Se llama democracia
En las elecciones se decidir¨¢ si Catalu?a abre o no una nueva etapa y, en caso afirmativo, qu¨¦ fuerza pol¨ªtica debe pilotarla
Es bien comprensible que los acontecimientos de la rentr¨¦e pol¨ªtica catalana, y en particular la decisi¨®n del presidente Mas de someterse a las urnas dentro de dos meses con un programa abiertamente autodeterminista, hayan dejado descolocados y at¨®nitos a tantos observadores y actores de la vida p¨²blica. Durante m¨¢s de tres d¨¦cadas, dentro de Catalu?a, los adversarios etiquetaron a Converg¨¨ncia i Uni¨® como ¡°la derecha regionalista¡±, ¡°el autonomismo sin horizontes¡±, ¡°el catalanismo de conveniencia¡±, capaz apenas de gestionar el denostado peix al cove.
En los salones de la pol¨ªtica espa?ola, los l¨ªderes de CiU (Jordi Pujol, sobre todo Miquel Roca y luego Josep Antoni Duran Lleida) fueron percibidos ¡ªy descritos¡ª como vulgares mercaderes, unos expertos en el chalaneo legislativo y presupuestario capaces de vender sus principios a cambio de un par de transferencias, no digamos ya ¡ªen los casos de Roca y Duran¡ª de la m¨ªtica cartera ministerial. Pero lo m¨¢s peligroso de los t¨®picos es que pueden intoxicar y confundir a aquellos mismos que los crearon, y algo de eso parece haber sucedido en el tema que nos ocupa.
Para muchos el Pujol de los a?os noventa, debidamente caricaturizado de fenicio, se convirti¨® en la imagen perenne de CiU, sin que las mutaciones de la sociedad catalana, la evoluci¨®n del propio Pujol desde 2003, los siete a?os de la federaci¨®n lejos del poder o el profundo relevo generacional en la c¨²pula de CDC aconsejasen reevaluaci¨®n alguna del clich¨¦. No, la joven guardia convergente no era m¨¢s que un pu?ado de pijos engre¨ªdos y ultraliberales, predestinados a entenderse con el PP. Impresionan, le¨ªdas hoy, las descalificaciones que algunos rivales dedicaron a Artur Mas en las campa?as electorales de 2003 y de 2006: era ¡°el candidato del PP¡± y, al cabo de tres a?os, ¡°el candidato del PSOE, de Zapatero¡±, completamente desprovisto de curr¨ªculum antifranquista, servil ante los poderes f¨¢cticos, etc¨¦tera. ?C¨®mo iba alguien as¨ª a ponerse al frente de un proceso hacia el Estado propio?
?Cu¨¢ntas personas acudieron a la manifestaci¨®n de la Diada?? ?Estaba Catalu?a en la calle, aquel d¨ªa?
Explicable la sorpresa, no lo ser¨ªa escandalizarse ante la iniciativa pol¨ªtica anunciada esta semana por el presidente de la Generalitat. Las elecciones del pr¨®ximo 25 de noviembre, imprescindibles para renovar su legitimidad antes de emprender un nuevo rumbo que no estaba trazado en el programa con que CiU gan¨® hace dos a?os, son al mismo tiempo el gran mecanismo clarificador de muchos de los interrogantes y las especulaciones planteadas desde el pasado 11 de septiembre. No de todos, pero s¨ª de muchos.
?Cu¨¢ntas personas acudieron a la manifestaci¨®n de la Diada? O, por usar el circunloquio que emple¨® anteayer aqu¨ª mismo Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao, ?estaba Catalu?a en la calle, aquel d¨ªa? Los asistentes, ?quer¨ªan todos la puesta en marcha de un proceso independentista, o muchos se movieron por otros impulsos? Los millones de ciudadanos que no se manifestaron, ?est¨¢n masivamente en contra del lema de la marcha, asienten a ¨¦l, carecen de opini¨®n, pasan de todo¡? ?Qu¨¦ piensa la t¨®pica ¡°mayor¨ªa silenciosa¡±?
Tales preguntas y otras parecidas, que pueden alimentar ¡ªhan alimentado ya¡ª acaloradas discusiones y rotundos pronunciamientos, solo pueden responderse de forma n¨ªtida, limpia y civilizada mediante un procedimiento, y este se llama democracia.
La democracia, claro, la ejercen y la gestionan seres humanos y, por tanto, no es perfecta. Quiero decir que ser¨ªa ingenuo esperar, para las pr¨®ximas ocho semanas, el eclipse total de los partidismos, de las ambiciones personales, del tacticismo, de la demagogia, del juego sucio¡ Con todo, la trascendencia hist¨®rica del momento exige de todos los actores pol¨ªticos, institucionales y medi¨¢ticos el m¨¢ximo rigor en el ejercicio de sus responsabilidades respectivas, tanto m¨¢s cuanto m¨¢s elevadas sean estas. Posturas claras, discusi¨®n franca y serena, respeto intelectual a la ciudadan¨ªa, y evitar igual los cuentos de hadas que los relatos de terror. Todo ello para decidir dentro de un par de meses si Catalu?a abre o no una nueva etapa y, en caso afirmativo, qu¨¦ fuerza pol¨ªtica debe pilotarla. Insisto: a eso se le llama democracia.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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