Ejecutar a un muerto
La baronesa Mar¨ªa Dolores Parrella muri¨® tras recibir 13 cuchilladas en 1855
Esta es la historia de un vasco fogoso, una se?ora de la aristocracia barcelonesa y su esposo, don Guillem de Plandolit i d¡¯Areny, tercer bar¨®n de Senaller i Gramenet. El suceso tuvo lugar en la calle de la Uni¨®, al atardecer del 19 de junio de 1855. Ese d¨ªa los vecinos se hab¨ªan fijado en un hombre joven, rubio y elegante, que llevaba horas oculto en el portal del n¨²mero 21. Parec¨ªa fascinado observando los balcones de la finca de enfrente, en cuya fachada todav¨ªa sigue existiendo una fuente empotrada, con un ca?o y dos cabezas de s¨¢tiro muy deteriorados. De vez en cuando, un asistente en uniforme se le acercaba y parlamentaban, para regresar despu¨¦s a su acecho. Del balc¨®n espiado sal¨ªa luz; all¨ª viv¨ªa el matrimonio Parrella i Girona, que ten¨ªan hospedada durante unos d¨ªas a su hermana y cu?ada do?a Mar¨ªa Dolores Parrella de Plandolit, esposa del s¨ªndico mayor de Andorra, que hab¨ªa venido a la ciudad a pasar el Corpus y a ver a su familia.
A las ocho de la tarde, los Parrella decidieron ir al teatro. Cuando se abri¨® la puerta de la calle, el matrimonio iba delante mientras la se?ora de Plandolit bajaba poni¨¦ndose los guantes. De pronto, el desconocido se abalanz¨® dentro del edificio, subi¨® unos pocos escalones y sac¨® un cuchillo de monte, que clav¨® hasta en 13 ocasiones en el cuerpo de la baronesa. Los gritos de su cu?ada alertaron a los vecinos e inmediatamente aparecieron unos milicianos que capturaron al asesino. Este no opuso resistencia alguna, con un gesto de triunfo admiti¨® su crimen y dijo llamarse Blas de Durana, coronel de infanter¨ªa del 5? batall¨®n de Cazadores de Tarifa.
El crimen pasional se convirti¨® en el m¨¢s conocido de la Barcelona decimon¨®nica
El detenido fue llevado a los calabozos municipales de la calle de Ferran ¡ªjusto donde ahora se encuentra la plaza Real¡ª, y all¨ª hizo su primera declaraci¨®n. El oficial Durana hab¨ªa nacido en Vitoria dentro de una familia con una larga tradici¨®n militar. Su padre era el brigadier Durana, h¨¦roe liberal de la guerra carlista, y todos sus hermanos serv¨ªan en el ej¨¦rcito. Se hab¨ªa enamorado de Mar¨ªa Dolores cuando estaba destinado en Barcelona. Aunque ella resid¨ªa en La Seu d' Urgell, ven¨ªa con frecuencia para asistir a actos sociales y representaciones teatrales. Hab¨ªa sido durante una funci¨®n cuando el joven enamoradizo se hab¨ªa fijado en aquella gr¨¢cil arist¨®crata.
En poco tiempo coincid¨ªan en todas partes. Alarmada, la baronesa se quej¨® a su marido, que solicit¨® al Capit¨¢n General de Catalu?a Juan Zapatero que trasladase al merodeador de su mujer. De esta manera, Durana fue desterrado a una guarnici¨®n en Lugo. Pero eso no detuvo al tozudo vitoriano, que aprovechaba cualquier excusa para desplazarse a Barcelona, a seguir con su asedio amoroso. Con el tiempo, ese sentimiento fue transform¨¢ndose en frustraci¨®n y odio, al ser testigo de los desdenes que recib¨ªa de su amada. Hasta que totalmente desesperado decidi¨® matarla.
Tras saber que se le condenaba al garrote vil, Blas de Durana se suicid¨® con cianuro
La personalidad de los barones y del coronel levant¨® un gran revuelo en la ciudad, convirti¨¦ndose en el crimen pasional m¨¢s conocido de la Barcelona decimon¨®nica. Mientras la baronesa recib¨ªa sepultura, el coronel Durana fue trasladado a las mazmorras de la Ciudadela, donde supo que iba a defenderle Paci¨¤ Massadas, considerado el mejor abogado de su ¨¦poca. A los tres d¨ªas ten¨ªa lugar el juicio ante una corte marcial. Massadas intent¨® convencer al tribunal de la enajenaci¨®n de su defendido, contando c¨®mo a?os antes hab¨ªa intentado entrar a caballo en el Liceo. Pero el juez fue inflexible y le conden¨® a morir en el garrote vil. La sentencia fue le¨ªda y publicada por las calles, y el 12 de julio se notific¨® el fallo definitivo al reo. Este mostr¨® una gran entereza y redact¨® su testamento. La noche del 13 se despidi¨® de todo el mundo, y esa madrugada se suicid¨® con cianuro.
En la ciudad corr¨ªa el rumor de que las influencias salvar¨ªan al coronel y muchos se?alaban el juicio como una farsa. Por eso, cuando a primera hora de la ma?ana sali¨® el cortejo a la Explanada de la Ciudadela (donde ahora est¨¢ el paseo de Picasso), un gran gent¨ªo estaba esperando para comprobar en persona que se cumpl¨ªa la sentencia. Sobre una camilla, completamente amoratado, sali¨® el cad¨¢ver de Durana. La multitud qued¨® en silencio. Cuatro presos cogieron el cuerpo y lo ataron al garrote, despu¨¦s el verdugo ajustici¨® a un muerto. Sus restos quedaron expuestos a la curiosidad p¨²blica hasta el mediod¨ªa, cuando se le hizo la autopsia y fue trasladado al cementerio. Como escribi¨® Manuel Bofarull en Crims i misteris de la Barcelona del segle XIX, el coronel fue muy previsor y se hizo enterrar en el nicho 3.083 del cementerio de Poblenou, justo al lado de su amada.
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