Un joven maestro
Impecable versi¨®n de la Octava de Dvo?¨¢k
Andrea Battistoni ya hab¨ªa gustado en Valencia con Las Bodas de F¨ªgaro, montadas el pasado diciembre por el Centro de Perfeccionamiento Pl¨¢cido Domingo. Esta vez, el reto asumido ten¨ªa un cariz m¨¢s sinf¨®nico, pero tambi¨¦n jug¨® con habilidad en ese campo.
?Naturalmente, los 25 a?os que tiene se le notan: en algunos momentos parec¨ªan faltarle ciertas dosis de poso, pero en otros resultaba estimulante el rechazo evidente de la rutina, as¨ª como la energ¨ªa y el vigor juvenil.
La Obertura de Luisa Miller se ley¨® con fuertes contrastes, que los tiene, aunque se encontr¨® espacio para la delicadeza. En I Crisantemi (Puccini), la cuerda son¨® absolutamente impecable, como corresponde a la que hoy es la mejor orquesta del estado. Vino despu¨¦s el Preludio sinf¨®nico, una obra juvenil y bastante prescindible, tambi¨¦n de Puccini, y, cerrando la primera parte, Verdi con la Obertura de I vespri siciliani. El director supo aprovechar su estructura para poner en valor los diferentes colores orquestales: percusi¨®n, metales, cuerda en legato, cuerda staccato, etc. Tras el descanso, Dvor¨¢k, con una irreprochable versi¨®n de la Octava Sinfon¨ªa. En el primer movimiento, la batuta combin¨® el lirismo con el arrojo, ajustando siempre con precisi¨®n. Segundo y tercero pudieron necesitar, quiz¨¢s, un punto m¨¢s de idiomatismo, sobre todo el l?ndler del Allegretto. Y brillante sin fisuras result¨® el ¨²ltimo. Las flautas, que tienen un importante papel en esta obra, lucieron decisivas intervenciones.
ORQUESTA DE LA COMUNIDAD VALENCIANA
Director: Andrea Battistoni. Obras de Verdi, Puccini y Dvor¨¢k.
Palau de les Arts. Valencia, 25 de febrero de 2012.
Andrea Battistoni consigue tales resultados con una gestualidad que, en primera instancia, parece excesiva e, incluso, perturbadora. La intensa agitaci¨®n, no s¨®lo de los brazos, sino de todo el cuerpo ¡ªy casi en cualquier momento de la partitura¡ª no se atiene a los criterios m¨¢s usuales de la direcci¨®n orquestal. Tampoco ayudar¨ªa, al menos visto desde fuera, a que los instrumentistas captasen con facilidad el fraseo y la din¨¢mica requerida. Sin embargo, en su caso, tales maneras no perjudicaron el resultado: hubo ajuste, hubo tensi¨®n y hubo expresividad. Todo ello es un buen indicador de que el esp¨ªritu de cada obra estaba claro en su interior, encontrando caminos para transmitirlo a los m¨²sicos. Y eso es, en definitiva, lo ¨²nico que importa.
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