El momento
Parece que los catalanes ¡ªaunque por exigua mayor¨ªa a¨² ¡ª quieren independizarse. No s¨¦ c¨®mo se arreglan esas cosas, ni de qu¨¦ manera se puede conseguir que si alguien quiere algo deje de quererlo. Supongo que ofreci¨¦ndole una opci¨®n m¨¢s atractiva o m¨¢s ventajosa, aunque me temo que nada hay m¨¢s atractivo, ni m¨¢s ventajoso ¡ª aunque suponga la ruina, o incluso un calvario balc¨¢nico¡ª para los nacionalistas que lograr la independencia de su naci¨®n. La a?oranza de grandeur que anida en todo nacionalista, abortada por una historia frustrada que ha de cumplir su promesa, lo lleva a minimizar cualquier obst¨¢culo, convencido del destino insuperable de lo que satisface su deseo: su naci¨®n. Pero los deseos mayoritarios tambi¨¦n constituyen un hecho en s¨ª mismos, y ante eso nada cabe objetar. Los que s¨ª son objetables son los argumentos que se est¨¢n utilizando para explicar ese hecho.
El independentismo no es un fen¨®meno nuevo en Catalu?a, como tampoco lo es entre nosotros. Las encuestas de las ¨²ltimas d¨¦cadas sobre los deseos secesionistas de los catalanes ofrec¨ªan unos resultados que oscilaban en torno al 30% de la poblaci¨®n. Lo novedoso es el incremento reciente y acelerado de esa cifra. Y es ah¨ª donde empiezan las explicaciones. Y la raz¨®n de fondo, se la vista como se la vista, no es otra que el fracaso. ?Por qu¨¦ le van las cosas no s¨®lo mal, sino tan mal a Catalu?a? La explicaci¨®n, naturalmente, s¨®lo encuentra causas ex¨®genas, y cuando el mal viene de fuera es l¨®gico buscar la salvaci¨®n dentro de casa. En esas circunstancias, el independentismo halla el camino expedito, pero lo encuentra porque ¨¦l ya hab¨ªa preparado y alimentado previamente esa reacci¨®n: su mayor o menor ¨¦xito s¨®lo depende del momento, pero su mensaje, sea o no efectivo, suele ser, si no el mensaje dominante, el que menor contestaci¨®n encuentra en una sociedad que siempre podr¨¢ recurrir a ¨¦l, en ¨²ltima instancia, como v¨ªa de salvaci¨®n, como refugio, o como consuelo. En Catalu?a, como aqu¨ª, el independentismo ha campado por sus fueros; no as¨ª la opci¨®n contraria. Esperaba su momento, pero lo ha hecho jugando con ventaja.
Valgan como muestra de lo anterior unas palabras de un art¨ªculo, por lo dem¨¢s absolutamente recomendable, de Andreu Jaume en estas p¨¢ginas. Como tantos otros que critican el nacionalismo, Jaume se ve, no s¨¦ si en la obligaci¨®n, de confesar que ¡°nunca ha votado al PP¡±, pero dice a continuaci¨®n, seguramente con la mejor intenci¨®n del mundo, algo alarmante: ¡°pero siente un enorme respeto por sus dirigentes en el Pa¨ªs Vasco, que se han jugado la vida por defender¡¡±. Ni los dirigentes ni los militantes del PP catal¨¢n parecen merecerle el respeto, otra cosa es el acuerdo con sus principios o su programa. ?Tendr¨ªan que soportar para merecerlo el martirio a que se han visto sometidos los militantes y dirigentes del PP vasco? Qu¨¦ distinto se presenta el juego pol¨ªtico para unos y otros en algunas comunidades. Y cu¨¢nto cuesta reconocerlo.
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