Acerc¨¢ndose al XX
El valor de Ligeti no radica s¨®lo en la contemporaneidad, sino en la belleza de su m¨²sica
A Gy?rgy Ligeti, aun estando entre los m¨¢s importantes compositores del XX, se le conoce mal en Espa?a, exceptuando el minoritario sector que se interesa por la m¨²sica contempor¨¢nea. O los aficionados al cine, que lo han visto incluido en las bandas sonoras de algunas pel¨ªculas de Kubrick (2001: una odisea del espacio, El Resplandor y Eyes Wide Shut). La prueba es que Lontano (1967) ha tenido que esperar 45 a?os para su interpretaci¨®n por una orquesta valenciana, aunque algunos oyentes pudieron escucharla, en 1997, por la Philharmonia Orchestra. Cabe aplaudir ahora su nueva programaci¨®n junto a dos obras del gran repertorio, pues su valor no radica s¨®lo en la contemporaneidad, sino en la belleza e intensidad de la m¨²sica. Es cierto que a orquesta y director les falt¨® algo de destreza en la plasmaci¨®n de esas gradaciones casi imperceptibles que hacen evolucionar las enormes masas sonoras puestas en juego. Pero, sin lugar a dudas, el esfuerzo vali¨® la pena.
ORQUESTA DE VALENCIA
Yaron Traub, director. Carolin Widmann, viol¨ªn. Marie-Elisabeth Hecker, violonchelo. Obras de Ligeti, Brahms y Schubert. Palau de la M¨²sica. Valencia, 24 de marzo de 2012.
El Doble concierto para viol¨ªn y violonchelo de Brahms son¨® luego con unos tiempos que parecieron lentos, sumergiendo su nervio en una atm¨®sfera bastante desva¨ªda, sobre todo en el primer y ¨²ltimo movimiento. El discurso de las dos solistas, ensimismado y original, se acoplaba mejor a esa visi¨®n calmada y severa. En esta partitura el violonchelo tiene el m¨¢ximo protagonismo, y Marie-Elisabeth Hecker brind¨® intervenciones de encantador y extra?o colorido, aunque no anduvo sobrada de volumen para enfrentarse a la orquesta. Carolin Widmann frase¨® con la inteligencia y la expresi¨®n que ya demostr¨® la temporada pasada en la sala Rodrigo. Y tambi¨¦n, como la otra vez, se hizo patente el punto m¨¢s d¨¦bil: un timbre algo ¨¢cido.
La Novena Sinfon¨ªa de Schubert cerr¨® el programa con lo mejor en cuanto a prestaciones de la orquesta: claridad meridiana del tejido sinf¨®nico, dejando al descubierto la bella instrumentaci¨®n, buen ajuste y sobrada soltura. Resultaron excelentes las intervenciones del viento-madera, y, dentro de ellas, las del oboe solista. Tambi¨¦n destacaron las trompas. Yaron Traub y su orquesta parec¨ªan sentirse a gusto esta vez, especialmente en el Scherzo, que se sirvi¨® con una fresca y vigorosa sencillez de la que brotaba, con toda naturalidad, el inagotable caudal mel¨®dico de Schubert.
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