Nisargadatta, la atenci¨®n distra¨ªda
El cosmos del maestro espiritual indio hunde sus ra¨ªces en la metaf¨ªsica de las upani?ad. El mundo no es m¨¢s que un reflejo de la imaginaci¨®n y el deseo. El mundo est¨¢ en uno mismo
Viaj¨¦ a la India el pasado mes de marzo, invitado a un ambicioso congreso titulado: Humanismo oriental para la Nueva Era. Lo organizaba la India Foundation y lo presid¨ªa Draupadi Murmu, la actual jefe del Estado de la Rep¨²blica de la India. Reun¨ªa expertos de Asia y Am¨¦rica, y unos pocos europeos. Las sesiones y los encuentros fueron altamente interesantes, sobre todo gracias a esa ins¨®lita combinaci¨®n de eruditos, esp¨ªas y santos, que s¨®lo puede darse en este pa¨ªs. Siempre es interesante observar c¨®mo se ve Europa desde Asia, y cu¨¢n diferente es esa imagen de la que tenemos de nosotros mismos. Finalizadas las sesiones, mi intenci¨®n era visitar las cuevas budistas de Ajanta y Ellora y realizar en su interior un peque?o experimento con hongos psilocibios. Pero el caos ferroviario me impidi¨® llegar a Aurangabad. Tuve que volar directamente a Bombay, tres d¨ªas antes de lo previsto. Quien conozca la India sabe que all¨ª es m¨¢s cierto que en ning¨²n otro sitio el viejo dicho: ¡°Si quieres hacer re¨ªr a Dios, cu¨¦ntale tus planes¡±. Me acompa?aba Alejandro, un estudioso mexicano del budismo tibetano que reside en Katmand¨². Ya en Bombay, estuvimos leyendo algunos fragmentos del Camino al despertar, que ¨¦l tra¨ªa en s¨¢nscrito. Tengo un especial aprecio por esta obra de ?antideva, mi maestro, Luis O. G¨®mez, la estudi¨® durante m¨¢s de treinta a?os. Traduje las c¨¦lebres estrofas del cap¨ªtulo octavo, donde se dice: ¡°Toda la dicha del mundo / procede de desear la felicidad de otros. / Y todo el sufrimiento / de desear la propia felicidad¡±. Le envi¨¦ los versos a mi amigo el poeta Vicente Gallego para que los ajustara en s¨ªlabas y acentos, como ya hab¨ªamos hecho con las estrofas de las Upani?ad. Vicente respondi¨® en seguida y, como de pasada, mencion¨® que, ya que estaba en Bombay y ten¨ªa tiempo, visitara el memorial de su maestro Nisargadatta, y le rindiera homenaje de su parte. Obedec¨ª.
Yo no hab¨ªa le¨ªdo a Nisargadatta (lo m¨ªo son los maestros antiguos) y apenas sab¨ªa de ¨¦l. Busqu¨¦ la que hab¨ªa sido su casa y me encontr¨¦ un edificio envejecido de cuatro plantas, en un barrio polvoriento y bullicioso, no lejos de Nana Chowk. En el entresuelo di con un peque?o departamento. A la entrada hab¨ªa una cocina donde la nuera de Nisargadatta pelaba unas habas mientras su nieta cocinaba. En el interior, en un exiguo sal¨®n que hac¨ªa las veces de dormitorio (vi colchones apilados), el bisnieto del maestro se debat¨ªa con un videojuego y apenas levant¨® la cabeza de la pantalla. Hice un peque?o v¨ªdeo, que mand¨¦ a Vicente. Sobre una de las pareces de la pieza estaba el ¡°memorial¡± Nisargadatta. Consist¨ªa en una serie de retratos, del gur¨², del que colgaba una guirnalda de flores anaranjadas (el color de la liberaci¨®n), de sus padres y de su hijo. Junto a ellos, una figura kitsch de Ganesha. Me sent¨¦ un rato a meditar, contemplando el rostro, p¨ªcaro y energ¨¦tico, del maestro. No tuve ninguna intuici¨®n extraordinaria, pero s¨ª la certeza de que aquella mirada que me interpelaba desde una fotograf¨ªa coloreada no era la de un impostor. Cuando regres¨¦ a Espa?a me hice el prop¨®sito de averiguar qu¨¦ dec¨ªa. Descubr¨ª que nunca escribi¨® nada, que su pensamiento est¨¢ recogido en una serie de conversaciones con diferentes interlocutores, sobre todo occidentales. La obra hab¨ªa sino editada por un personaje misterioso y fascinante, un ingeniero polaco llamado Maurice Frydman, de origen jud¨ªo, que hab¨ªa abandonado Varsovia en los a?os 30. Tras unos a?os en Par¨ªs, se traslad¨® a Bangalore para hacerse cargo de la direcci¨®n de una central el¨¦ctrica. Seguidor de Gandhi, activista en la lucha por la independencia de la India, conoci¨® a Krisnamurti y fue disc¨ªpulo de Ramana Mahashri, cuyo ashram en Arunachala visitaba siempre que se lo permit¨ªan sus obligaciones profesionales. Tiempo despu¨¦s, tras la muerte de Ramana, se estableci¨® en Bombay y qued¨® impresionado por la brillantez espont¨¢nea y en¨¦rgica con la que Nisargadatta expon¨ªa sus experiencias. Sent¨ªa una gran paz en su presencia y se dedic¨® a grabar muchas de sus conversaciones, que edit¨® y tradujo del marathi al ingl¨¦s. Un centenar de cintas magnetof¨®nicas que se acabaron convirtiendo en un libro singular y extenso, I Am That (Yo soy eso), publicado en 1973.
El maestro cigarrero
Nisargadatta, de nombre M¨¡ruti, nace en 1897. Su nombre est¨¢ relacionado con el dios v¨¦dico del viento y con personajes ¨¦picos especialmente vigorosos, como Hanuman y Bh¨©ma. Sus padres son campesinos y su infancia transcurre en una granja de Kandalgaon, al sur de Bombay, en un ambiente laborioso y devocional. Cuando muere su padre, se traslada a Bombay. Se inicia en la metr¨®poli como empleado de oficina, pero su naturaleza independiente y en¨¦rgica le lleva a abrir un peque?o negocio, una tienda de bidis. All¨ª fabrica y vende estos finos cigarrillos y en pocos a?os abre algunas tiendas m¨¢s (llegar¨¢ a tener ocho). El 1924 se casa con Sunatibai, que le da un var¨®n y tres ni?as. En 1933, un amigo le presenta al que habr¨ªa de ser su gur¨². En un principio, ¨¦l no quiere ir. Pero el amigo insiste e incluso paga la guirnalda de flores con la que Maruti obsequia al maestro. Sri Siddharame?var Maharaj pertenece al linaje de los ¡°nueve gur¨²s¡±, maestros mitol¨®gicos caracterizados por su sencillez, tanto doctrinal como de comportamiento. El propio Nisargadatta describir¨¢ esta tradici¨®n como ¡°un rio que fluye hacia el oc¨¦ano de la realidad y quien entra en ¨¦l es llevado a dicho oc¨¦ano¡±. Y luego aclara, sin concederle demasiada importancia: ¡°Quienes se ejercitan en la pr¨¢ctica de centrar sus mentes en el ¡®Yo soy¡¯, tal vez se sientan relacionados con otros que siguieron la misma sadhana y llegaron a la meta. Quiz¨¢s decidan verbalizar su sentido de clase llam¨¢ndose a s¨ª mismos Navnaths (nueve maestros). Eso les proporciona el placer de pertenecer a una tradici¨®n establecida. Pero darse un nombre particular no ayuda en nada¡±. La continuidad de la tradici¨®n es informal y voluntaria. Es como un apellido, pero en este caso de una familia espiritual.
Su maestro le aconseja que observe y se recree en la sensaci¨®n ¡°Yo soy¡±, sin ning¨²n atributo. M¨¡ruti obedece. ¡°Todo mi tiempo libre lo pasaba observ¨¢ndome a m¨ª mismo en silencio. ?Y qu¨¦ gran diferencia supuso eso, y qu¨¦ pronto! Tard¨¦ s¨®lo tres a?os en realizar mi verdadera naturaleza¡±. Se dedica a observar su propia mente en silencio y a devolverla constantemente al ¡°Yo soy¡±. Al cabo de tres a?os, su mente hace click. Ha funcionado. Tras la muerte de su gur¨², decide abandonar familia y negocios y convertirse en monje itinerante. En su camino hacia el Himalaya, donde ha decidido pasar el resto de su vida, un peregrino lo convence de que, dado su temperamento, una vida activa y desprendida resultar¨¢ m¨¢s plena y fruct¨ªfera. Al regresar a Bombay, s¨®lo encuentra abierta una de sus tiendas. Retoma el negocio y, atra¨ªdos por su elocuencia, algunos comienzan a reunirse en la calle, junto a su tienda. Cuando su hijo se hace cargo del negocio, las reuniones se trasladan a su casa, donde ha construido una entreplanta para la pr¨¢ctica de la meditaci¨®n.
La peque?a habitaci¨®n superior de la calle 10 de Khetwadi Lane se llena a diario durante las horas de consulta. Las paredes est¨¢n cubiertas de retratos de santos de las grandes religiones. El ambiente es agradable y es posible abstraerse del ruido estrepitoso de la calle. La mayor¨ªa de los visitantes son occidentales. Nisargadatta no quiere disc¨ªpulos. Tampoco quiere fundar una escuela o instituci¨®n, sabe que acabar¨ªa siendo prisionero de ella. No gana nada con sus charlas. Tampoco da orientaciones ¨¦ticas ni ofrece una doctrina. (O s¨®lo una: ¡°Sin ti, no hay Dios¡±). Es un iconoclasta que, como N¨¡g¨¡rjuna, propone dejar de lado todos los conceptos. Un genuino anarquista del pensamiento.
Tampoco se magnifican las visiones que uno pueda tener. ?stas carecen por completo de significado (o tienen un significado vinculado a la propia imaginaci¨®n y deseos). En este sentido, Nisargadatta es un antisimbolista. Todo sucede espont¨¢neamente. Asegura que la consciencia quiere que le hagan caso, que te arrastra de la oreja porque quiere saber de s¨ª misma, de su verdadera naturaleza.
Como maestro, adopta el nombre de Nisargadatta. ¡°Nisarga¡± significa car¨¢cter, representa lo natural, el modo de ser innato. Todas las cosas tienen su propio nisarga, su propia espontaneidad y emisi¨®n. De ah¨ª que el t¨¦rmino se relacione con la entrega y el intercambio (y tambi¨¦n con la renuncia y el abandono). ¡°Sarga¡± puede significar tiro o disparo, emisi¨®n, creaci¨®n o proyecci¨®n. Una r¨¢faga de viento, algo que se arroja o proyecta. Es uno de los nombres de ?iva. ¡°Datta¡± es lo entregado u ofrecido, la donaci¨®n y el regalo. Un apellido com¨²n entre la casta de comerciantes o vaisya. La traducci¨®n del compuesto Nisarga-datta ser¨ªa ¡°aquel que entrega espont¨¢neamente su car¨¢cter y lo ofrece¡±.
Entretanto, una mujer californiana, Jean Dunn, ha escuchado hablar de Nisargadatta en el ashram de Ramana Maharshi en Arunachala. Cuando lo visita en Bombay, ¨¦ste ya sufre de un c¨¢ncer de garganta. Tiene dolores, pero se las arregla para hablar dos veces al d¨ªa. El maestro le da un mantra y una iniciaci¨®n. Dunn describe su corta estatura, sus grandes entradas y ojos centelleantes, penetrantes, y una sonrisa contagiosa. Alguien mencion¨® una vez sus grandes orejas y prominente nariz. Respondi¨® entre risas: ¡°Quiz¨¢ desciendo de Ganesha, el dios elefante¡±. Es ingenioso y r¨¢pido en sus respuestas. La conciencia universal se expresa continuamente a trav¨¦s de los cuerpos. Dunn comenta: ¡°La consciencia se renueva continuamente. Tiras un pedazo de comida en un rinc¨®n; y en poco tiempo hay gusanos ¨D vida, consciencia. La misma consciencia que hay en el gusano est¨¢ en ti. No es ¡°mi¡± consciencia, ¡°tu¡± consciencia; es una consciencia universal, y esa consciencia universal eres t¨²¡±.
El maestro parece ser una persona com¨²n y corriente, pero enseguida, al estar en su presencia, la mente se calma y se comprende ¡°?que se puede hacer, que se ha hecho!¡±. ¡°Bromea, r¨ªe, frunce el ce?o, sacude el dedo, golpea el pu?o para enfatizar un punto. Las diversas expresiones juegan en su rostro como la luz sobre el agua. ?Es magn¨ªfico! Uno siente su energ¨ªa vibrante, la pura alegr¨ªa de ser, fluyendo de ¨¦l. Responde a todas las preguntas de manera simple, clara y concisa, sin citar las escrituras ni proponer doctrinas. Es amable y gentil mientras derriba todos tus apoyos¡±. Su mensaje es simple y directo: ¡°T¨² eres el Ser aqu¨ª y ahora. Deja de imaginarte a ti mismo como ¡®esto¡¯ o ¡®aquello¡¯. Suelta tu apego a lo irreal¡±.
Conocer es ser
Seg¨²n una tradici¨®n antigua de la India, s¨®lo podemos conocer lo falso. Lo verdadero hay que serlo. Si hemos de ser estrictos, ¡°conocer es ser¡±. Todo lo dem¨¢s es mera informaci¨®n, banalidad del dato, ceguera o pseudo conocimiento. Se hace pasar por conocimiento lo que es simple ignorancia. El saber s¨®lo se logra mediante la transformaci¨®n profunda del conocedor. Esa es la apuesta del ved¨¡nda no dual, la m¨¢s radical de las filosof¨ªas de la India. Conocer la generosidad es ser generosidad. Se conoce la lectura leyendo. Lo mismo puede decirse de la poes¨ªa o la santidad, de la valent¨ªa o la inteligencia. Los objetos que crea la actividad cient¨ªfica, el enlace qu¨ªmico o la part¨ªcula elemental, son meros conceptos, destilados por una teor¨ªa, meras palabras, no conocimiento genuino. Al hacer una pregunta, el propio lenguaje impone la respuesta. Eso es la complementariedad cu¨¢ntica. Esa es la conclusi¨®n de Wittgenstein en el Tractatus. Ning¨²n ser humano podr¨¢ saber qu¨¦ es un ¨¢tomo hasta no tener la experiencia del ¨¢tomo. Se trata, como puede verse, de un empirismo radical. S¨®lo la experiencia puede decirnos lo que las cosas son. Pero la experiencia propia. El laboratorio impone una distancia, la del experimento, que, parad¨®jicamente, impide experimentar.
De hecho, el pensamiento es siempre pasajero. Lo que fue cierto en el pasado, ahora no lo es. Y lo que sabemos ahora, dejar¨¢ de ser cierto en el futuro. Pero hay algo m¨¢s: la comprensi¨®n no aumenta por la acumulaci¨®n de pensamientos, sino que depende de la relaci¨®n entre el ser y el saber. El conocimiento es m¨¢s un quitar o apartar que un poner o atesorar. Cuando la mente (de natural charlatana, lianta y enredosa) llega a su perfecci¨®n, entonces es lo que conoce. Y lo que la mente conoce es lo que realmente es, su fuente, frente a lo que aparenta ser. Y ¡°eso¡± que es, eso que somos, no es el cuerpo, ni la propia mente, sino la conciencia. Ese es el significado del t¨ªtulo de la gran obra de Nisargadatta: I Am That (que no es una obra, sino un conjunto de conversaciones grabadas y editadas por un ingeniero polaco). No se trata aqu¨ª, aunque tambi¨¦n, de la complicidad con el resto de los seres que sugiere el ¡°t¨² eres eso¡± de las upani?ad. Somos esa conciencia, y esa conciencia (que no es eg¨®ica) es inmortal. Frente a lo visto y lo escuchado, la oscuridad y el silencio.
La libertad no es entonces el resultado ni el efecto de alguna clase de acci¨®n o pensamiento. El sabio, simplemente, retira los obst¨¢culos. Se trata m¨¢s de una labor de limpieza que una labor de adquisici¨®n. Un desaprender. De ah¨ª que ning¨²n tipo de saber te¨®rico o acumulativo sirva a su prop¨®sito. El lenguaje tampoco. Pero el habla tiene una doble faz, de ah¨ª su magia. Sabe abolirse a s¨ª misma. Es la magia de la recitaci¨®n y la iron¨ªa. El habla se deshace entonces de la tiran¨ªa del significado, que es un continuo postergar, un remitir a algo siempre m¨¢s all¨¢ (agotador), y se centra en s¨ª misma (como siempre han querido los poetas). El habla se ensimisma. Reconoce su propio vac¨ªo. Lo mismo ocurre con la mente, que en general nos enreda, pero que guarda en su interior la llave de su propia abolici¨®n. Esa llave es la palabra recitada, y tambi¨¦n la respiraci¨®n. La detenci¨®n de la mente hace que pueda brillar la luz de la conciencia. El sol brilla cuando las nubes se disipan. De ah¨ª que algunos lenguajes simb¨®licos, algunas met¨¢foras, ayuden a comprender esta propuesta. La conciencia es como el espacio, como el sol, como la semilla. Estos s¨ªmbolos, no definen, sugieren. No describen, insin¨²an.
Un m¨¦todo sencillo
Para entender el m¨¦todo de Nisargadatta lo primero es asumir la diferencia entre mente y conciencia. La mente es por naturaleza vagabunda. No hay nada estable en ella. Es pura inquietud, va de un lado a otro constantemente. Todo lo enreda y complica. Para estabilizarla, se puede fijar el centro de la consciencia por encima de ella. La v¨ªa propuesta por Nisargadatta, que le fue sugerida por su maestro, es rechazar todos los pensamientos salvo el ¡°Yo soy¡±. Ese yo no es el ego (el ego es mental), sino el yo de la conciencia. Hay que tener paciencia y perseverancia, pues al principio la mente se rebela. Pero si se insiste en dicha pr¨¢ctica, finalmente ocurre el milagro. Y entonces empiezan a suceder las cosas de un modo espont¨¢neo. Esto, claro est¨¢, exige una larga lucha con la propia mente.
Hay otro m¨¦todo, que es vivir la vida tal y como viene, con alegr¨ªa y atenci¨®n, sufriendo y disfrutando, sabiendo que la felicidad no puede encontrarse en lo pasajero, que el placer y el sufrimiento se alternan de forma inexorable. De no hacerlo as¨ª, la mente estar¨¢ siempre en su estado natural, que es la ansiedad y la inquietud. Pero eso que se agita no es el Ser real, sino su reflejo en la mente. Nisargadatta utiliza una imagen cl¨¢sica del ved¨¡nta: la imagen de la luna reflejada en el agua tiembla, pero es debido a la agitaci¨®n del agua (la mente), no de la luna (la conciencia). As¨ª son las relaciones entre la conciencia y la mente. La identificaci¨®n de ambas (como hacen las neurociencias de hoy) supone el peor de los errores. Significa entrar en un laberinto sin salida. Hay una imagen que nos puede ayudar a entenderlo. El universo es mental, es experiencia, percepci¨®n, memoria, intenci¨®n y lenguaje. Todo esto est¨¢ comprendido en un ¨¢mbito mayor, que es el de la conciencia. La mente (el universo) es un subconjunto de la conciencia. El universo es la totalidad de lo conocido (la totalidad de las experiencias) en la inmensidad de lo desconocido. Lo conocido est¨¢ inmerso en lo desconocido o, como se dec¨ªa antiguamente, en el misterio. En esa conciencia, el mundo aparece y desaparece (el viejo modelo cosmol¨®gico del s¨¡?khya), se manifiesta y luego deja de manifestarse. De ah¨ª que diga: Todo lo que es, es Yo, y todo lo que es, es M¨ªo (siendo estos pronombres may¨²sculos la conciencia). Nisargadatta sigue una vieja m¨¢xima del ved¨¡nta: todo lo que est¨¢ sujeto al tiempo es ef¨ªmero e irreal. La evoluci¨®n c¨®smica, como un todo, puede ser un parpadeo. Depende de la escala temporal que utilicemos. ¡°El mundo no dura m¨¢s que un instante. Es tu memoria la que te hace pensar que el mundo tiene una continuidad¡±. Pero quien no vive de recuerdos ve el mundo tal cual es: una aparici¨®n moment¨¢nea en la conciencia.
De hecho, la idea misma de la inconsciencia existe s¨®lo en la consciencia. ?Y c¨®mo describir la consciencia? En este punto Nisargadatta recurre a las upani?ad. S¨®lo es posible definirla mediante negaciones, mediante lo que no es. Un viejo recurso de la teolog¨ªa negativa: inamovible, indiscutible, inaccesible inasible. Cualquier definici¨®n positiva proviene de la memoria supondr¨ªa una petici¨®n de principio. ?Se trata entonces de una abstracci¨®n? Tampoco, pues las abstracciones son operaciones de la mente, requieren de la memoria, de experiencias y hechos, reunidos en una categor¨ªa. Mientras que la consciencia es s¨®lo presente.
Mente significa problemas. La mente es agitaci¨®n, bullicio. No hay paz en la mente. Lo que por naturaleza es agitado no puede estar en paz. Pero se puede desactivar. Mediante la respiraci¨®n o mediante la recitaci¨®n. Yoga significa sinton¨ªa, conexi¨®n, apaciguamiento. Pero esa paz que logra el yoga es fr¨¢gil. La conciencia (que no hay que confundir con la mente o el ego) no tiene necesidad que se le apacig¨¹e. No est¨¢ en paz, sino que es la paz misma. Es el ¡°eso¡± del ¡°Yo soy eso¡± que propone Nisargadatta.
Llamamos progreso al paso de lo desagradable a lo agradable. Pero ning¨²n cambio puede llevar, por s¨ª mismo, a lo que no cambia. La personalidad es un producto de la imaginaci¨®n. El ego es una v¨ªctima de esa imaginaci¨®n (que es memoria, intenci¨®n y lenguaje). Lo que nos confunde es tomarnos por lo que no somos. Nada se puede lograr sin apartar los obst¨¢culos. Esos obst¨¢culos son el deseo de placer y el miedo al sufrimiento. El obst¨¢culo es el juego placer-dolor. ?Qui¨¦n desea? Otro. Las ra¨ªces del deseo est¨¢n en la imaginaci¨®n, y esa imaginaci¨®n no es ¡°nuestra¡± (o s¨®lo lo es provisional y superficialmente).
Antes de que algo llegue a existir, se necesita de una persona a quien se le pueda manifestar. Nisargadatta busc¨® lo que su maestro le dijo que buscara. Observ¨® el sentido del ¡°Yo soy¡±, durante tres a?os. Un ser sin cualidades. No se trata de centrarse en Yo soy comerciante o Yo soy de Bombay o Yo soy padre de familia, todas esas propiedades son el ego, sino de atender al mero Ser sin atributos. Centrar la atenci¨®n en esa sensaci¨®n. Observarla sostenidamente en silencio. No es dif¨ªcil de hacer, lo dif¨ªcil es mantenerla, estar un buen rato en el ¡°Yo soy¡± o, si queremos quitar el ego, simplemente en el ¡°soy¡±.
La sensaci¨®n de ser es lo primero que emerge. Hay que limitarte a contemplarla tranquilamente, a averiguar su origen. Es una sensaci¨®n que est¨¢ siempre a mano, a diferencia de otras, como la sensaci¨®n de fr¨ªo o de calor, de placer o de dolor. La sensaci¨®n de ser est¨¢ siempre ah¨ª, es la siempre fiel, el sustrato del resto de las sensaciones, por eso podemos afirmar que es una sensaci¨®n original. Y el origen no es otra cosa que el presente, el ahora. Pero lo que ocurre es que ese ¡°Soy¡± es opacado por pensamientos sobre el futuro o recuerdos del pasado, por opiniones o sentimientos, por deseos y temores. Todas esas sensaciones se le adhieren y opacan, y obstaculizan la sensaci¨®n original. Y la seguridad del origen (que es el ahora) se llena de anhelos, inquietudes y miedos.
Cada experiencia pone de manifiesto un experimentador, un ¡°soy¡±, una particular sensaci¨®n de ser, que emerge entre los diferentes obst¨¢culos que la oscurecen. Cada experiencia tiene su propio experimentador. Y no es el mismo, aunque aparentemente sea el mismo individuo el que vive dichas experiencias.
El mismo hecho de percibir muestra que uno no es lo que percibe. Pero la percepci¨®n es la que permite encontrar a ese ¡°uno¡±, a ese que es (o que somos) sin atributos. Para ello se precisa de una mirada sin memoria ni deseo. ¡°Deja de pensar que haces esto o aquello y te dar¨¢s cuenta de que eres el origen y el centro de todo. Te vendr¨¢ entonces un gran amor que no es consecuencia de una elecci¨®n, ni de una predilecci¨®n, ni de un apego, sino un poder que hace que todo sea amable y digno de amor¡±. Para Nisargadatta su propia vida es como la de todos los dem¨¢s, una serie de acontecimientos, que se suceden como las perlas de un collar. ¡°Lo ¨²nico que ha pasado es que me he separado y veo esos acontecimientos como un espect¨¢culo, mientras que t¨² te aferras a las cosas y te mueves con ellas¡±. Nada muy diferente de las ense?anzas de la Bhagavadg¨©t¨¡. Nuestro centro de atenci¨®n est¨¢ desplazado. La mente se aferra con fuerza a las cosas, a las palabras, a las ideas. Si uno centra la atenci¨®n en el S¨ª mismo, si se observa actuar, si se observar mirar, o¨ªr, oler, tocar, si estudia minuciosamente la vivienda que erige (y donde se encierra) la propia mente, lo que se rechaza y lo que se desea, advierte que lo real no es, no puede ser, un producto del pensamiento. Incluso la sensaci¨®n del ¡°Yo soy¡± no es continua. La propuesta es audaz y, en muchos sentidos, un azote contra todas las formas del pensamiento. Pues lo que nos est¨¢ diciendo es que la sabidur¨ªa no est¨¢ ah¨ª. Supone consagrar la propia vida a la observaci¨®n del ¡°Soy¡±, frente a dedicarla al trabajo o a cumplir los propios deseos y ambiciones.
El r¨ªo de la vida corre entre la orilla del sufrimiento y la orilla del placer. Vamos continuamente de una a otra. Pero en lugar de navegar, nos aferramos a las orillas. Lo que Nisargadatta entiende por navegar es la aceptaci¨®n, dejar que venga lo que viene y que se vaya lo que se va. Una indiferencia estoica. ¡°No desees, no tengas miedo, observa el presente tal como es y cuando llega, porque t¨² no eres lo que llega sino a qui¨¦n llega¡±.
Tiempo y presencia
El presente es la marca de lo real. Real es quien est¨¢ siempre en el ahora. Lo dem¨¢s es distracci¨®n, que es un modo de la irrealidad. Sin embargo, esa realidad puede dejarnos exhaustos. De ah¨ª que de vez en cuando desaparezca de la ventana de la atenci¨®n. El recuerdo pertenece al presente. Tambi¨¦n el futuro. El primero lo crea la memoria, el segundo, la imaginaci¨®n, el deseo o el temor. La intenci¨®n de ambos, ya sea rememorativa o especulativa, es lo que tienen de real. Tanto el pasado como el futuro agitan la mente, la distraen, la sacan del ahora. Pero pasado y futuro no son otra cosa que ¡°ahora¡±, de ah¨ª que sean enga?osos. Parecen llevarnos a otro tiempo, pero, si los observamos de cerca, vemos que se trata de una ilusi¨®n, vemos que no hay otro tiempo que el ahora.
Los di¨¢logos con Nisargadatta tienen una densidad que deja exhausto al lector. Hay que ir despacio y hacer paradas para tomar aliento. ¡°La mente crea el abismo. El coraz¨®n lo cruza [¡] Es el deseo lo que da el nacimiento. Se imagina y se quiere lo deseable y se manifiesta como algo tangible o concebible. As¨ª es como se cre¨® el mundo en que vivimos, nuestro mundo personal. El mundo real est¨¢ fuera del ¨¢mbito mental, lo vemos a trav¨¦s de la red de nuestros deseos, distinguiendo entre el placer y la miseria, lo justo y lo falso¡ Para ver el universo tal como es, tienes que pasar al otro lado de la red. No es dif¨ªcil, la red est¨¢ llena de agujeros¡±. Nisargadatta, como N¨¡g¨¡rjuna, afirma que todo existe sin causa. El origen no es una causa y ninguna causa es un origen. ¡°Se puede estudiar la forma en que se produce una cosa, pero no descubrir por qu¨¦ una cosa es lo que es. Una cosa es as¨ª porque el universo es lo que es¡±. Parece ret¨®rica y, al mismo tiempo, de una gran hondura.
Diccionario filos¨®fico
Las definiciones de Nisargadatta son perspicaces y todas ellas traen alguna sorpresa. La conciencia aparece y desaparece en el cosmos. Es una conciencia pulsante, como un coraz¨®n de luz, sobre el fondo oscuro del Ser. Lo manifiesto y lo inmanifiesto. As¨ª en nuestra vida, donde somos conscientes a intervalos. La consciencia no es permanente. El conocedor se manifiesta y desaparece con lo conocido. Pero las palabras eterno o permanente no se aplican aqu¨ª. La falta de experiencia es, en cierto sentido, una experiencia. Como cuando decimos en una habitaci¨®n oscura: ¡°no veo nada¡±.
La muerte es un cambio en el proceso de la vida. Termina la integraci¨®n y se inicia la desintegraci¨®n. El pensamiento desaparece al morir, como apareci¨® al nacer. Y queda la vida, que es la manifestaci¨®n de la necesidad de la conciencia de un veh¨ªculo (para vivenciar la experiencia). C¨®mo aquello que contaba Jean Dunn sobre las sobras de la comida y los gusanos. Lo que nace tiene que morir. Lo ¨²nico que no muere es lo que no nace. Con otro cuerpo-memoria (registro de todo lo experimentado, nube de im¨¢genes) surge otra forma de pensamiento. En la muerte s¨®lo muere el cuerpo. La vida no muere. Y la vida es pensamiento. Tampoco muere la consciencia. Eso es lo que hay que encontrar, cuyo p¨¢lido reflejo es nuestra sensaci¨®n de ¡°yo¡±. Nisargadatta recomienda centrar en ello la mente y el coraz¨®n, con confianza y tenacidad. Estar con ¨¦l en todos los instantes de que se pueda disponer, hasta que la atenci¨®n de dirija a ¨¦l de forma espont¨¢nea. Algo simple y f¨¢cil.
Sin la muerte estar¨ªamos sumidos en una senilidad eterna. No puede haber renovaci¨®n sin muerte. Hasta la oscuridad del sue?o es reverdecimiento y rejuvenecimiento. La vida y la muerte se necesitan la una a la otra. Ver el fin en el principio y el principio en el fin. Pero la inmortalidad no es la continuidad. Lo ¨²nico continuo es el cambio. Eso es el tiempo. La conciencia pura es ajena al tiempo. El tiempo s¨®lo existe ¡°en¡± la conciencia. M¨¢s all¨¢ de la conciencia, ?C¨®mo hablar del espacio y el tiempo?
Lo que llamamos energ¨ªa es de hecho deseo. Todo desea, todo tiene cierta energ¨ªa deseante. Si el deseo no es lo suficientemente intenso, no erige formas. La lucidez y la profundidad penetra en todas las estructuras del deseo. La cualidad luminosa (sattva) es fuerte y pura, como el sol. Puede aparecer oscurecida por las nubes o el polvo. Hay que ocuparse de las causas de ese oscurecimiento, no del sol. Purificarse mediante una vida ordenada y ¨²til. Observando los propios pensamientos, palabras y actos. Aqu¨ª entra la cultura mental del budismo. Todo ello aclara la visi¨®n. La verdad, la bondad y la belleza son su propio fin. Se manifiestan de manera espont¨¢nea.
El cosmos de Nisargadatta hunde sus ra¨ªces en la metaf¨ªsica de las upani?ad. El mundo no es m¨¢s que un reflejo de la imaginaci¨®n y el deseo. El mundo est¨¢ en uno mismo. Esa es la mente del mundo (percepci¨®n, memoria, intenci¨®n y lenguaje) que nos atraviesa y de la que el deseo eg¨®tico saca sus energ¨ªas. La conciencia pura es el estado original. Todas sus caracterizaciones, como se dijo, han de ser negativas. Sin principio ni fin, sin causa, sin apoyo, sin partes, sin cambios. Esa conciencia se refleja en la naturaleza, que es en esencia dual (sin dualidad no habr¨ªa transformaci¨®n y el mundo estar¨ªa petrificado). Y entonces aparece la conciencia del yo, que es relativa a su contenido, que es siempre conciencia de algo, como dicen los fenomen¨®logos. Esa conciencia es parcial y mutante, mientras que la otra, la original, es inmutable, pura y silenciosa, la matriz com¨²n de todas las experiencias. En cada estado de la conciencia eg¨®ica hay algo de la conciencia pura. Esa es la que hay que rastrear, seguir, observar. Si se observan las propias corrientes de conciencia se llega a la conciencia pura. Y, al hacerlo, nos desplazamos al origen. Un origen, para entendernos, sin comienzo. Un ahora eterno. ¡°Es como limpiar un espejo. El mismo espejo que te presenta el mundo tal como es, te mostrar¨¢ tambi¨¦n tu propia cara. El pensamiento ¡°soy¡± es el trapo de limpieza. Util¨ªzalo¡±.
La devoci¨®n al maestro. Gracias a la fe en su gur¨² y a su fidelidad, Nisargadatta comprendi¨® su verdadero ser. Habla de su realizaci¨®n en estos t¨¦rminos: ¡°El placer y el sufrimiento perdieron su imperio. Me sent¨ªa completo. No ten¨ªa necesidad de nada. Vi c¨®mo, en el oc¨¦ano de la conciencia pura, en la superficie de la conciencia universal, se levantan las olas del mundo fenom¨¦nico que lo atraviesan sin principio ni fin.¡± Todas esas olas y remolinos son los diferentes yoes. ¡°Hay una fuerza misteriosa que los cuida. Esa fuerza es la Conciencia pura, Vida, Dios, no importa el nombre que le des. Es la base, el ¨²ltimo soporte de todo. ?Y tan ¨ªntimamente nuestra!¡±.
Se le puede llamar vac¨ªo, pero es un vac¨ªo lleno a rebosar. Un eterno presente. ¡°El supremo da vida a la mente y la mente da vida al cuerpo. De ah¨ª que la mente cuide perfectamente del cuerpo. El vac¨ªo es una apertura. Desde el punto de vista de la mente, no es m¨¢s que una abertura que deja que la luz de la conciencia pura entre en el espacio mental. Al igual que el universo es el cuerpo de la mente, la consciencia es el cuerpo del supremo.¡±
Mientras te preocupe el pecado y la virtud no encontrar¨¢s la paz. Lo contrario del pecado, lo que t¨² llamas virtud, no es m¨¢s que una sumisi¨®n nacida del miedo. El puente es el amor. Lo que mantiene la integridad del cuerpo es el amor. El amor es la vida y la vida es el amor. El deseo es amor propio. El conocimiento amor a la verdad. El conocimiento superior es inherente a la naturaleza humana. Un mantra posible: ¡°Yo no soy m¨¢s que el testigo¡±. El resto no me pertenece. El sonido crea la forma que tomara cuerpo en el Yo. La conciencia de algo es lo que llamamos mente. La conciencia sin contenido es la conciencia pura, del origen, que es el ahora. Un origen sin comienzo, perpetuamente renovado. S¨®lo se puede o¨ªr en el silencio. S¨®lo se puede ver en la oscuridad.
Las conversaciones son muy sustanciosas y se encuentran di¨¢logos vertiginosos.
- Dios rige el mundo, ?l lo salvar¨¢.
- Eso es lo que t¨² crees. ?Ha venido a decirte que el mundo era su creaci¨®n y su responsabilidad, no la tuya? Yo y todos los dem¨¢s aparecemos y desaparecemos en tu mundo. Todos somos gracias a ti.
Dios no te conoce. No conoce ni siquiera el mundo.
Y, en otro lugar:
- Dios no rige el mundo
- ?Qui¨¦n lo hace?
- Nadie. Todo se produce de s¨ª mismo. Todo esto no es m¨¢s que un juego de la consciencia. Todas las divisiones son ilusorias. S¨®lo puedes conocer lo falso; lo verdadero, debes serlo.
- Hay conciencia-espect¨¢culo y conciencia-observador. ?La segunda es el supremo?
- Hay individuo y testigo. Cuando ves a los dos como uno solo, cuando transciendes los dos, est¨¢s en el estado supremo. No es perceptible porque es lo que hace que la percepci¨®n sea posible.
No puede haber vida sin consciencia, tampoco consciencia sin vida. Las dos no son m¨¢s que una. En este punto, Nisargadatta se desv¨ªa del ved¨¡nta no dual (para el cual lo ¨²nico real es el ¨¡tman). Hay una dependencia entre la vida y la conciencia. Una existe por la otra. La naturaleza es tan real como la conciencia. Ambas son complementarias. ¡°Todo lo dem¨¢s es s¨®lo cuesti¨®n de nombre y de forma. Mientras sigas pensando que s¨®lo existe lo que tiene un nombre y una forma, el supremo te parecer¨¢ inexistente. Los nombres u las formas son conchas vac¨ªas, lo ¨²nico real es lo que no tiene nombre ni forma y es pura energ¨ªa de vida, luz de la consciencia, profundo silencio de la realidad¡±.
La consciencia, es; todo lo dem¨¢s, sucede. Entiendo que todo esto puede parecer excesivo y, de hecho, lo es. Sobre todo, para cualquier lector que no est¨¦ familiarizado con el pensamiento v¨¦dico, cuya radicalidad es a veces pavorosa. Hay frases delirantes y l¨²cidas. Todo es incondicionado. El mundo no tiene causa. La causalidad s¨®lo est¨¢ en la mente. La luz no se mueve. Y no hay m¨¢s que luz. Conocer el origen es ser el origen. El lenguaje es una herramienta de la mente. El deseo no se calma tras su satisfacci¨®n. Vuelve a aparecer. Es s¨®lo una tregua. Todo el sufrimiento del mundo ha nacido del deseo. Todos los deseos son malos, pero unos son peores que otros. Persigue un deseo: siempre te dar¨¢ problemas. S¨®lo es bueno lo que te libera del deseo, del miedo y las falsas ideas. La muerte no es ninguna calamidad. S¨¦ por experiencia que todo es felicidad. Pero desear la felicidad produce sufrimiento. Se cierra el c¨ªrculo.
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