Beneficiarios
"La conclusi¨®n es que ahora no solo tenemos una crisis de caballo, sino tambi¨¦n una democracia anor¨¦xica, un sector p¨²blico ineficiente y una pol¨ªtica desprestigiada"
Muchos se extra?an de que a¨²n hoy el PP mantenga la distancia que le separa del PSOE en intenci¨®n de voto. No debieran hacerlo. En situaciones desesperadas como esta, los espa?oles suelen refugiarse en la derecha porque saben que est¨¢ lo suficientemente cerca del mundo del dinero y de los mercados financieros como para entenderse razonablemente con ellos. Naturalmente, saben que han sido ¨¦stos los principales culpables del embrollo y que hubieran necesitado un castigo ejemplar, pero puesto que la pol¨ªtica ha sido incapaz de plantarles cara con la valent¨ªa que la situaci¨®n demandaba, no les ha quedado otra salida que ponerse en manos de un negociador que resulte fiable para ambas partes.
Podr¨ªa haber sido de otro modo si el PSOE, y la socialdemocracia europea en su conjunto, hubiera sido capaz de dise?ar una estrategia econ¨®mica alternativa y, sobre todo, cre¨ªble, frente a los desmanes provocados por la ingenier¨ªa financiera creativa y la desregulaci¨®n sin l¨ªmite. Pero no lo hizo y ahora ya es demasiado tarde para arreglarlo.
L¨®gico es, pues, que en tales circunstancias las cr¨ªticas socialistas a las medidas del PP sean percibidas ahora como esencialmente ideol¨®gicas, hu¨¦rfanas del argumentario t¨¦cnico exigible al manejo de conceptos tan enjundiosos como capitalizaci¨®n bancaria, activos t¨®xicos, consolidaci¨®n fiscal, prima de riesgo y otros similares utilizados con soltura sin par por Montoro y De Guindos.
Y sin embargo, a¨²n as¨ª, es probable que mucha gente hubiera estado dispuesta a confiar en los socialistas si la misi¨®n fundamental que a estos siempre le encomendaron (prestigiar la esfera de lo p¨²blico) la hubieran cumplido adecuadamente. A la postre, la socialdemocracia no fue, en su d¨ªa, sino la forma de gobierno m¨¢s civilizada y sensata que pudo encontrarse para garantizar el necesario equilibrio entre el mundo de la econom¨ªa privada y la salvaguarda de la cohesi¨®n social y los intereses generales de la poblaci¨®n.
El problema es que la legitimaci¨®n de una alternativa como esta solo puede alcanzarse si existe un entramado democr¨¢tico s¨®lido, unas instituciones libres de toda sospecha, y un sector p¨²blico eficiente (y no solo compasivo). Requisitos todos ellos que, en nuestro caso, ni est¨¢n ni se le esperan.
Aqu¨ª todo qued¨® a medio camino. Se cre¨® la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n, pero no se blind¨® esta ante los sucesivos cambios de gobierno. Se pact¨® con la oposici¨®n la direcci¨®n de RTVE, pero no se promulg¨® una ley para impedir la manipulaci¨®n de las televisiones p¨²blicas. Se aceptaron las elecciones primarias, pero no se cambi¨® la Ley Electoral ni la de partidos para obligar a ¨¦stos a adoptar comportamientos democr¨¢ticos reales. Se garantiz¨® la sanidad p¨²blica, pero nadie se preocup¨® por la eficiencia en su gesti¨®n¡ Y as¨ª, sucesivamente.
La conclusi¨®n es que ahora no solo tenemos una crisis de caballo, sino tambi¨¦n una democracia anor¨¦xica, un sector p¨²blico ineficiente y una pol¨ªtica desprestigiada. ?Hace falta preguntar quienes son los naturales beneficiarios de todo ello?
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