Lola, la revolucionaria
Una exposici¨®n muestra el compromiso pol¨ªtico y feminista de la dibujante Lola Anglada, con el que intenta romper su imagen naif
Fuera por sus dibujos de las estampas de la entronizaci¨®n de la Virgen de Montserrat en 1947, por las pinturas que plasm¨® en el oratorio de su casa en Tiana o por el aire na?f que desprend¨ªan su ni?os de largos bucles y formas redondas tan noucentistes, lo cierto es que la ilustradora y pintora?Lola Anglada ha quedado en el imaginario popular como una artista conservadora. Ni tan siquiera la creaci¨®n literaria y gr¨¢fica que hizo de la mascota de la revoluci¨®n de 1936 promovida por la Generalitat republicana, el famoso?El m¨¦s petit de tots (un ni?o de pelo rizado de aire andr¨®gino), cambi¨® esa sensaci¨®n.
Pero la joven de la fotograf¨ªa de 1930 que abraza a los cuatro primeros catalanistas indultados por el intento de regicidio de Alfonso XIII conocido como el Complot de Garraf es Lola Anglada, que ya hab¨ªa recogido firmas para su liberaci¨®n y organizado una exposici¨®n de sus dibujos en las Galer¨ªas Maragall para recaudar fondos para ellos, gan¨¢ndose el sobrenombre de ¡°la marona dels presos¡±; tambi¨¦n es la feminista que impuls¨® la presencia de la mujer y colabor¨® en revistas militantes, en su af¨¢n ¡°de que la mujer llegue hasta donde pueda llegar el hombre; pero por otro camino, diferente, nuestro y peculiar¡±, como aseguraba en una entrevista en 1929. Y la republicana sin fisuras, periodo que le permiti¨® manifestar su pasi¨®n por Catalu?a y por Francesc Maci¨¤, a quien hab¨ªa conocido en Par¨ªs en los a?os 20 y con quien se carte¨®¡
La Lola revolucionaria tambi¨¦n asoma en los dibujos que, a manera de apuntes al natural, realiza a pie de calle en Barcelona tras el alzamiento fascista de julio de 1936. No lo duda un instante: parece dispuesta a crear una cr¨®nica visual de esos primeros d¨ªas. Y se le ocurre salir casi a diario, a buscar ¡°los personajes de la revoluci¨®n y de la guerra¡±, combatientes ¡°de todos los colores y de todo tipo¡±. Y as¨ª, en la puerta de la iglesia de Betlem, capta a una mujer con un vestido y zapatos de tac¨®n¡ pero con una pistola en la mano y un cintur¨®n cargado de bombas; en L¡¯Hospitalet, a unas milicianas con el gorro rojinegro; en el cuartel Carlos Marx, desfiles de toda forma y condici¨®n donde, de 10 figuras, cuatro son f¨¦minas¡ Y en las Ramblas, su personaje m¨¢s inquietante: una mujer tocada con una boina negra que luce una calavera con las tibias cruzadas; junto a ella, anota ¡°Batall¨® de la Mort¡±, o sea, la columna de anarquistas internacionales que pronto ser¨ªa aniquilada.
Los dibujos, originales, y que la joven artista escondi¨® tras el desenlace de la guerra civil, as¨ª como un buen n¨²mero de publicaciones y fotograf¨ªas, forman parte de la eximia pero intencionada exposici¨®n Lola Anglada, poderosa memoria, que el Museo de Historia de Catalu?a de Barcelona acoge hasta el 24 de septiembre y que hace aflorar esa cara oculta de la famosa ilustradora. Casi frente por frente a las reproducciones de las estampas montserratinas de 1947 (el abad Escarr¨¦ le encomend¨® diversos trabajos para sacarla del ostracismo tras la contienda) se contraponen en la muestra las 46 ilustraciones que Anglada realiz¨® para el semanario Nosaltres sols! (1931-1934, traducci¨®n aproximada del Sinn Fein irland¨¦s) del grupo independentista del mismo nombre y con el que simpatizaba. ¡°La imagen parece a menudo la de una madre de Dios, y en general tienen hasta un punto goyesco¡±, aseguran ante esos dibujos, mayormente de mujeres j¨®venes o madres con hijos, las dos comisarias de la muestra, N¨²ria Rius y Teresa Sanz, remarcando la utilizaci¨®n sutil que la artista hizo de la imagen de la mujer como met¨¢fora de la Catalu?a oprimida.
La preocupaci¨®n por el papel de la mujer la llev¨®, por ejemplo, a fundar y dirigir publicaciones espec¨ªficas como La Nuri (12.000 ejemplares, experiencia que la dictadura de Primo de Rivera acot¨® entre 1925 y 1926), a colaborar en Claror (1935, cabecera propuesta por ella) y Feminal (1925) y escribir libros como Margarida (1928), de clara intenci¨®n pedag¨®gica y con una protagonista un punto d¨ªscola y atrevida, ¡°una copia figurativa de mi alma¡±, acab¨® reconociendo. Un libro que el franquismo no amnisti¨®, como En Peret, hasta 1949.
Algunos pinceles y esbozos de originales (como el del famoso El m¨¦s petit de tots, cuya figura del escultor Miquel Paredes se acabar¨ªa vendiendo a tres pesetas, a cinco --con peana-- y a 7,50 ¨C?para coches!-- y cuya libro ilustrado Anglada cre¨® en s¨®lo 15 d¨ªas) sirven para cerrar la exposici¨®n. No es balad¨ª: la artista, deprimida por el resultado de la guerra y vista mayormente en Tiana donde viv¨ªa como separatista y roja, se encerr¨® en su casa. ¡°Esta vida llena en mi taller me alejaba del temor de ser detenida por los capitostes de Franco. En ese escondrijo, yo me encontraba segura (¡) mi deber era quedarme en Catalu?a pasara lo que pasara¡±, escribi¨® en 1940 en unas memorias in¨¦ditas que pespuntean la exposici¨®n y que trabajan las dos comisarias para una futura edici¨®n. Otra cara oculta de Lola Anglada.
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