El desguace de La Coma
El cierre del Colegio Mayor, ejemplar en su funci¨®n social, y el incierto futuro de la escuela taller se ciernen sobre un barrio azotado por la crisis y el aumento de los robos
La Coma ya no es una isla. Cuando se levant¨® en los ochenta para erradicar el chabolismo del noroeste de Valencia, el barrio de Paterna recibi¨® pronto el nombre de Las Malvinas. Era la forma de definir a un grupo de 1.600 viviendas aisladas, emergidas en un oc¨¦ano de solares y parcelas, sin ninguna conexi¨®n con los municipios de alrededor, y que se hallaba en guerra permanente, consigo mismo y contra todos. Ahora no est¨¢ sola. Est¨¢ rodeada por chalets, fincas y adosados surgidos durante la fiebre del ladrillo, aunque en muchos no vive nadie. Y el tranv¨ªa para, gracias a la presi¨®n vecinal, en el coraz¨®n del barrio, cuyas fronteras est¨¢n delimitadas por los muros que separan las nuevas urbanizaciones de La Coma estigmatizada, la original, la que infund¨ªa miedo con s¨®lo nombrarla.
Nunca ha sido f¨¢cil la vida en este peque?o interregno de acci¨®n preferente en el que conviven entre 5.000 y 6.000 personas, con mayor¨ªa gitana, m¨¢s de 50 nacionalidades y un paro que oscila entre el 60% y 70%. Estuvo muy mal, fue a mejor y ahora vuelve a estar mal. La inseguridad ha repuntado. Han entrado a robar a la parroquia, al colegio, a las monjas, a las entidades sociales, a las casas. C¨¢ritas ha suspendido temporalmente sus servicios por culpa de ¡°algunas personas (muy pocas)¡±. Muchas familias viven al l¨ªmite. La crisis asfixia. Y en este oscuro panorama, algunas luces que alumbran la salida del ominoso c¨ªrculo de la pobreza se apagan. O las apagan. La Generalitat no ha renovado el concurso de la empresa encargada de gestionar el Colegio Mayor de La Coma. De modo que a finales de este mes se cerrar¨¢ una ejemplar iniciativa que a¨²na la cooperaci¨®n internacional con pa¨ªses subdesarrollados con la labor social en un barrio deprimido.
Entre 50 y 60 colegiales seleccionados sobre todo de Centroam¨¦rica y ?frica son becados y estudian m¨¢sters y doctorados mientras ense?an a los vecinos a leer, cuidan de los hijos mientras los padres trabajan o aprenden, imparten clases de inform¨¢tica, median en conflictos... Luego, revierten sus conocimientos en proyectos comunitarios y de desarrollo cuando vuelven a sus pa¨ªses de origen. El colegio fabrica l¨ªderes sociales. La experiencia, que naci¨® en 1994 bajo la direcci¨®n de Joaqu¨ªn Garc¨ªa Roca, ha sido tan fruct¨ªfera que ha inspirado instituciones similares en Bilbao, Sevilla, Madrid, El Salvador, Nicaragua o Colombia. El colegio, adem¨¢s, inyecta autoestima al barrio. ¡°No vamos a perder una de las instituciones que contribuyen a generar espacios de convivencia y desarrollo local, convertido en una de nuestras se?as de identidad¡±, afirma un manifiesto de la combativa Asociaci¨®n de Vecinos y Entidades de La Coma.
El director del colegio, Alfonso Garc¨ªa Ninet, insiste tambi¨¦n en explorar nuevas f¨®rmulas de financiaci¨®n incluida la reducci¨®n presupuestaria para dar continuidad al proyecto. ¡°La p¨¦rdida ser¨ªa irreparable para el barrio y para los chavales, algunos no podr¨ªan ni acabar sus estudios¡±, explica. El colombiano Reinaldo Arenas y el salvadore?o Jorge Amaya son dos colegiales veteranos. Ambos destacan la utilidad de los estudios y la implicaci¨®n vital y profesional en el barrio. ¡°Ser¨ªa una fatalidad¡±, apostilla Amaya. Felipe Ond¨®, de Guinea Ecuatorial, se quedar¨¢ sin opciones para acabar sus estudios de electr¨®nica y telecomunicaciones que cursa en Burjassot para montar una empresa en su pa¨ªs natal.
A pesar de las dificultades, la Universitat de Val¨¨ncia mantiene sus becas si bien el grueso de los recursos procede de la direcci¨®n general de Formaci¨®n y Cualificaci¨®n Profesional de la Consejer¨ªa de Educaci¨®n, que desempe?a Felipe Codina. Desde este departamento se indica que ¡°se est¨¢n estudiando¡± con la Universitat posibles alternativas, aunque se incide en los graves problemas presupuestarios para mantener los 400.000 euros anuales del colegio. El alcalde Paterna, Lorenzo Agust¨ª, del PP, reconoce la funci¨®n catalizadora del colegio, destaca la intermediaci¨®n del Consistorio y conf¨ªa en que la comisi¨®n mixta, formada por todas las entidades afectadas, encuentre soluciones. Agust¨ª asegura que al menos se ha conseguido que los colegiales acaben el curso.
Todo apunta, no obstante, a que la Generalitat no tiene voluntad de garantizar la continuidad del centro por el que han pasado unos 1.500 alumnos en 18 a?os. Se pondr¨¢ fin as¨ª a una iniciativa merecedora de m¨²ltiples reconocimientos que contrasta con el esc¨¢ndalo del miserable saqueo de las ayudas a la cooperaci¨®n que la Generalitat destinaba, supuestamente, a los m¨¢s necesitados.
La Generalitat no ha
¡°La desaparici¨®n del colegio ser¨¢ la claudicaci¨®n en la apuesta por abrir el barrio al mundo, por la intermediaci¨®n cultural y social y el desarrollo comunitario. Es nuestro bander¨ªn de enganche¡±, advierte Vicente Serrano. El dirige la escuela taller Itaca IV de CC OO, otro foco fundamental de transformaci¨®n del barrio sobre el que pende la incertidumbre. Su presupuesto procede del Gobierno, con financiaci¨®n de la Uni¨®n Europea, y lo gestiona el Servef. De momento, no se ha aprobado la partida presupuestaria para el programa y no es probable que la Generalitat asuma el gasto.
Itaca es una v¨ªa para salir del c¨ªrculo de la pobreza. Chicas y chicos de 16 a 24 a?os aprenden a estudiar y se les ense?a un oficio (electricista, fontaner¨ªa, alba?iler¨ªa¡). Trabajan en una obra, reciben un sueldo (tal vez el ¨²nico de la familia) y un certificado de calificaci¨®n profesional. No todos superan el curso. Hay muchos obst¨¢culos individuales y familiares. Diferencias culturales, relaci¨®n con la justicia, conciliaci¨®n de la mujer. Hay alumnas muy j¨®venes con uno o dos hijos. ¡°Hay trabajo, pero es muy gratificante¡±, dice Elizabeth Crespo, antigua estudiante del Colegio Mayor y ahora la encargada del taller de salvar obst¨¢culos. ¡°Yo quiero estudiar y trabajar de electricista, pero si te digo la verdad a muchos de mis colegas del barrio no les interesa nada todo esto¡±, dice Antonio Gabarri, de 19 a?os, al salir de clase.
"Lo que no puede ser es
Elizabeth entra en una de las casas del barrio, todas propiedad del IVVSA, que est¨¢ rehabilitando el taller. Por el camino, varias mujeres le han preguntado por cuestiones pr¨¢cticas. Hay numerosos ni?os en la calle. En el colegio, un gran mural dice La dona canvia La Coma. La poblaci¨®n del barrio es muy joven. Muchas familias viven hacinadas. En una vivienda en reconstrucci¨®n, que sufri¨® un incendio, Jos¨¦ muestra orgulloso sus tabiques; Karim, sus ventanas.
En el bajo de la Asociaci¨®n de Vecinos y Entidades del barrio se ve el muro de la urbanizaci¨®n de Campolivar. All¨ª, Lola Fern¨¢ndez explica que la Fundaci¨®n Secretariado Gitano encontr¨® trabajo el pasado a?o a 216 vecinos de La Coma. A su lado, el hist¨®rico dirigente vecinal ?ngel Quesada reconoce que el barrio est¨¢ peor, pero ahuyenta cualquier derrotismo. ¡°Hay que luchar por el colegio y contra los estigmas. Lo que no puede ser es que siempre paguen los mismos¡±, afirma.
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