El estetoscopio del doctor Fukuyama
La indefensi¨®n de las clases medias se debe a la crisis de la izquierda
El doctor Fukuyama, de s¨®lida formaci¨®n filos¨®fica, lleg¨® en nuestro auxilio despu¨¦s de 1989 con su estetoscopio a la escucha del pecho del mundo con su pol¨¦mico y mal comprendido diagn¨®stico sobre el fin de la historia. Habituados ya entonces a las tragaderas posmodernas en boga, hubo quien crey¨® que nos quedar¨ªamos colgados de un limbo sin acontecimientos que terminar¨ªa con cualquier pasi¨®n ideol¨®gica o pol¨ªtica. Ni era la intenci¨®n de nuestro m¨¦dico ni era exactamente este el diagn¨®stico.
El diagn¨®stico del doctor ten¨ªa que ver, de un lado, con el fin de las ideolog¨ªas que ya hab¨ªan dictaminado otros pensadores muchos a?os antes, desde Daniel Bell hasta nuestro castizo Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora. Era su parte m¨¢s reaccionaria y adaptada, atenci¨®n, a la tecnocracia. La otra, la m¨¢s interesante ¡ªy socialdem¨®crata¡ª, era que tras la ca¨ªda del comunismo solo quedaba una forma pol¨ªtica al alcance de los humanos y esta era la democracia liberal, idea en la que difer¨ªa radicalmente de otro doctor de cabecera del mundo como fue el ya fallecido Samuel Huntington, profeta de una guerra de civilizaciones que ha venido fascinando tanto al antioccidentalismo islamista o confucianista como al supremacismo occidentalista que est¨¢ en su origen.
Las revueltas ¨¢rabes han demostrado que el ojo cl¨ªnico del doctor Fukuyama era mejor que el del doctor Huntington, aunque en este tipo de asuntos ya sabemos de la dificultad de dar con diagn¨®sticos definitivos con un enfermo, el mundo, especialista en girar y en ofrecer ¨¢ngulos de sombra y de luz opuestos: unos ver¨¢n confirmada en la Primavera ?rabe la aspiraci¨®n universal a organizarse a partir de la libertad y la democracia, y otros el inevitable regreso al oscurantismo islamista que arrojan los resultados de las urnas.
Mientras se sustancia este debate, cosa que puede llevar algunos a?os, nuestro m¨¦dico de cabecera acaba de lanzar, en la revista Foreign Affairs de enero, un nuevo diagn¨®stico, provocativo en el t¨ªtulo El futuro de la historia, con un gui?o en forma de desmentido a El fin de la historia, y provocativo en su contenido: las clases medias occidentales se hallan en peligro y la culpa de que esto suceda es, entre otras cosas, de que la izquierda se ha quedado sin programa y sin ideas.
Francis Fukuyama empieza su art¨ªculo extra?¨¢ndose de que la reacci¨®n a la crisis financiera global, hija del capitalismo desregulado, no haya provocado una fuerte reacci¨®n izquierdista en Estados Unidos, sino todo lo contrario: ¡°Cabe pensar que el movimiento Occupy Wall Street ganar¨¢ tracci¨®n, pero el movimiento populista m¨¢s din¨¢mico actualmente es el derechista Tea Party, cuya principal diana es el Estado regulador que intenta proteger a la gente normal de los especuladores financieros¡±.
Demuestra su art¨ªculo el evidente crecimiento de las desigualdades, ya no en el mundo, sino dentro de Estados Unidos, que ejemplifica con las cifras comparativas entre 1974, cuando el 1% de la c¨²spide de la riqueza acumulaba el 7% del PIB, y 2007, antes de la crisis, cuando este 1% posee un 23,5%, que muy probablemente ser¨¢ mayor cuando termine. Adem¨¢s de la globalizaci¨®n de la fuerza de trabajo, de la liberalizaci¨®n del comercio mundial y de las pol¨ªticas fiscales derechistas, Fukuyama considera ¡°que el malo de la pel¨ªcula es la tecnolog¨ªa¡±: ¡°los beneficios de las oleadas m¨¢s recientes de la innovaci¨®n tecnol¨®gica han aumentado desproporcionadamente para los ciudadanos con m¨¢s talento y formaci¨®n¡±.
Y de ah¨ª la paradoja que lamenta el doctor. La v¨¢lvula de escape populista de derechas contribuye a empeorar las desigualdades, precisamente porque ¡°hace a?os que nadie en la izquierda ha sido capaz de articular, primero, un an¨¢lisis coherente de lo que est¨¢ ocurriendo en la estructura de las sociedades avanzadas con relaci¨®n al cambio econ¨®mico y, segundo, una agenda realista que tenga alguna posibilidad de proteger a la clase media¡±. Clara la enfermedad, y m¨¢s clara la medicina: es cuesti¨®n de ideas, no de personas.
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