entre las grietas de lo manifiesto. Meditar es vaciarse de lo conocido. La oraci¨®n m¨¢s eficaz: entregarse en cada momento a lo que se hace. Y hacerlo como si no fuera uno el que lo hace. T. S. Eliot lo advirti¨®: ¡°El fin y el principio estuvieron siempre ah¨ª y todo es siempre ahora¡±.
?Qu¨¦ es aquello que se manifiesta espont¨¢neamente? La tradici¨®n v¨¦dica responde: la conciencia (br¨¢hman, ¨¡tman). Parecen dos, pero son uno. La India lleva m¨¢s de dos mil a?os d¨¢ndole vueltas al asunto. Lo real es la Fuente, el S¨ª mismo (¨¡tman), la Conciencia, no importa c¨®mo lo llamemos. Lo que se manifiesta es conciencia en movimiento. La f¨ªsica cu¨¢ntica se ha acercado a esa antigua verdad. Tambi¨¦n Bruno Latour. El electr¨®n no es nada sin la conciencia del observador. El electr¨®n no existe ah¨ª fuera, por s¨ª mismo, independientemente de nosotros. El electr¨®n es un h¨ªbrido naturaleza-cultura. El materialista cree que es s¨®lo naturaleza. El idealista que es s¨®lo cultura. Ambos se equivocan. Los primeros idolatran la materia, los segundos idolatran la mente. Pero hay una tercera v¨ªa, un ¡°tercer hombre¡±, la conciencia, que es el sustrato de ambas, de la materia y de la mente, que existen en ella y se manifiestan en ella. Esa es la soluci¨®n india. El mundo es una ilusi¨®n como mundo, pero real como br¨¢hman. No existe como ¡°mundo¡± (en s¨ª), sino que existe como br¨¢hman. Si todo es br¨¢hman, el mundo no puede ser ilusorio. Aunque la Fuente y su emanaci¨®n parezcan diferentes y separadas, son dos caras de la misma moneda.[1]
Todo es espont¨¢neo en la conciencia universal. Pero ella s¨®lo puede expresarse objetivamente a trav¨¦s del individuo. Es la Subjetividad expres¨¢ndose objetivamente. Cualquier expresi¨®n de la conciencia como subjetividad ha de ser a trav¨¦s de los objetos. Pero en ella no hay preocupaciones, cuitas, angustias. Se manifiesta de un modo feliz, m¨ªstico, m¨¢gico. Life is a happening. No hay conflictos. Los conflictos surgen cuando la mente trata de comprender cosas que quedan fuera de su alcance. En el universo ocurren cosas que la mente no puede comprender. La naturaleza se r¨ªe de nuestras pretensiones. Los conflictos surgen cuando lo que observamos no encaja con lo que esperamos o deseamos. Los dioses y los esp¨ªritus existen debido a esas expectativas. Son una creaci¨®n del ego. Tambi¨¦n lo es el individuo.
La intuici¨®n intelectual
Yoga significa, en un primer momento, divisi¨®n: separar la conciencia de la mente. En un segundo momento, uni¨®n, la entrega de la mente (el ego) a la Fuente, su inmersi¨®n en ella. Ese es el supremo desprendimiento. Los budistas llaman vac¨ªo (?¨±nyat¨¡) a lo que los hind¨²es llaman S¨ª mismo (¨¡tman). Volver a ser lo que ¨¦ramos, volver a la Fuente. La perfecci¨®n del intelecto es la intuici¨®n. La inmersi¨®n del intelecto en su origen, da nacimiento a la intuici¨®n. El intelecto es ¨²til para ver las cosas del mundo exterior, pero es torpe para la mirada interior. De ah¨ª la necesidad de desactivarlo.
La eternidad ha dejado de ser, desde esta perspectiva, un tiempo interminable. La eternidad no tiene nada que ver con el tiempo. El ahora, el momento presente, es la ¨²nica eternidad. Toda otra eternidad que concibamos es espuria. Precisamente por ser una concepci¨®n, una idea. En el ahora genuino no hay experimentador experimentando nada. No hay yo ni trascurso del tiempo. ¡°Cualquier experiencia s¨®lo la ?tenemos? cuando hablamos de la misma. Cuando hablamos de ella siempre es en el pasado. Cuando hay experiencia real, no hay experimentador. Toda experiencia verdadera es impersonal. Eso impersonal adopta una personalidad, asume una individualidad, solo cuando el ¡°yo¡± piensa en ella¡±.
De ah¨ª que el intelecto, cuya funci¨®n es concebir, sea un obst¨¢culo. ?Es esto irracional? A nosotros nos parece muy razonable. La inteligencia mide sus propios l¨ªmites. Creer que la inteligencia lo puede todo es un delirio. Sobredimensionar la inteligencia lleva a la enajenaci¨®n. Seg¨²n este modelo, la conciencia es el humus del que surgen los pensamientos de modo espont¨¢neo. Esos pensamientos, organizados, crean cultura, disciplinas cient¨ªficas, literatura. Modos de ver el mundo y darle significado. Subimos continuamente por la escalera conceptual. No sabemos cu¨¢ntos pelda?os ni cuantos pasos nos quedan para tocar realidad (esto lo advirti¨® Popper), pero lo que llamamos conocimiento es siempre conocimiento conceptual. Todos esos amasijos de conceptos cocrean el mundo, hacen que sea lo que cada cultura cree que es. Son h¨ªbridos naturaleza-cultura (volviendo a Latour). La teor¨ªa cu¨¢ntica es ilustrativa en este punto. Heisenberg dec¨ªa que los ¨¢tomos y los electrones no son ¡°cosas¡±, son di¨¢logos, r¨¦plicas a lo que hacemos en el laboratorio. No existen ah¨ª fuera, en un espacio-tiempo objetivo (como el proyectil o el planeta de la f¨ªsica cl¨¢sica), existen en cuanto que conversamos con ellos.
Ahora bien, ese conocimiento conceptual facilita nuestras vidas y permite nuestra supervivencia. Desde la perspectiva del ved¨¡nta es una distracci¨®n, pero se trata de una distracci¨®n ¨²til para la vida. No nos aproxima a la Fuente, sino que nos aleja de ella. Nos enreda, nos entretiene.
El hecho impersonal
Balsekar insiste. Lo manifiesto es impersonal. Y lo es porque las cosas dependen unas de otras. El budismo lo llama ¡°surgimiento en dependencia¡±. N¨¡g¨¡rjuna es muy claro al respecto. Confundir la vacuidad con la nada es el peor de los errores. Es como agarrar la serpiente por la cola. La vacuidad no se puede idolatrar. La vacuidad es a su vez vac¨ªa. No se trata de una nada, sino de la mutua dependencia de unas cosas con otras. Esa contingencia se extiende a todo. Nada hay independiente en esa manifestaci¨®n coral que llamamos universo. El ¡°despertar¡± no es sino la constataci¨®n de esa unidad. Nirvana es samsara. Cuando el sujeto se siente individuo, pierde de vista esa unidad.
Maurice Frydman diferenciaba entre conciencia en reposo y conciencia en movimiento.[2] Una buena respuesta a la pregunta de por qu¨¦ hay algo en lugar de nada es otra pregunta: ?por qu¨¦ no? El universo es, desde la perspectiva india, un juego que la conciencia juega consigo misma. Esa es la vertiginosa idea que esta civilizaci¨®n lleva barajando durante m¨¢s de dos milenios. Un juego que se parece al juego del escondite. Un juego impersonal que no cesa. La Fuente o Conciencia original se identifica con cada individuo, interpreta todos los papeles del drama c¨®smico.
El movimiento y el cambio son la esencia de lo vivo. Buscar la seguridad individual es buscar algo imposible. Cada ser vivo participa, con una vibraci¨®n particular, de la pulsaci¨®n c¨®smica. Cada individuo es un tono en un coro m¨¢s amplio. En t¨¦rminos de Ramana, cada individuo es una burbuja que flota sobre la superficie del oc¨¦ano. Esa burbuja est¨¢ hecha de la misma sustancia del mar que la sostiene: agua. Mientras sea burbuja se considerar¨¢ individual. Cuando estalle, volver¨¢ al oc¨¦ano del que surgi¨®. As¨ª ocurre con la mente individual y la Fuente. La mente o ego es conciencia impersonal, pero no lo sabe y se siente individuo. En esa ilusi¨®n vive.
Balsekar es radical contra el voluntarismo. No hay culpa ni responsabilidad por parte del individuo. Es la conciencia la que vive todas las experiencias, de cero a diez, a trav¨¦s de los innumerables modos de ser. Debido a una falsa identificaci¨®n, la mente dividida piensa ¡°yo estoy sufriendo¡±, ¡°yo estoy disfrutando¡±. No se le puede echar la culpa. La conciencia es la que ha creado todos estos miles de millones de egos, sus peleas, sus deseos, y se ha identificado con ellos. A esto se a?ade la lucha por la supervivencia. El ego se defiende de su aniquilaci¨®n, que al fin y a la postre es inevitable. El yo no es m¨¢s que conciencia, la cual seguir¨¢ presente cuando el organismo cuerpo-mente se haya desvanecido. Hay un k¨an zen que apunta en esa direcci¨®n: ¡°?cu¨¢l era tu verdadera naturaleza antes de que nacieran tus padres?¡±. La verdadera naturaleza no comienza con el nacimiento, tampoco perece con la muerte. Se entiende ahora que todo esto no sirva de consuelo para la mentalidad occidental, que ha encumbrado al individuo.
Todo lo fenomenol¨®gico es ilusi¨®n. Ilusi¨®n en los dos sentidos de la palabra castellana. Ficticio y atractivo, ilusionante. Pero hay grados de ilusi¨®n. Mi cuerpo proyecta una sombra. Es real en el sentido en que puedo verla, pero es una ilusi¨®n en el sentido de que no tiene existencia propia, depende de mi cuerpo y del sol. La sombra es una ilusi¨®n secundaria. Mi cuerpo, que parece s¨®lido, es tambi¨¦n una ilusi¨®n, tampoco tiene existencia propia. Depende del alimento, el aire, el encuentro de mis padres. Lo mismo con la c¨¦lebre analog¨ªa de la cuerda y la serpiente. La serpiente (que creo ver en la penumbra cuando lo que estoy viendo es una cuerda) es la ilusi¨®n secundaria. La cuerda misma es la ilusi¨®n primaria. Todo lo fenomenol¨®gico es una ilusi¨®n. Todo sucede de un modo impersonal y espont¨¢neo. A nadie le importa si se produce una iluminaci¨®n en un cuerpo-mente particular. ?Por qu¨¦ preocuparse de ello? La liberaci¨®n es irrelevante. Lo que ha nacido morir¨¢ a su debido tiempo. Eso es todo. Se crean y se destruyen millones de cuerpos. La liberaci¨®n s¨®lo tiene significado en lo fenom¨¦nico. Ya se dijo: no existen seres liberados. La liberaci¨®n es como la lluvia, como un terremoto o un incendio. Un hecho impersonal.
Conciencia inconsciente
Si no hay otra cosa que la conciencia, entonces la conciencia no puede ser consciente de s¨ª misma. La consciencia existe, pero no lo sabe. Esto respecto a la conciencia en reposo. Las upani?ad dan cuenta de este mito. La conciencia pura fue consciente de s¨ª misma cuando apareci¨® el sentimiento s¨²bito ¡°yo soy¡±. Entonces la subjetividad se objetiv¨®, se transform¨® en conciencia en movimiento, llena de objetos, a trav¨¦s de los cuales percibe y experimenta el mundo. Ese es el juego c¨®smico, el juego de la manifestaci¨®n, la conciencia identific¨¢ndose. Yo soy esto o lo otro. Yo deseo esto o lo otro. Yo aspiro. Yo fracaso. Una infinidad de egos, de organismos a trav¨¦s de los cuales la conciencia experimenta el mundo de modo espont¨¢neo. Una totalidad que funciona por s¨ª misma, como la digesti¨®n o el latido del coraz¨®n, sin necesidad del control de un Dios. Todo es percepci¨®n. El o¨ªdo oye, la vista ve. No existe un perceptor individual. La percepci¨®n es algo que nos atraviesa. Tiene lugar a trav¨¦s del organismo cuerpo-mente. La percepci¨®n impregna todo, como intuyeron Berkeley y Vasubandhu. De la percepci¨®n surge el ego, como la part¨ªcula del campo. De esas reacciones viene el sentimiento ¡°yo¡±. Y se van configurando las preferencias (el ego no es m¨¢s que un conjunto de preferencias). No es buena idea reprimir la naturaleza de la mente. Se puede lograr durante un tiempo, pero reaparecer¨¢ con fuerza multiplicada.
La conciencia en reposo no est¨¢ separada de la conciencia en movimiento. ?sta surgi¨® de aquella. Los cient¨ªficos lo llaman big bang. Los m¨ªsticos despertar s¨²bito de la percataci¨®n. Frente a esa polaridad fundamental, hay otra, secundaria: el huevo y la gallina. Ambos est¨¢n en la manifestaci¨®n. Forman parte del juego conceptual de la causalidad.
Un testimonio personal
En la mayor¨ªa de las lenguas indoeuropeas hay dos n¨²meros: singular y plural. El s¨¢nscrito tiene un tercer n¨²mero, el dual. As¨ª se asegura gramaticalmente la confidencialidad entre maestro y disc¨ªpulo. No es lo mismo lo que se dice en confidencia que lo que se dice a muchos. ¡°Lo que surge de mis labios es lo que t¨² necesitas¡±, dec¨ªa Nisargadatta. Y no todos necesitamos lo mismo. Del Buda se dec¨ªa algo parecido. Hablaba ante multitudes, pero su discurso ten¨ªa diferentes niveles de significado. Cada cual entend¨ªa el que respond¨ªa a sus necesidades.
Manuel Agulla (Madhana, de nombre art¨ªstico) es un vigu¨¦s con complexi¨®n de futbolista y voz pausada que ha dedicado su vida al yoga. En 1977 funda la primera escuela de yoga de Galicia. Desde el centro Sananda, lleva medio siglo ense?ando estas pr¨¢cticas ancestrales. Adem¨¢s, ha estado en contacto con grandes maestros como Iyengar, Pattabhi Jois, el Dalai Lama o Madre Teresa. Madhana entrevist¨® a Balsekar en su casa de Bombay en 1998. Mucho de lo que se dice aqu¨ª tiene que ver con esa entrevista, que ha tenido la amabilidad de transcribir para este cronista.
?Por qu¨¦ ha creado la conciencia todo este sue?o dentro de s¨ª? No podemos saberlo. ¡°?Por qu¨¦ preocuparse? Sencillamente observemos lo que sucede. Uno se preocupa porque piensa que es uno el que realiza las acciones. Consider¨¦moslas acciones de la Conciencia, de la Totalidad, De Dios o de lo que sea. Cuando ves la impersonalidad de todo el proceso, el yo individual tiene que retroceder¡±. No se puede luchar contra el ego. El ego no puede destruir el ego. Pero comprender esto pone al ego en un segundo plano, le resta protagonismo. Se abre as¨ª la puerta a lo que en otro lugar he llamado el ?deseo ir¨®nico?. Una comprensi¨®n a la que se puede acceder mediante la experiencia psicod¨¦lica, pero se trata de una v¨ªa demasiado arriesgada.
Balsekar repite ideas del Sutra del diamante y la Bhagavadg¨©t¨¡. No hay nadie que se pueda entregar ni nadie que pueda comprender. Pone como ejemplo la humildad. ¡°Decimos: ?soy humilde, no soy orgulloso?. Las personas m¨¢s orgullosas realizan actos de humildad. La verdadera humildad significa la ausencia de eso que puede sentirse humilde u orgulloso. La verdadera compasi¨®n es cuando no hay nadie que sienta ?soy compasivo?. Hay amor cuando no hay nadie que dice ?amo?. La compasi¨®n, el amor, la humildad, son diversos nombres para ese estado de estar aqu¨ª y ahora, sin el ?yo?. Si no se es yo o ego, ?qu¨¦ se es? Aquello que siempre ha sido, el S¨ª mismo, la Conciencia, la Totalidad, el Vac¨ªo.¡± No importa el nombre que le demos pues carece de forma, precisamente para manifestarse en todas las formas. La conciencia ha escrito el guion, ha producido y dise?ado los escenarios, est¨¢ interpretando al mismo tiempo todos los papeles y atendiendo como espectador al drama c¨®smico. Balsekar insiste en esta idea. No somos m¨¢s que organismos cuerpo-mente a trav¨¦s de los cuales la conciencia experimenta el mundo. Esa es la vertiginosa ense?anza de la G¨©t¨¡ y el budismo. Sorprende la naturalidad con la que los maestros del ved¨¡nta citan a Buda. El individuo es una fantas¨ªa, una burbuja en el oc¨¦ano de la existencia. Borges se refer¨ªa a esto en un relato titulado La nader¨ªa de la personalidad. Tras la muerte del cuerpo f¨ªsico, no sirve tampoco recurrir a su proyecci¨®n en la esfera astral, al cuerpo et¨¦rico o al cuerpo causal.[3] Ya hablemos de cuerpos espirituales, de dioses, fantasmas o ¨¢ngeles, ellos tambi¨¦n son egos. Ellos tambi¨¦n son veh¨ªculos para la experiencia de la conciencia. Tampoco cabe recurrir a la reencarnaci¨®n. El ego que supuestamente fuimos es diferente del que somos ahora. Y el conocimiento consiste precisamente en negociar con el ego actual, en el estado de vigilia, que es d¨®nde podemos influir sobre ¨¦l. En el ensue?o estamos a merced de la mente del mundo. En el sue?o profundo la mente ha desaparecido. Y, parad¨®jicamente, en el sue?o profundo es cuando estamos m¨¢s cerca y m¨¢s lejos del despertar. M¨¢s cerca porque no hay mente que mantenga la ilusi¨®n, m¨¢s lejos porque no hay instrumento para realizar el acto de ir m¨¢s all¨¢ de la mente y salvar la inexistente distancia con el S¨ª mismo.
[1] Toda b¨²squeda es un entretenimiento. Nos mantenemos ocupados mientras esperamos que suceda algo. En ese es fuerzo hay siempre una voluntad, un ¡°yo¡± que acompa?a y eclipsa.
[2] Consciousness y awareness.
[3] El cuerpo causal se considera el cuerpo supremo, es el m¨¢s interior de todos, el que vela el ¨¡tman, y es la semilla del cuerpo sutil y del cuerpo f¨ªsico. Est¨¢ caracterizado por el vac¨ªo, la ignorancia y la oscuridad. En la b¨²squeda del ¡°Yo soy¡±, es un estado en el que ya no hay nada m¨¢s a lo que aferrarse. Es donde se est¨¢ m¨¢s cerca del contacto con el ¨¡tman.
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