Su primer Bruckner

El Concierto para orquesta, encargado a C¨¦sar Cano por la Sociedad Filarm¨®nica de Castell¨®n, se estren¨® all¨ª el viernes, repiti¨¦ndose el s¨¢bado en el Palau de les Arts. La obra denota una gran querencia por la percusi¨®n, seguida muy de cerca por la secci¨®n de metal. En el entramado de la partitura se perciben influencias variopintas, siendo la de Bart¨®k bastante evidente, aunque cabe preguntarse si el inmenso aparato orquestal, con su densa sonoridad, no dificultaba la percepci¨®n de los hilos conductores. La complejidad r¨ªtmica, por otra parte, exigi¨® una alt¨ªsima precisi¨®n a la batuta de Zubin Mehta.

Vino luego Bruckner y su enorme ¡ªen todos los sentidos del t¨¦rmino¡ª Octava Sinfon¨ªa. Mehta, tan parco en sus gestos como eficaz con los mismos, ¡°tens¨®¡± la m¨²sica desde el primer comp¨¢s, y se convirti¨® en se?or absoluto de esta prodigiosa partitura. Los m¨²sicos de la orquesta se le entregaron a tumba abierta, consiguiendo, a pesar de su biso?ez con el compositor de Linz, unos resultados deslumbrantes. Ten¨ªan, eso es cierto, un trayecto muy bien iluminado: el pulso del director, firme y expresivo, denotaba un conocimiento profundo de la obra, tanto en las l¨ªneas estructurales como en sus m¨¢s rec¨®nditos detalles.

Por eso este fin de semana se escuch¨® a la orquesta de la ¨®pera valenciana con la sabidur¨ªa y el vigor de sus mejores momentos. Esta agrupaci¨®n ha constituido una de las pocas "alegr¨ªas" de base s¨®lida que, en el ¨¢mbito cultural, han deparado los ¨²ltimos a?os. Y ahora, a pesar de la p¨¦rdida de plantilla y a pesar del incierto panorama que se cierne sobre ella, la Octava de Bruckner son¨® desde sus atriles con toda la luz y la majestad que le corresponden.

El propio Mehta hab¨ªa puesto, en 1993 y desde el otro auditorio valenciano, el list¨®n muy alto: la hizo all¨ª con la Filarm¨®nica de M¨²nich, todo un referente en este repertorio. Pero dif¨ªcilmente se podr¨¢ pedir m¨¢s orden que el escuchado el s¨¢bado en ese inmenso universo, m¨¢s calor y creatividad en el fraseo, m¨¢s equilibrio entre las secciones, m¨¢s brillo ¡ªy, al tiempo, contenci¨®n¡ª en los metales, y m¨¢s pasi¨®n en cada uno de los movimientos. Parec¨ªa imposible que la obra estuviera recre¨¢ndose, en ese mismo instante, con tanta belleza e intensidad. Sin embargo, as¨ª fue: son milagros, que, s¨®lo de vez en cuando, suceden.