La cultura sentenciada
"Al crimen del derroche a?adieron la horterada, la flagrante ordinariez de su permanente ostentaci¨®n, como en los reg¨ªmenes totalitarios del pasado siglo"
La actividad cultural y todo lo que ella implica viene siendo una de las principales v¨ªctimas de esta devastadora crisis o estafa global, revoluci¨®n conservadora, guerra mundial silente o como quiera enfocarse este prolongado estado de cosas. Pese a la sacudida a que se ha visto sometido este sector, un silencio atronador, estupefacto, ha amordazado a los profesionales y a quienes est¨¢n soportando las consecuencias de esta situaci¨®n. Se viene insistiendo, en diferentes medios y debates p¨²blicos, sobre proceso de jibarizaci¨®n, banalizaci¨®n y estrangulamiento que va a aplastar al mundo de la cultura. Pero, pese a su urgencia, esa voz de alarma ha quedado atenuada por la solidaria prioridad para dirigir la indignaci¨®n hacia temas de mayor calado social, como la agresi¨®n a la sanidad p¨²blica o a la educaci¨®n p¨²blica, tambi¨¦n esta ¨²ltima vinculada estrechamente con la cultura. Ante los repetidos anuncios de recortes y saqueos en estos sectores tan b¨¢sicos produc¨ªa cierta verg¨¹enza hablar de la cultura, siempre considerada como algo secundario. Sin embargo, dada la gravedad de la situaci¨®n de la actividad cultural es casi obligatorio hacer algunas matizaciones cuyo punto de partida quiere situarse en una perspectiva ¨¦tica, m¨¢s all¨¢ de la penuria econ¨®mica, muy evidente, a la que este sector ha sido desterrado.
La derecha trata de malbaratar, erosionar y herir todo aquello que cost¨® varias d¨¦cadas construir con esfuerzo y est¨ªmulo p¨²blico
En primer lugar, hay que precisar que la crisis del mundo cultural no es en absoluto una consecuencia, ni tan s¨®lo un efecto colateral, de la situaci¨®n econ¨®mica. La cultura estaba sentenciada por la derecha espa?ola que hoy gobierna con mayor¨ªa absoluta como un factor estrat¨¦gico m¨¢s en su proyecto de hegemon¨ªa pol¨ªtica e ideol¨®gica, en el que no cabe la independencia de pensamiento, la cr¨ªtica, la creatividad y cada vez cabe, eso si, con mayores estrecheces, la democracia misma. Hay ideolog¨ªa tras las insidiosas actuaciones del poder pol¨ªtico. El Partido Popular, la derecha espa?ola, se ha embarcado en una cruzada radical entre cuyos "objetivos culturales" se encuentra acabar con el pluralismo y hacer derivar los supuestos r¨¦ditos de la actividad cultural restringi¨¦ndolos a meros beneficios econ¨®micos para sus m¨¢s afines y coronar todo ello con el definitivo desguace de las infraestructuras culturales de car¨¢cter p¨²blico. En definitiva, se trata de malbaratar, erosionar y herir, con consecuencias irreparables, todo aquello (infraestructuras, experiencia, profesionales, equipos, tejido empresarial e industrial...) que cost¨® varias d¨¦cadas construir con esfuerzo y el est¨ªmulo del erario p¨²blico.
El tratamiento fiscal a la producci¨®n y consumo cultural, ya fam¨¦licos de por s¨ª, que se ha dado con la subida del IVA y la retenci¨®n del IRPF, equipar¨¢ndolos a cualquier producto de consumo, es una muestra m¨¢s de insensibilidad. Sin embargo, aunque da?ar¨¢ a creadores, productores y consumidores culturales, no es este el aspecto m¨¢s grave de la pol¨ªtica del PP, ya que ser¨ªa reversible a golpe de BOE. Lo peor, lo que viene a romper definitivamente el sentido de la cultura en su vertiente de servicio a los ciudadanos, es la perversa y acelerada enajenaci¨®n de bienes y servicios p¨²blicos culturales que van a ir pasando a manos privadas, cuyos fines ¨²ltimos son, en pura l¨®gica, bien diferentes a lo que promueven y defienden las manos p¨²blicas.
En su ceguera, han pretendido homologar y hacer valer su credo econ¨®mico ultraliberal para todos los ¨¢mbitos sociales y humanos. Algo as¨ª como imponer su idea de modernidad a martillazos o mediante un decreto ley. Es lo propio de un pensamiento romo, incapaz de distinguir matiz alguno que impone que el ¨²nico beneficio de cualquier actividad (tambi¨¦n cultural) es el econ¨®mico y el mejor gestor es, exclusivamente, el privado.
Lo que rompe el sentido de la cultura como servicio a los ciudadanos es la enajenaci¨®n de bienes culturales que pasan a manos privadas
Las privatizaciones de los servicios p¨²blicos, que se han extendido cual destino cruel e inexorable en todos los ¨¢mbitos "sensibles" (educaci¨®n, sanidad), comienzan a ser de obligada aplicaci¨®n en todos los rincones de la cultura. Y esta f¨®rmula m¨¢gica y salvadora a la que apela la derecha con la insistencia de un mantra, es s¨®lo una consigna que ha venido demostrando su ineficacia funcional y su alto coste, ya que se disimulan o se ocultan las generosas subvenciones que acompa?an este cambio de manos publicas a manos privadas. La rentabilidad econ¨®mica y la eficacia, pues, un cuento de navidad, una insostenible coartada.
Sin trampas, sin prestidigitaciones, sin chisteras. No se trata tan s¨®lo de un cambio de orientaci¨®n y de gestores. La derecha espa?ola ha mostrado, casi desde siempre, una escasa sinton¨ªa con la cultura, a no ser que ¨¦sta se hincara de rodillas para ofrendar nuevas glorias pol¨ªticas al PP. Tal ausencia de "complicidad" entre el mundo cultural y el poder del PP ha reavivado el manique¨ªsmo casi patol¨®gico de la derecha, que llega a considerar a los agentes y sectores culturales como enemigos a batir. De tal suerte que, cuando no los ha purgado directamente, como ya se ha hecho en los medios de comunicaci¨®n, ha condenado a gran parte del sector cultural a un humillante estado de resignaci¨®n, obligada complacencia y mendicidad que a duras penas permite su supervivencia. Y otra gran parte de este sector cultural se ha hundido definitivamente en aras de una independencia cada vez m¨¢s cuestionada.
Sin embargo, la derecha valenciana se enfrenta, al mismo tiempo, al desaf¨ªo de conjurar una ¨¦poca en la que ellos mismos desconoc¨ªan el significado de la austeridad, ni siquiera como actitud est¨¦tica. Al crimen del derroche a?adieron la horterada, la flagrante ordinariez de su permanente ostentaci¨®n, como en los reg¨ªmenes totalitarios del pasado siglo, donde desfiles y exhibiciones eran una pr¨¢ctica intr¨ªnseca al poder ?Cu¨¢ntas veces hemos intentado calcular el beneficio cultural para la ciudadan¨ªa que podr¨ªa obtenerse con las cifras multimillonarias gastadas por la Generalitat valenciana del PP en eventos propagand¨ªsticos, en humo, al fin y al cabo!
No ser¨¢ f¨¢cil que, tras haber saboreado las mieles de cierta libertad e independencia, tras haber disfrutado de un desarrollo cultural (aunque incompleto y no exento de errores) sin precedentes desde la transici¨®n democr¨¢tica, aceptemos de buena gana convertirnos en una sociedad mediocre y ¡°modesta¡± en lo cultural, como desea el PP. Una sociedad de se?oritos y proletarios, donde se nos invita o a callar o a partir en desbandada a otros lugares m¨¢s acogedores. Y en desbandada, como los moriscos.
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