Feij¨®o y la luna de Valencia
Nadie ha hecho tanto como N¨²?ez Feij¨®o por desprestigiar el autogobierno de Galicia
Estamos a la espera de lo que se decida en instancias superiores. Cuando eso ocurra, el mazazo va a ser, otra vez, de ¨®rdago. Pueden hacer apuestas acerca de cu¨¢nto nos habremos empobrecido al final de todo esto, si es que todo esto ¡ªsaquear a los pobres para rescatar a los ricos¡ª tiene un final. Mientras tanto, los camarotes de G¨¦nova cada vez se van a ver m¨¢s atestados de almas en pena, algunas con mando en plaza, pero ya afligidas por la quiebra que les va a infligir el anunciado rescate europeo. Hace s¨®lo un a?o el PP pod¨ªa aspirar a sustituir al PSOE como el partido que articula Espa?a. Hoy los viejos timbales suenan entre ruinas: las del Estado de Bienestar espa?ol. Una vez m¨¢s, la derecha va a quedar en el imaginario colectivo si no como causante de la cat¨¢strofe, al menos como liquidadora de una ¨¦poca dorada que se vivir¨¢ con nostalgia cuando la atm¨®sfera est¨¦ menos enrarecida.
El PP se est¨¢ derrumbando a ojos vista, como antes lo hizo el PSOE. Y las dos cosas eran previsibles. A ambos partidos les costar¨¢ Dios y ayuda volver a ganar un prestigio que, por las razones que fuere, unas justas y otras no, han dilapidado. Es cierto que hay mucha demagogia en la actual inquina popular contra la partitocracia ¡ªtal vez la misma gente besaba no hace mucho la tierra que pisaban. Pero no cabe duda de que nos encontramos ante una crisis sist¨¦mica. La pr¨¢ctica totalidad de las instituciones del Estado, desde el Rey hasta el Tribunal Constitucional, pasando por los principales partidos, viven momentos aciagos que cabe se prolonguen en el tiempo. Tambi¨¦n es abrumador el desprestigio de las elites financieras y empresariales. No s¨®lo del se?or de Marsans. Los bancos y las constructoras, otrora buques insignia, son hoy el hazmerreir y, sobre todo, el hazmellorar de la gente. Y ya no hay intelectuales con un papel de gu¨ªa similares a los de la generaci¨®n de Aza?a y Ortega.
Es muy posible que esa depresi¨®n colectiva de lugar a un tiempo-eje como el que vivi¨® Espa?a hace ya m¨¢s de un siglo, en el 98. Fue entonces cuando se trazaron las l¨ªneas maestras de lo que el siglo XX edific¨®. Tal vez tambi¨¦n nosotros estemos ahora al comienzo de una reconfiguraci¨®n. Las instituciones, la planta entera del estado, la propia estructura social pueden mutar muy r¨¢pidamente. Hoy todo est¨¢ en causa. ? Todo?. No todo. Muchas comunidades aut¨®nomas pueden difuminarse como marcas en el agua ¡ªes el caso de Galicia, me temo. Otras, como Catalu?a y Euskadi, confirmarse como sociedades distintas, al estilo quebequ¨¦s. Lo que no parece estar en discusi¨®n, sin embargo, es el sistema impositivo. Alguien dijo que si los asalariados supieran c¨®mo funciona la fiscalidad en Espa?a habr¨ªa una revoluci¨®n. No est¨¢ prevista, sin embargo.
Pero en fin, cesemos en estas divagaciones. Yo no s¨¦ si Feij¨®o va a perder las elecciones, pero creo que Feij¨®o s¨ª lo piensa, o lo teme. La maniobra de reducir diputados es c¨¢ndida: se le ve todo, como a ciertas se?oritas. Tambi¨¦n burda y grotesca, incluso brutal. Una victoria con esas malas artes desprestigiar¨ªa no s¨®lo al Gobierno, sino a la instituci¨®n, la autonom¨ªa, que ha de estar por encima de esa mezquindad. Pero se entiende en Feij¨®o: nadie ha hecho tanto como ¨¦l por desprestigiar el autogobierno. Su cabeza est¨¢ organizada como la de un provinciano nato. Est¨¢ resentido por no ser madrile?o y capitalino, que es lo que justificar¨ªa sus afanes. Es in¨²til intentar explicarle que Madrid ¡ªenti¨¦ndaseme: un acr¨®nimo para referirse a un cierto complejo de elites econ¨®micas, financieras, pol¨ªticas y medi¨¢ticas¡ª no paga traidores, como reza el viejo adagio romano. Y que si all¨ª quisiera ser o¨ªdo tendr¨ªa que afirmarse aqu¨ª de una manera que es incomprensible para ¨¦l, y para todos los que piensan como ¨¦l.
As¨ª que no podemos justificar esa marruller¨ªa, pero podemos intentar comprenderla. Al fin y al cabo, de cesar como presidente Feij¨®o ser¨ªa un hombre desahuciado. Si es cierto lo que dicen no es querido aqu¨ª, en el PP de Galicia. Y el de G¨¦nova, ya lo hemos dicho, no va a dar grandes alegr¨ªas en un plazo previsible. De hecho, ser¨ªa muy natural que, m¨¢s pronto que tarde, deban producirse elecciones anticipadas que le retirar¨ªan la mayor¨ªa absoluta. En realidad, las pr¨®ximas elecciones gallegas pueden ser una avanzadilla de la fragmentaci¨®n del voto en Espa?a. Adem¨¢s de PP, PSdeG y BNG, otras fuerzas pueden obtener representaci¨®n. En particular, si Esquerda Unida, la Anova de Beiras y Compromiso unen fuerzas podr¨ªan condicionar el futuro gobierno. Un gobierno de PSdeG y BNG o bien, no ser¨ªa extra?o, de un PP en minor¨ªa. Ser¨ªa una situaci¨®n in¨¦dita en Galicia, pero no imposible. Claro que si esas tres opciones concurren por separado Feij¨®o podr¨ªa retener la mayor¨ªa absoluta. En tal caso, esas fuerzas habr¨ªan mostrado que viven en la luna. En la de Valencia, que es a d¨®nde nos mandar¨ªan.
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