Petrushka al piano
Alexei Volodin plante¨®, en los Impromptus op. 90, un Schubert transparente, de din¨¢mica contrastada y tiempos muy r¨¢pidos. Le falt¨®, sin embargo, ese aparente deambular hacia ninguna parte, tan caracter¨ªstico de Schubert, entre repeticiones de los temas donde va cambiando, casi sin hacer ruido, la armon¨ªa o el ritmo que los sustenta. De ah¨ª que hubiera gustado un foco mayor sobre ese segundo plano que conforma uno de los rasgos m¨¢s genuinos del m¨²sico austriaco.
Beethoven, despu¨¦s, con la sonata Pat¨¦tica, tambi¨¦n se escuch¨® l¨ªmpido, ¨¢gil, sin roces, sin borrones con el pedal. Pero necesitaba m¨¢s energ¨ªa y seriedad en el Grave introductorio, que son¨® amanerado y con m¨¢s rubato de la cuenta. De ese Grave, por otra parte, brota como una cascada el resto de la sonata, y su enunciaci¨®n determina, en buena medida, su car¨¢cter. Es esta partitura, adem¨¢s, una de las primeras donde la ¡°marca Beethoven¡±, en su faceta m¨¢s desafiante, aparece con todo su esplendor. Vendr¨¢n luego, por ejemplo, la Appassionata, la Heroica, la Quinta y el Emperador, para confirmar un camino que aqu¨ª se muestra ya claramente perfilado. Aunque hay m¨¢s facetas en el compositor de Bonn. Pero vendr¨¢n m¨¢s tarde.
ALEXEI VOLODIN (PIANO)
Obras de Schubert, Beethoven, Chaikovski y Stravinski. Palau de la M¨²sica. Valencia, 6 de marzo de 2012.
La segunda parte empez¨® mal. El arreglo para piano firmado por Mikhail Pletnev sobre el Cascanueces de Chaikovski, elimina de la obra toda la magia y el color, y no hay pianista que pueda deshacer tal entuerto. Pero entonces Volodin se enfrent¨® con otro arreglo: el que hizo el propio Stravinski de su Petrushka. Lo que se le propone al pianista, en este caso, no es s¨®lo una transcripci¨®n tan buena que apenas se a?ora el original, sino uno de los retos t¨¦cnicos m¨¢s altos que se puedan asumir. Pasajes de acordes en ambas manos a una velocidad endiablada. Ritmos cuya complejidad resultar¨ªa absurda si el genio del compositor no los hubiera trenzado con implacable l¨®gica. Una gama de colores que pretende ¡ªy consigue muchas veces¡ª emular a la orquesta desaparecida. Un car¨¢cter fieramente percusivo que pone a prueba la musculatura de cualquier pianista. Un perfume vagamente folcl¨®rico que se ha de combinar con lo que, en su d¨ªa, fue vanguardia arrolladora. Y, por encima de todo, una m¨²sica tan genial que el int¨¦rprete puede sentirse empeque?ecido ante ella.
Alexei Volodin logr¨® hacerse con Petrushka. Poco m¨¢s queda por a?adir.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.