Competitividad
"?Podr¨ªamos adaptarnos a un mundo en el que competir significara algo m¨¢s que reducir los salarios para poder vender as¨ª nuestros productos y servicios en los mercados internacionales?"
Una de las cosas que m¨¢s me fascinan de las discusiones sobre la econom¨ªa espa?ola (y la valenciana en particular) es esa aceptaci¨®n cada vez m¨¢s generalizada de que los costes laborales son la variable esencial de la que depende, casi en exclusiva, la fortaleza competitiva de nuestras empresas y sectores. Y no solo porque la pr¨¢ctica cotidiana nos muestre que, en efecto, esto es precisamente lo que ocurre (lo cual, ya de por s¨ª, resulta bastante deprimente) sino, sobre todo, porque los aguerridos propagandistas de la tan vetusta, como falaz, doctrina intenten convencernos a todos, y todos los d¨ªas, de que no hay m¨¢s salida que la reducci¨®n sistem¨¢tica de aquellos para mejorar la competitividad en un mundo tan globalizado como el nuestro, en el que los pa¨ªses emergentes (con China, naturalmente, a la cabeza) disponen de niveles salariales muy inferiores a los percibidos en los pa¨ªses desarrollados.
Y yo pregunto, ?qu¨¦ ocurrir¨ªa si la realidad desmintiera, al menos parcialmente, una doctrina tan consolidada?, ?podr¨ªamos adaptarnos a un mundo en el que competir significara algo m¨¢s que reducir los salarios para poder vender as¨ª nuestros productos y servicios en los mercados internacionales?
No debe obviarse que, en efecto, China es, hoy por hoy, el primer exportador de mercanc¨ªas del mundo, lo que vendr¨ªa a avalar el modelo espa?ol de competitividad basada en los bajos costes salariales. Pero tampoco debiera ocultarse que en el segundo lugar, y a muy poca distancia de aqu¨¦l, se encuentra Alemania, un pa¨ªs en donde los salarios son superiores en un 40% a los de los espa?oles para actividades similares; y el tercero, EE UU (m¨¢s de lo mismo, aunque en menor medida). En realidad, entre los 10 primeros pa¨ªses exportadores de mercanc¨ªas del mundo se encuentran seis europeos y dos norteamericanos, y en todos ellos (?sorpresa!) los salarios son superiores a los nuestros.
?No les da la impresi¨®n de que tiene que haber alguna otra raz¨®n por la que la gente desee adquirir bienes provenientes de pa¨ªses con salarios tan altos en t¨¦rminos relativos? ?Se han parado a pensar los partidarios de la competitividad seg¨²n el modelo asi¨¢tico/pequin¨¦s por qu¨¦ seguimos comprando lavavajillas, autom¨®viles y maquinar¨ªa de precisi¨®n alemana, videojuegos japoneses, relojes suizos o m¨®viles finlandeses, a pesar de que sus precios no sean los m¨¢s bajos del mercado? ?O por qu¨¦ navegamos con Internet Explorer, buscamos informaci¨®n con Google y hablamos por un iPhone (productos todos ellos bastante dif¨ªcil de encontrar en tiendas todo a un euro)?
La respuesta, obviamente, es que existe otra forma de competir. La que se fundamenta en la calidad, el conocimiento, la innovaci¨®n, el valor a?adido y la productividad. El hecho de que aqu¨ª hayamos optado por la v¨ªa asi¨¢tica casi en exclusiva para hacerlo en este mundo globalizado, no nos faculta para afirmar que este sea el ¨²nico camino para lograrlo. Para lo ¨²nico que quiz¨¢ nos faculte de verdad sea para asumir dignamente el coste de nuestra propia mediocridad. Que, tal como est¨¢n las cosas, no es poco.
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