Ara?azo. As¨ª es la vida
Hoy d¨ªa ha ca¨ªdo en la indigencia tant¨ªsima gente que hay que calibrar a qui¨¦n favoreces, y a qui¨¦n no
Barcelona. Viernes, 14 de diciembre: empiezo el d¨ªa escuchando seis o siete veces That¡¯s life,en la versi¨®n de Sinatra, que la borda: ¡°That¡¯s life/ That¡¯s what all the people say./ You are riding high in april,/ Shot down in may./ But I know I¡¯m gonna change that tune/ When I¡¯m back on top, in june¡±. (As¨ª es la vida, lo dice todo el mundo:en abril vuelas alto, en mayo te echan abajo. Pero yo voy a cambiar esa pauta, cuando vuelva a lo m¨¢s alto: en junio). Y me pregunto: ?Y cu¨¢ndo ser¨¢ el pr¨®ximo mes de junio? ?Dentro de cuatrocientos, de quinientos mil a?os?... ?Y qu¨¦ ser¨¢ eso de estar un d¨ªa ¡°en lo alto¡± y al otro ¡°abajo¡± como si la vida fuera una monta?a rusa, o una partida de p¨®ker? Seg¨²n mi experiencia, es m¨¢s exacto lo que dec¨ªa con voz gangosa el mu?eco de la tele:
¡ªNo estoy ni arriba ni abajo: estoy en medio de la escalera.
En fin, canturreando ese swing sinatresco salgo a la calle y con qui¨¦n dir¨ªas que me tropiezo sino con mi querido amigo Capus. Nos echamos a caminar y hablando de esto y lo otro pasamos por la calle de Proven?a, y ante la porter¨ªa de Caritas vemos la hilera, interminable, de carritos de la compra, de diferentes colores, a cu¨¢l m¨¢s triste, y por all¨ª rondaban sus due?os, qui¨¦n fumando, qui¨¦n hablando, y todos abrumados de preocupaci¨®n. En vez de mirarles observo a Capus y veo en su rostro un rictus amargo, triste. Le pregunto ¡°y ahora qu¨¦ te pasa¡± y me cuenta que es que hace unos minutos, antes de encontrarnos, se ha cruzado con una mendiga anciana:
¡ªEncorvada sobre su bast¨®n, una especie de cayado, avanzaba hacia m¨ª, tendi¨¦ndome un tembloroso vaso de pl¨¢stico para que yo echase dentro una moneda. Parec¨ªa que con ella temblaba el mundo entero. Era rumana. O gitana. O gitana rumana. En fin, fuese lo que fuese, el caso es que no le he dado nada. Lo he pensado una fracci¨®n de segundo, ¡°?s¨ª o no?¡±, pero no, he desviado el paso, he pasado de largo. Y ahora examino ese instante y me pregunto: ?Pero por qu¨¦ demonios no? Y he llegado a la conclusi¨®n de que varios motivos explican mi indiferencia, que explican mi insensibilidad ante el pr¨®jimo desfavorecido.
¡ªArdo en deseos de conocerlos.
¡ªEl primero es que en mi situaci¨®n cualquier euro del que me desprendo lo puedo echar en falta ma?ana. Segundo: hay mucha gente que lleva una vida parasitaria, y me niego a sufragar esa holganza. Y tercero: hoy d¨ªa ha ca¨ªdo en la indigencia tant¨ªsima gente que hay que calibrar a qui¨¦n favoreces, y a qui¨¦n no. Pero a¨²n as¨ª¡
Lanza un prolongado suspiro. Le digo:
¡ª¡°Pero a¨²n as¨ª¡±, ?qu¨¦, Capus? ?A¨²n as¨ª te sientes culpable?
¡ªEs que sigo ¡°viendo¡± a la pobre mujer, que¡ Y yo, quiz¨¢s¡
¡ªS¨ª, claro: piensas que el hecho desnudo, fr¨ªo e irrebatible es que te has cruzado con una vieja pobre y sola, y no has querido ayudarla. ?Verdad?
¡ªS¨ª¡ Siento una especie de¡ ?c¨®mo decirlo?... Un ara?azo en el coraz¨®n¡ Pienso que¡
Yo (lo admito) me lo estaba pasando bomba:
¡ªEl hecho real es que ese ¡°ara?azo¡± te hace sentir bueno. ?Extraes un placer filisteo, morboso, masoquista, de la conciencia de no haberte comportado con un poco de generosidad y luego lamentarlo, y todo a coste cero! Y en el fondo has abusado de esa mendiga, destilando de su pobreza un torcido placer moral. ?Virtualmente te est¨¢s comportando como cualquier se?orito desalmado o negrero de la antig¨¹edad! Esto es monstruoso, Capus. Enti¨¦ndeme: no tu taca?er¨ªa, sino tu examen de conciencia. Tu arrepentimiento te lleva directamente al perd¨®n de ti mismo, y con el solo gasto de un instante de contrici¨®n vuelves a ponerte en sinton¨ªa con El Bien! ?Dios te sonr¨ªe! ?Pero a m¨ª me averg¨¹enzas, me repugnas, querido amigo!
¡ª?Perdona, Ignacio! ¡ªreplica, indignado¡ª. Con tus discursitos y c¨¢balas t¨² tambi¨¦n le est¨¢s sacando jugo a mi anciana mendiga. La usas como proyectil moral contra m¨ª. Le est¨¢s robando su figura casual en la calle, ?pr¨¢cticamente la est¨¢s violando, y encima sin necesidad siquiera de verla! ?Muy bonito por tu parte! ?Es del peor gusto!
Esto me saca de quicio y le escupo:
¡ªPerdona, Capus: ?No es verdad que cuando la anciana mendiga te encaraba, blandiendo su vaso de pl¨¢stico tembloroso, suplic¨¢ndote un c¨¦ntimo, t¨² recelabas, tem¨ªas que quiz¨¢s ella sea m¨¢s rica que t¨², que es una de esas falsas indigentes que cuando se mueren la polic¨ªa irrumpe en su casa y encuentra entre montones de basura una fortuna bajo el colch¨®n? ?Y que precisamente por ese temor a que te timasen un miserable euro has pasado de largo? ?Adm¨ªtelo, amigo m¨ªo! ?Eres un filisteo, te has comportado como un miserable!
¡ªCon amigos como t¨², ?qui¨¦n necesita enemigos? Eres a¨²n m¨¢s desagradable que Houllebecq. Y por cierto, ?a qu¨¦ co?o vienen los versos de That¡¯s life al principio de este art¨ªculo? No pegan ni con cola.
--?Pero a que son bonitos?
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