Virus
"El verdadero problema aparece cuando descubrimos que, desgraciadamente para nosotros, esta no es una crisis manejada por malvados, sino por est¨²pidos"
La prueba irrefutable de que este pa¨ªs no levantar¨¢ nunca cabeza es que tiene una obsesi¨®n enfermiza por guardarlo todo en los cajones. Desde que el ministro De Windows descubri¨®, en un alarde de transparencia desinteresada, que Zapatero hab¨ªa "escondido" m¨¢s de dos puntos del PIB en un caj¨®n de la Moncloa, las cosas se han ido precipitando de un modo tan vertiginoso que los espa?oles asisten perplejos al espect¨¢culo diario de apertura de cajones, sin saber a ciencia cierta cuantos quedan por abrir, o cuanto se encontrar¨¢ en el interior de cada uno de ellos. Ni el mayordomo del Papa disfrutar¨ªa tanto ante un panorama cajonero tan excitante. No s¨¦ por qu¨¦ todav¨ªa hay quien se sorprende de que la prima de riesgo d¨¦ saltos de aqu¨ª para all¨¢, sin rumbo fijo.
Y es que muchas de las cosas que ocurren alrededor de esta crisis se derivan de un terrible error de interpretaci¨®n. Una mayor¨ªa de la poblaci¨®n cree que quienes la crearon entonces, y la manejan ahora, no son m¨¢s que un peque?o grupo de malvados codiciosos, disfrazados de especuladores, que insisten en obtener suculentas ganancias a costa del pueblo llano. Es la famosa teor¨ªa de la conspiraci¨®n, que, de ser cierta, dejar¨ªa, dentro del desastre, un peque?o resquicio abierto a la esperanza. Porque si la batalla es, a la postre, entre buenos y malos, siempre existe la lejana posibilidad de crear una alianza entre aquellos, que son muchos m¨¢s, y acabar con estos ¨²ltimos. No es del todo imposible. Ha ocurrido otras veces en la historia y no nos ha ido tan mal.
El verdadero problema aparece cuando descubrimos que, desgraciadamente para nosotros, esta no es una crisis manejada por malvados, sino por est¨²pidos; que adem¨¢s, no son unos pocos, sino muchos; y que, en fin, est¨¢n en todas partes: en la pol¨ªtica, en el sistema financiero, en las Administraciones p¨²blicas, en los organismos internacionales, en las agencias de calificaci¨®n¡ Y entonces, ay, nos damos cuenta de que toda esperanza de soluci¨®n racional desaparece con el alba.
Porque, como muy bien explic¨® en su d¨ªa el historiador y visionario Carlo Cipolla, la caracter¨ªstica esencial del est¨²pido es su ilimitada capacidad para perjudicar a los dem¨¢s, sin obtener por ello nada a cambio (o, lo que es todav¨ªa peor, perjudic¨¢ndose a s¨ª mismo). Algo que no han dejado de hacer, desde el mismo inicio de esta crisis, la gran mayor¨ªa de las instituciones pol¨ªticas y financieras, nacionales, europeas e internacionales, imponiendo sacrificios desmesurados a la poblaci¨®n, sin caer en la cuenta de que, cada d¨ªa que pasa, se eleva exponencialmente el coste de la soluci¨®n y se extiende el n¨²mero de pa¨ªses afectados por el desastre.
Por mucho que lo intentemos, dif¨ªcil ser¨ªa encontrar otro periodo en la historia de la humanidad en el que el virus de la estupidez se hubiera extendido tanto, y tan r¨¢pido, como en este. Y lo que es a¨²n peor, sin que los afectados experimenten el menor s¨ªntoma de contagio. Que Dios nos asista.
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