Doble legitimidad
El PP ha optado por una alternativa sucesoria ya ensayada y que deja una salida airosa a quien fue su m¨¢ximo dirigente durante dos d¨¦cadas
El presidente o secretario general de un partido necesita una doble legitimidad: una interna, la que le proporcionan sus compa?eros al designarlo para que los dirija y otra externa, la que posteriormente tiene que proporcionarle el cuerpo electoral para que pueda dirigir pol¨ªticamente el pa¨ªs. Son dos legitimidades distintas, aunque entre ellas existe una clara conexi¨®n. Sin la primera resulta imposible alcanzar la segunda, pero sin la segunda dif¨ªcilmente se puede conservar la primera.
Esta regla opera de manera casi autom¨¢tica en los sistemas pol¨ªticos democr¨¢ticos, aunque admite excepciones. A veces la legitimidad interna se mantiene durante alg¨²n tiempo, incluso durante bastante tiempo, a pesar de la resistencia del cuerpo electoral a proporcionar la legitimidad externa. En el PP esta excepci¨®n ha estado muy presente. Manuel Fraga tuvo una legitimidad interna muy poderosa, casi completamente inmune a la ausencia de legitimidad externa. Nadie en el interior del PP discuti¨® su liderazgo, a pesar de tener unos resultados electorales catastr¨®ficos. Pudo decidir con plena autoridad c¨®mo se deber¨ªa proceder a su sustituci¨®n, ensayando incluso diversas f¨®rmulas antes de la definitiva refundaci¨®n de AP como PP en el Congreso de Sevilla, en que fue designado Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
De forma similar, aunque a una escala menor, Javier Arenas ha conseguido mantener su legitimidad interna en el PP en Andaluc¨ªa, a pesar de que durante casi dos d¨¦cadas los ciudadanos andaluces no le han reconocido como la persona que pod¨ªa dirigir pol¨ªticamente la comunidad.
Pero la excepci¨®n tiene que acabar confirmando la regla. El principio de legitimaci¨®n democr¨¢tica no puede dejar de imponerse. La legitimidad interna tiene que acabar cediendo ante la ausencia de legitimidad externa. A partir de un determinado momento el dirigente desautorizado en las urnas tiene que dejar de serlo en el interior del partido.
Ahora bien, el hecho mismo de que se haya producido la excepci¨®n y de que se haya prolongado en el tiempo es un indicador de la enorme personalidad pol¨ªtica del dirigente que ha sido portador de la misma y de la autoridad que ha conseguido tener sobre sus compa?eros. De ah¨ª la dificultad de su sustituci¨®n.
En el PP se ha optado hasta el momento por dejar que sea el propio dirigente que se va el que decida qui¨¦n va a sustituirlo, siendo confirmada posteriormente dicha decisi¨®n en un Congreso convocado al efecto. Lo hizo Fraga con Aznar. Lo hizo Aznar con Rajoy. Y lo va a volver a hacer Arenas con Zoido.
Se trata de una f¨®rmula que tiene la ventaja de que se puede controlar en el momento inicial de ponerla en marcha. Se evitan las candidaturas alternativas y se puede mantener una apariencia de unidad. Pero se trata de una f¨®rmula en la que opera lo que en econom¨ªa se denomina rendimiento marginal decreciente. Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil que opere con el mismo rendimiento con el que lo hizo la anterior.
C¨®mo va a operar en Andaluc¨ªa es algo que el tiempo nos dir¨¢. El PP ha optado por una alternativa sucesoria que podr¨ªamos denominar conservadora. Lo digo en t¨¦rminos puramente descriptivos y no valorativos. Ha optado por una f¨®rmula ya ensayada con anterioridad, que deja al mismo tiempo una salida airosa a quien ha sido su m¨¢ximo dirigente durante dos d¨¦cadas. El nuevo presidente del PP va a disponer de casi tres a?os para fortalecer su legitimidad interna antes de tener que contrastar dicha legitimidad con la que proporciona el cuerpo electoral. Va a disponer de tiempo para reflexionar si es compatible ser simult¨¢neamente alcalde se Sevilla y presidente del PP. Veremos.
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