M¨¢s europeos, pero...
El peso de la econom¨ªa catalana se mantiene en el 19,5% de Espa?a
?Es Catalu?a m¨¢s provinciana que ella misma durante el cosmopolita bullicio cultural de los a?os sesenta y setenta? ?O es el ¨²nico reducto de la modernidad europea en una parasitaria Espa?a? Ni una cosa ni la contraria. Catalu?a es m¨¢s europea, aunque tambi¨¦n el resto: en algunos asuntos, mucho m¨¢s; en otros, no tanto. Fue, seguramente la abanderada espa?ola del europe¨ªsmo al menos desde el manifiesto de las 13 entidades de 1972 que propugnaba la adhesi¨®n al entonces Mercado Com¨²n. Pero desde la inauguraci¨®n del milenio exhibe menos fervor: como la propia Europa sobre s¨ª misma.
Para medir este tipo de fen¨®menos, es mejor usar par¨¢metros cuantificables que impresiones intuitivas. Por ejemplo, sobre el viscoso asunto de los valores. Distintos estudios sociol¨®gicos, como los del Instituto del Mediterr¨¢neo y los de ESADE/Fundaci¨®n Carulla, acreditan una similitud b¨¢sica entre muchas actitudes de los ciudadanos catalanes y las del conjunto de los espa?oles, en un paralelismo que se prolonga a?o tras a?o, con diferencias de ¨¦nfasis, de grado, m¨¢s que de calidad. Los catalanes son algo m¨¢s europeos en asuntos como el laicismo, el papel social de la mujer, el aborto, el trabajo. Pero tambi¨¦n exhiben mayor sesgo que el resto de los espa?oles en otros baremos negativos: su mayor recelo frente a la inmigraci¨®n o el continuo aumento del aprecio de la identidad local frente al cosmopolitismo. Aunque, si bien se mira, el alza de las posiciones endog¨¢micas que preludian el populismo constituye una tendencia en casi toda Europa. Nos parecemos algo m¨¢s a los europeos, tambi¨¦n para lo peor.
Con el ingreso de Espa?a en el club comunitario, la econom¨ªa se europeiz¨®, se coloc¨® en el grupo de cabeza, a pesar incluso de la Gran Recesi¨®n. As¨ª la riqueza, el PIB per c¨¢pita alcanzaba el 84% del de los Doce en 1986, sub¨ªa en 2007-2009 al 121%, en paridad de poder de compra de los Veintisiete (m¨¢s pobres en promedio que los Doce); aunque Madrid y el Pa¨ªs Vasco se situaban por encima. El peso de la econom¨ªa catalana en el seno de la espa?ola se mantuvo (19,5% en 2011; el 19,7% en 2007). Las ventas se orientaron m¨¢s al exterior, sobre todo a Europa (tambi¨¦n el conjunto de Espa?a se abri¨® a otros mercados), mientras las ventas al mercado interior espa?ol disminu¨ªan su peso. Un fen¨®meno, la menor vinculaci¨®n al mercado peninsular, que el soberanismo utilizaba como presunto indicador de la viabilidad econ¨®mica de una Catalu?a independiente. Ese mismo enfoque ideol¨®gico ninguneaba al mercado espa?ol como contrapartida de hecho al d¨¦ficit fiscal. Pero segu¨ªa siendo clave. El super¨¢vit comercial catal¨¢n en Espa?a bordeaba el 14% (promedio del periodo 1995-2008) y constitu¨ªa un contrapunto al d¨¦ficit presupuestario con Espa?a (del 8%, seg¨²n los c¨¢lculos de la Generalitat). La cuota de las ventas al resto de Espa?a declinaba levemente, pero no en t¨¦rminos de lo esencial para la econom¨ªa, su valor a?adido (las ventas menos los elementos comprados que incorporan aquellas). Por debajo, un comportamiento similar lo explicaba: la correcta (ni extraordinaria ni despreciable) adaptaci¨®n del tupido tejido de empresas al marco del mercado ¨²nico de la UE y de la globalizaci¨®n. De modo que en el ¨¢mbito econ¨®mico seguimos siendo tan o m¨¢s europeos¡ pero...
El pero mayor radica en la voluntad pol¨ªtica. Pol¨ªticamente, somos todav¨ªa bastante europeos, aunque enarbolamos un europe¨ªsmo m¨¢s fr¨¢gil. El fervor de presencia aut¨®noma en el mundo y sobre todo en Europa se manifest¨® en especial en las etapas de Jordi Pujol y de Pasqual Maragall, y solo en menor grado entre sus sucesores. La criticada, pero generalmente eficaz red de oficinas comerciales y pol¨ªticas (13 de 27 en el Viejo Continente), la afici¨®n viajera de los primeros presidentes (Pujol realizar¨ªa 374 viajes exteriores, buena parte europeos), para vender exportaciones, atraer inversiones y dar fe de existencia conectaban con su fe europe¨ªsta. Decay¨® entre el nacionalismo dominante. CDC tuvo que convocar un congreso extraordinario en 2004 para endosar por la puerta de servicio un tr¨¦mulo y condicional apoyo a la Constituci¨®n europea. Y prodiga el uso utilitario de su posici¨®n europea como eventual coartada para el alejamiento de Espa?a. ¡°Catalu?a, nuevo Estado europeo¡±, rezaban las pancartas de la Diada de 2012 que patrocinaba el Gobierno de Artur Mas.
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