Estado de malestar ya, o no
Quienes se han erigido en sujetos activos de nuestros intereses, dej¨¢ndonos tan solo el papel de sujetos pasivos, son nuestros gobernantes
Hay un Estado de malestar a la vista. Acecha desde hace tiempo, pero ahora asoman sus zarpas con gran claridad. Tiene que ver por activa y por pasiva con la forma de gesti¨®n de los bienes, espacios, servicios y recursos p¨²blicos. Y es una amenaza para nuestro casi biso?o Estado de bienestar.
Adem¨¢s, como quien no quiere la cosa ¡ªy al hilo del hilo¡ª es cierto que, como afirm¨® Tony Judt, nos hemos quedado sin discurso. Los grandes relatos han perdido vigencia y no hemos encontrado todav¨ªa el lenguaje apropiado para una nueva descripci¨®n de lo que queremos realizar en comunidad como seres sociales que somos. Yo ir¨ªa un poco m¨¢s all¨¢, si se me permite, y dir¨ªa que lo peor de todo es que nos han robado el discurso. Veamos a lo que me refiero.
Se dir¨¢ que el malestar del que hablo es global y globalizado. Y lo es. No obstante, hay peculiaridades locales. La p¨¦rdida de valor de los fines colectivos y el olvido de la buena sociedad como meta se extienden como un c¨¢ncer por las sociedades civilizadas. Sin embargo, aqu¨ª tenemos la sensaci¨®n de que entre nosotros, me refiero a la Comunidad Valenciana, esa p¨¦rdida se da m¨¢s. Percibimos una usurpaci¨®n de los recursos de todos para nada, cuando no para el enriquecimiento ileg¨ªtimo de unos cuantos. Intuimos que los intereses particulares han primado sobre los generales. Nos damos cuenta de que la incompetencia, la necedad y la falta de un saber hacer de los que toman decisiones colectivas nos han abocado a la ruina. Pero no encontramos palabras para trascender esta situaci¨®n. ?Solamente nos queda indignarnos?
Pero bueno, se preguntar¨¢n ustedes: ?Cu¨¢l es el sujeto de la oraci¨®n?
La respuesta es sencilla. El sujeto deber¨ªamos ser cada uno de nosotros. Mas no es este el caso. Y es que quienes se han erigido en sujetos activos de nuestros intereses, dej¨¢ndonos tan solo el papel de sujetos pasivos, son nuestros gobernantes.
Nos vendieron la moto de la privatizaci¨®n, a costa de despojar al Estado de su dimensi¨®n social
Las decisiones pol¨ªticas, que nunca son necesarias (siempre pueden ser de otra manera) las toman entre nosotros unos dirigentes que avalados por nuestro defectuoso sistema electoral se consideran a s¨ª mismos m¨¢s que due?os de los intereses de todos. Y ama?an contratos opacos, incluso con cl¨¢usulas de confidencialidad, en los que la parte contratante, la que paga, somos todos nosotros.
En fin, las demandas comunes son muchas, pero no son nuevas. El prop¨®sito de una buena sociedad equilibrada (si es bueno para todos es bueno para m¨ª, aunque no necesariamente a la inversa) es factible. Nos vendieron la moto de la privatizaci¨®n, a costa de despojar al Estado de su dimensi¨®n social. Se empez¨® poniendo bajo sospecha la capacidad de gesti¨®n de los servicios p¨²blicos por parte de la Administraci¨®n. Hab¨ªa que otorgar esa gesti¨®n a sociedades mercantiles privadas, eficientes y competitivas. No se tuvo en cuenta que hay bienes p¨²blicos que son preferentes para la ciudadan¨ªa: sanidad y educaci¨®n prevalentemente entre otros, junto a otros. Bienes de inter¨¦s colectivo que una vez satisfechos benefician a todos.
En lugar de todo eso nos vendieron la moto, ya digo. Y si esa moto no nos deja satisfechos, siguiendo su l¨®gica comercial, la tendremos que devolver. A cambio de nuestro dinero. Y de nuestros fines o intereses en tanto que p¨²blicos.
Jes¨²s Gisbert es profesor de Filosof¨ªa.
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