A la calle, que ya es hora
?De qu¨¦ hemos de ser solidarios? ?Con qui¨¦n hemos de ser comprensivos?
La condici¨®n de asalariado asiste a la inmensa mayor¨ªa de las gentes que trabajan. Una parte de ellos percibe su retribuci¨®n no de un empresario particular sino de la Administraci¨®n: son los empleados p¨²blicos, es decir, aquellos que est¨¢n al servicio de la comunidad porque as¨ª lo hemos cre¨ªdo necesario los ciudadanos y nuestros representantes pol¨ªticos, int¨¦rpretes de nuestra voluntad, as¨ª lo han determinado. Y esto, que parece que deber¨ªa ser objeto de una buena consideraci¨®n social, deviene, por efecto de la crisis, paradigma de privilegio, ejemplo de desigualdad en tiempos adversos, causa justificada de agresi¨®n laboral.
Desde otro punto de vista, los empleados p¨²blicos son gentes que han hecho una opci¨®n laboral de car¨¢cter vocacional o, simplemente, buscaron quedar al margen de los vaivenes de una relaci¨®n contractual privada. Generalmente, nunca su objetivo fue el de hacer fortuna. Incluso, en momentos de expansi¨®n y recaudaci¨®n abundante, han sido objeto de cierta conmiseraci¨®n, unos pringaos, conformistas, faltos de ambici¨®n. Vale, cualquier cosa menos unos usurpadores, pues buena parte de ellos obtuvieron su puesto de trabajo mediante una oposici¨®n, un concurso p¨²blico o, cuanto menos, fueron contratados porque aquellos a quienes les hemos dado el poder de hacerlo, pensaron que hac¨ªan falta
Ahora, cuando vienen mal dadas, se nos pide solidaridad y comprensi¨®n. Los que usan tirantes nos obligan a apretarnos un cintur¨®n al que, hacia la derecha, le van quedando pocos agujeros, salvo si la dieta obliga a comprimir un est¨®mago que poco tiene que agradecer a estos que nos gobiernan desde hace m¨¢s de 15 a?os con una frivolidad presupuestaria propia de gentes tan zafias como para preferir eventos tem¨¢ticos a discreci¨®n intelectual.
?De qu¨¦ hemos de ser solidarios? ?Con qui¨¦n hemos de ser comprensivos? Es demag¨®gico, manipulador y pol¨ªticamente impresentable excitar la animadversi¨®n ciudadana, referirse a los millones de parados, a la precariedad laboral del sector privado frente a la seguridad de lo p¨²blico, como si, de repente, la empresa privada se hubiera convertido en peligrosa selva para sus trabajadores.
Estamos en la acci¨®n pol¨ªtica, es decir, en la toma de decisiones, para lo bueno y para lo malo. En pocos meses hemos elegido dos Gobiernos, el auton¨®mico y el del Estado, que dicen saber el camino para protegernos de la que est¨¢ cayendo. Nosotros los valencianos, con unos indicadores r¨¦cord de lo peor en casi todo, de las cifras econ¨®micas al fracaso escolar pasando por la violencia machista, escuchamos a nuestros gobernantes decir que hay que cambiar el modelo productivo, que no podemos depender de ladrillo, sol y playa, que hemos de aspirar a ser un nuevo valle del silicio. Y para ello, amigos de la paradoja, lo primero que hacen es gastar menos en educaci¨®n y en investigaci¨®n.
Los funcionarios, los empleados p¨²blicos valencianos, los trabajadores de la Administraci¨®n, de la sanidad, de la educaci¨®n creo que no vamos a aceptar de buen grado convertirnos en los mayores paganos de los derroches promovidos por unos gobernantes a los que, si estuvi¨¦ramos en la antigua Roma, les dar¨ªamos el imperium, es decir, el poder, porque lo han obtenido democr¨¢ticamente, pero no la auctoritas, porque no merecen el reconocimiento intelectual y moral que se concede a quien se considera que tiene autoridad, superior criterio, capacidad para saber lo que es mejor para la comunidad.
As¨ª es que, como estamos en la pol¨ªtica, es leg¨ªtimo protestar, discutir, negociar, no quedarnos callados, pasivos, resignados. El silencio o la inacci¨®n no garantizan el puesto de trabajo, ni en el sector p¨²blico ni en el privado. Que se sepa que no comprendemos ni admitimos por qu¨¦ tenemos que pagar, m¨¢s que los que m¨¢s tienen, la cuenta de unos desmanes que no hemos cometido. Podemos ser solidarios con los m¨¢s desfavorecidos, pero no con los que despu¨¦s de haber fundido hasta el ¨²ltimo euro, ahora dicen, sin rubor, que hemos gastado demasiado. ?Qu¨¦ hemos hecho para merecer esto?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.