Juli¨¢n Mar¨ªas y la Guerra Civil
El fil¨®sofo escribi¨® ¡°La Guerra Civil ?c¨®mo pudo ocurrir?¡¯. Es lo m¨¢s l¨²cido, sentido y ecu¨¢nime que he le¨ªdo sobre la tragedia¡±
En julio del pasado 2011 se celebr¨® en El Escorial un curso sobre los mitos de la Guerra Civil; para refutarlos, naturalmente. Uno de ellos era que la Guerra Civil hab¨ªa sido inevitable, porque la Segunda Rep¨²blica ten¨ªa que llevar fatalmente al conflicto, y que por eso los historiadores tendr¨ªan que acometer como una unidad el estudio de los a?os 1931-1936. Fue sobre todo ?ngel Vi?as, coordinador del curso, quien, sin negar la tensi¨®n imperante en la primavera de 1936, insisti¨® en que la historia pod¨ªa haber discurrido de muchos otros modos sin el alzamiento militar.
Treinta a?os antes ya lo hab¨ªa afirmado el fil¨®sofo Juli¨¢n Mar¨ªas en un ensayo titulado La Guerra Civil ?c¨®mo pudo ocurrir? Se public¨® primero en 1980 dentro de una obra colectiva dirigida por Hugh Thomas, La Guerra Civil espa?ola y, de nuevo en 1985, en el libro del propio Juli¨¢n Mar¨ªas Espa?a inteligible. Raz¨®n hist¨®rica de las Espa?as. Ahora aparece por primera vez de modo independiente, en un elegante op¨²sculo de F¨®rcula Ediciones, con un pr¨®logo del historiador Juan Pablo Fusi y un ep¨ªlogo del editor Javier Jim¨¦nez. Es de lo m¨¢s l¨²cido, sentido y a la vez ecu¨¢nime que he le¨ªdo sobre el alcance y el porqu¨¦ de aquella tragedia. ¡°La ¨²nica manera de que la Guerra Civil quede absolutamente superada ¡ªdice¡ª es que sea plenamente entendida, que se vea c¨®mo y por qu¨¦ lleg¨® a producirse¡± (p¨¢g. 33). En cuanto al resultado final, resum¨ªa su juicio en esta frase lapidaria: ¡°Los justamente vencidos; los injustamente vencedores¡± (p¨¢gs. 71-72). Es decir, ni unos ni otros merecieron ganar aquella guerra fratricida.
Juli¨¢n Mar¨ªas era un joven de 22 a?os, hondamente cristiano y partidario de la Rep¨²blica. Reprobaba las barbaridades cometidas en el Madrid republicano, pero entend¨ªa que su causa inmediata hab¨ªa sido el alzamiento militar. Colabor¨® como periodista en el ABC de Madrid, y en febrero de 1939 se adhiri¨® al golpe del teniente coronel Casado y de su admirado Juli¨¢n Besteiro, que se sublevaron contra Negr¨ªn con la ingenua esperanza de obtener de Franco una paz honrosa y, sobre todo, garant¨ªas de que no habr¨ªa represalias. ?l s¨ª fue represaliado, denunciado por un amigo, como cuenta en sus memorias Una vida presente (Alianza Editorial, 1988-1989, I, p¨¢gs. 263-266). Su hijo, el escritor Javier Mar¨ªas, lo recuerda de paso, aunque cambiando el nombre de la v¨ªctima, en su gran novela Tu rostro ma?ana. 1. Fiebre y lanza (Alfaguara, 2002, p¨¢gs. 191-198).
Para Juli¨¢n Mar¨ªas no es solo que aquello pudo no haber ocurrido, sino que lo sorprendente es que llegara a ocurrir. Como si se tratara de un sue?o o de una ficci¨®n, exclama con amargo sarcasmo: ¡°?Se?or, qu¨¦ exageraci¨®n!¡± (La Guerra Civil ?C¨®mo pudo ocurrir?, p¨¢g. 32). La tesis que defiende es: ¡°Contra lo que se ha dicho con insistencia, no fue necesaria, no fue inevitable... hab¨ªa m¨¢s de una salida a una situaci¨®n sin duda dif¨ªcil y peligrosa¡± (p¨¢g. 49). Incluso, insiste, despu¨¦s del asesinato de Calvo Sotelo. En sus memorias, publicadas algo m¨¢s tarde, lo reitera m¨¢s enf¨¢ticamente a¨²n: ¡°Si hay un caso en que me ha parecido siempre inadmisible la noci¨®n de la inevitabilidad, es la Guerra Civil¡± (Una vida presente, I, p¨¢g. 190). ¡°La sublevaci¨®n fracas¨®; el intento de sublevarla [supongo que ha de decir ¡°sofocarla¡±], tambi¨¦n. La acumulaci¨®n de los dos fracasos, sin rectificaci¨®n ni arrepentimiento, fue la Guerra Civil¡± (La Guerra Civil ?C¨®mo pudo ocurrir?, p¨¢g. 60). Sostiene que ¡°casi nadie espa?ol la quiso¡±, pero ¡°lo grave es que muchos espa?oles quisieron lo que result¨® ser una guerra civil¡±. No quer¨ªan una guerra, pero aceptaron dividir el pa¨ªs en buenos y malos, identificaron a los otros con el mal, y esto llev¨® a la guerra (p¨¢g. 52).
Si saltamos de nuevo a las memorias, encontramos un llamativo ejemplo de esta divisi¨®n, ya en v¨ªsperas del estallido (no sin cierta contradicci¨®n con la tesis de que la guerra era evitable). Iba Mar¨ªas a la facultad en tranv¨ªa cuando subi¨® ¡°una mujer espl¨¦ndida, de gran belleza y atractivo, elegante y bien vestida. El conductor volvi¨® los ojos para ver si los viajeros hab¨ªan terminado de subir y as¨ª reanudar la marcha. Y la mir¨® con odio inconfundible. Me recorri¨® un estremecimiento de sorpresa y consternaci¨®n: tuve una especie de iluminaci¨®n, y pens¨¦: Estamos perdidos. Cuando Marx puede m¨¢s que las hormonas, no hay nada que hacer¡± (Una vida presente, I, p¨¢g. 188).
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