El r¨ªo les salv¨® la vida, pero el fuego devor¨® todo su reba?o
Tres pastores se libran del incendio que acaba con la vida de sus 500 ovejas Una excavadora carga animales completamente quemados e hinchados y con las tripas fuera
Ramon Puigmal gira la cabeza para llorar, se esconde. No ha visto nada igual en toda su vida. Y de los incendios del 86 dice lo mismo que toda la comarca: ¡°Aquello no fue ni la mitad¡±. Ramon es amigo de Can Sistu, como se conoce a la familia de Lloren? Bret, el ganadero al que las llamas arrebataron un reba?o de los dos que tiene. De 500 ovejas se salvaron solo 10. Los tres pastores est¨¢n vivos porque en el ¨²ltimo momento se tiraron a una balsa del r¨ªo. Est¨¢n en la carretera de Biure a Boadella, frente al desv¨ªo del castillo de Mont-Roig.
Tienen los brazos y ropa completamente negra, la cara roja y los ojos encendidos. Apenas han dormido. ¡°Un poco s¨ª, para olvidar esto¡±, dice David Joan, uno de los nietos del Sistu. Lo dice sentado en una piedra de la carretera, mientras a su espalda una excavadora carga ovejas muertas. Una pala y otra y otra¡ se va un cami¨®n y llega otro vac¨ªo: animales completamente quemados e hinchados, muchos con las tripas fuera.
A David tuvo que arrastrarle Marc Mart¨ª, otro de los pastores. ¡°No te lo puedes ni imaginar, llov¨ªa fuego. Entre las chispas, las explosiones y las llamas hab¨ªa fuego por todos lados¡±. La virulencia del fuego explica que justo frente al camino donde se amontonan las pobres ovejas haya un prado verde, al que las llamas respetaron. ?Por qu¨¦ no se resguardaron all¨ª los animales? ¡°Es que ahora lo ves verde, pero era una nube de humo negro bajo una bola de fuego¡±, lo dice Marc. Y se?ala a David: ¡°?l no quer¨ªa abandonar a los animales, si no le arrastro, pringa¡±. El nieto del Sistu cuenta que bajaban de Agullana huyendo del fuego, pero que solo ellos se pudieron salvar. ¡°Lleg¨® un momento en que las ovejas se amontonaron y se quedaron paralizadas del miedo, no hab¨ªa forma de moverlas, ni d¨¢ndoles con los palos¡±. La imagen es brutal, cuerpos de animales hinchados y hacinados de lado a lado del camino. ¡°Es que no era solo tramontana, era eso y carriguenc, y levante¡ un remolino de fuego¡±.
El otro reba?o del Sistu corri¨® mejor suerte. ¡°El pastor estaba cerca de la carretera y se lo llev¨® debajo del puente del Ricardell¡±. Esto lo cuenta de nuevo Ramon Puigmal, el amigo del Sistu. Ha bajado hasta Biure, donde est¨¢n los corrales del ganadero, a amontonar ceniza para que los animales puedan volver y pasar esta noche a resguardo. Adem¨¢s del olor de esti¨¦rcol quemado, insoportable, dan mucha pena los perros, chamuscados pero vivos, que no tienen fuerzas ni para ladrar a los desconocidos. Y la imagen m¨¢s bestia, un gato sentado en lo alto de una viga al que cualquiera dar¨ªa por muerto si no fuera porque de vez en cuando mueve la cabeza. ¡°Se ha quedado ciego¡±, dice de nuevo entre l¨¢grimas Ramon.
Apenas se distingue qu¨¦ llenaba hasta ayer la nave del Sistu. ¡°Esto eran seis o siete mil kilos de grano¡±, se?ala. ¡°Esto dos tractores, esto una cosechadora, Dios m¨ªo, lo del 86 fue muy gordo, pero esto¡¡±.
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