Demasiado caf¨¦
La demanda de autogobierno fue una constante en Euskadi y Catalu?a a lo largo del siglo XX, y una consecuencia de la chapucera configuraci¨®n de Espa?a como estadio nacional durante el siglo anterior. Todos los intentos de instauraci¨®n democr¨¢tica han tenido que afrontar ese problema. La llamada Transici¨®n tambi¨¦n lo hizo, pero los dos grandes partidos encontraron una f¨®rmula para desactivar esa demanda: extender el autogobierno a todas las regiones y neutralizar as¨ª el efecto particularista de territorios con una evidente conciencia nacional.
El famoso ¡°caf¨¦ para todos¡± se impuso como un ant¨ªdoto pol¨ªtico, pero revela ahora, en tiempo de vacas flacas, un perverso efecto econ¨®mico. Ha generado una administraci¨®n elefanti¨¢sica, que no respond¨ªa a una verdadera demanda popular pero que ahora, como todo constructo burocr¨¢tico, no es eliminable para no suscitar indignaciones sobrevenidas. La misma renuencia a utilizar el t¨¦rmino federal y sus mecanismos constitucionales permiti¨® que las nuevas satrap¨ªas tejieran redes clientelares, hicieran de las cajas de ahorros huchas a su servicio y promovieran formas de gesti¨®n caciquil, resucitando las peores maneras de la Espa?a canovista.
Ahora, el Partido Popular emprende una cruzada contra el dispendio p¨²blico. Cuenta con la incomprensi¨®n general: tres d¨¦cadas adoctrinando a la ciudadan¨ªa en la idea de que el estado puede encargarse de todo tienen un precio. Pero el PP no est¨¢ en condiciones de quejarse al respecto: ellos han sido responsables (y beneficiarios) de la creaci¨®n de un estado fara¨®nico, ineficaz y, sobre todo, extraordinariamente caro, que no buscaba honrar a las regiones sin conciencia nacional, sino instrumentalizarlas frente a las que s¨ª la ten¨ªan.
El artificio auton¨®mico se revela en paradojas incre¨ªbles. Una de ellas es la Disposici¨®n Adicional segunda del estatuto reformado de la Comunidad Valenciana, que bajo una eufem¨ªstica redacci¨®n viene a decir lo siguiente: ¡°Estamos satisfechos con nuestras competencias, no tenemos ninguna demanda al respecto pero, cuidado, si alguna autonom¨ªa arranca una cuota mayor de autogobierno, aqu¨ª estamos nosotros para que se nos aplique tambi¨¦n¡±. La mezquindad pol¨ªtica, la cicater¨ªa y la envidia que inspiran una disposici¨®n legal semejante demuestran lo escasamente ejemplar que es el estado de las autonom¨ªas y los insanos sentimientos que suscita.
El r¨¦gimen auton¨®mico fue una herramienta para neutralizar la din¨¢mica centr¨ªfuga de territorios muy concretos. El costo pol¨ªtico, en su momento, fue inexistente, incluso ten¨ªa su rentabilidad: bastaba con hechizar a regiones sin aspiraciones de autogobierno, a las que jam¨¢s hab¨ªa inquietado todo esto, insistiendo en que ten¨ªan el mismo derecho que vascos y catalanes a una parafernalia nacional. Pero ahora se revelan los efectos inesperados de aquella estratagema: que resulta car¨ªsima.
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