Alzamiento de bienes
"El fracaso pr¨¢ctico de los postulados de aquel neoliberalismo ideol¨®gico tan aguerrido est¨¢ pasando factura a nuestras sociedades en forma de crisis, empobrecimiento y paro"
La privatizaci¨®n es como una expropiaci¨®n en sentido contrario. La imagen puede parecer burda, pero resulta eficaz para orientarse en estos tiempos de incertidumbre y penuria. Aquel programa pol¨ªtico que emprendieron Ronald Reagan y Margaret Thatcher a finales de los a?os ochenta del siglo pasado hizo de la privatizaci¨®n de lo p¨²blico y la desregulaci¨®n de los mercados financieros un paradigma del progreso sin l¨ªmite. Tres d¨¦cadas despu¨¦s, el fracaso pr¨¢ctico de los postulados de aquel neoliberalismo ideol¨®gico tan aguerrido est¨¢ pasando factura a nuestras sociedades en forma de crisis, empobrecimiento y paro. Pero sus partidarios siguen echando mano de sus recetas, no se sabe muy bien si convencidos de los poderes homeop¨¢ticos de tales postulados o simplemente ¨¢vidos de aprovechar la zozobra econ¨®mica para aplicar, por fin, el catecismo all¨ª donde no se hab¨ªan atrevido a plantear con honestidad sus aut¨¦nticas creencias. Quiero decir que alentar el crecimiento de los mercados financieros y de servicios para compensar la debilidad creciente de la industria hab¨ªa servido hasta hace poco, en pa¨ªses como el nuestro, para salvaguardar el bienestar social. Pero eso ha hecho crisis y, como consecuencia, la austeridad y los recortes sirven de excusa para desmontar ante nuestras narices el modelo social.
¡°Cuando un Estado privatiza una v¨ªa de ferrocarril, una l¨ªnea de transporte a¨¦reo o un hospital, cuando cede la distribuci¨®n de agua potable o vende universidades, expropia a la comunidad una parte de sus bienes¡±, sostiene Ugo Mattei, para quien la privatizaci¨®n, en efecto, es una expropiaci¨®n sim¨¦trica a la de la propiedad privada salvo en un punto: el propietario privado recibe compensaciones que no se aplican a los bienes p¨²blicos. ¡°La propiedad privada est¨¢ m¨¢s protegida que la propiedad com¨²n¡±, dice Mattei. Es, sin duda, una opini¨®n radical, que ignora los matices entre bienes y prestaciones, entre patrimonio y servicios p¨²blicos, y que prescinde de consideraciones sobre la eficiencia y la rentabilidad, pero no deja de suscitar alguna reflexi¨®n. Sobre todo cuando afirma, teniendo en mente los casos de Grecia o Irlanda, que ¡°la expropiaci¨®n de los bienes comunes a favor de los intereses privados es a menudo obra de Gobiernos ubicados en una posici¨®n de creciente dependencia¡±.
Dependiente y d¨¦bil es Espa?a en estos momentos, y m¨¢s desesperada que ninguna comunidad aut¨®noma, la nuestra. Hace solo unos meses, se indignaba el consejero de Hacienda si alguien dec¨ªa que la Generalitat Valenciana est¨¢ en quiebra. No puede quebrar una Administraci¨®n p¨²blica, alegaba. Pues no la llamemos quiebra, aunque la situaci¨®n sea insostenible. Digamos que el PP se coge al clavo ardiendo de la deficiente financiaci¨®n auton¨®mica para eludir responsabilidades, pero que los recortes y privatizaciones, de la sanidad por ejemplo, no incurren en el alzamiento de bienes. Son solo thatcherismo.
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