Nada redonda
"Extra?a que Domingo, que tan bien cant¨® Le Cid en su d¨ªa, no llevara la batuta con una sutileza mayor"
Hubo que esperar al principio del III acto, con la intervenci¨®n de Joan Enric Lluna como solista, para recuperar el terreno del canto bien emitido y bien fraseado, aunque en este caso no se tratara de una voz, sino de un clarinete. No importa: los instrumentos tambi¨¦n saben (o deben saber) cantar, con refinamiento y amplia gama de recursos expresivos. En el mejor de los casos, si saben asimismo ejercer el liderazgo, pueden contagiar a los m¨²sicos que les rodean, como sucedi¨® en ese momento.
Le Cid (versi¨®n de concierto)
De Massenet. Solistas: Jorge de Le¨®n, Liudmila Monastirska, Hao Jiang Tian, Mica?la Oeste, James Rutherford y Felipe Bou, entre otros. Coro y Orquesta de la Comunidad Valenciana. Director: Pl¨¢cido Domingo. Palau de les Arts. Valencia, 24 de abril de 2012.
Liudmila Monastirska, que se hab¨ªa mostrado hasta entonces como una Chim¨¨ne de voz muy potente (aunque entubada), de registros homog¨¦neos pero escasa capacidad expresiva, hizo su primera intervenci¨®n matizada, en la que el personaje dejaba percibir sus contradicciones internas, alej¨¢ndose de esa implacable castellana que hab¨ªa dibujado hasta all¨ª.
Tambi¨¦n la orquesta funcion¨® mejor tras el descanso, pero, con todo, no fue esa sonoridad la que la ha hecho famosa. Jorge de Le¨®n tampoco parec¨ªa sentirse c¨®modo en el papel de El Cid, especialmente cuando la orquesta, no desde el foso, sino desde atr¨¢s, arreciaba de lo lindo y le obligaba a violentar el volumen (la ¨®pera se hizo en el Auditorio Superior). La afinaci¨®n, por otra parte, result¨® bastante err¨¢tica. Quiz¨¢ el tenor canario, que dos d¨ªas antes a¨²n hizo el Cavaradossi en la sala Principal, est¨¦ forzando la m¨¢quina m¨¢s de la cuenta: es una l¨¢stima, porque no deber¨ªa correr riesgos con una voz tan bonita.
Don Di¨¨gue y el Rey exhibieron una vocalidad le?osa, especialmente este ¨²ltimo en el primer acto, donde su emisi¨®n parec¨ªa quedarse atascada en la garganta. Mica?la Oeste hizo una Infanta de endeble instrumento. El coro, por el contrario, se apunt¨® al enfoque general, explay¨¢ndose a gusto con un vigor literalmente guerrero.
Extra?a que Pl¨¢cido Domingo, que tan bien cant¨® el papel protagonista en su d¨ªa, no haya podido abordar esta obra con una sutileza mayor. Cierto es que la partitura tiene algunos flancos muy d¨¦biles, y es dif¨ªcil conseguir con ella la impresi¨®n de Werther o de Manon. Pero decantarse por el bombo y platillo s¨®lo empeora las cosas. M¨¢xime en una versi¨®n de concierto que, en conjunto, no sali¨® nada redonda.
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