Tres cuestiones

No por nueva, esta coproducci¨®n del Palau de les Arts pudo eludir tres problemas que son bastante antiguos. El primero, como cabe suponer siendo Pl¨¢cido Domingo quien se ocupa de Francesco Foscari, es la idoneidad de un tenor, por sabio que sea, para ocupar roles de bar¨ªtono.

El segundo marcha, sin embargo, hacia el otro extremo del campo interpretativo, y se refiere al saber decir, al descubrir mediante el canto las sutilezas y los entresijos de un personaje. Incluso cuando ¨¦ste no sea adecuado para un determinado tipo de voz, o cuando la edad del int¨¦rprete ponga en peligro los resultados.

Y el tercero, por ¨²ltimo, tiene que ver con el p¨²blico: muchas veces parece que al cantante se le mida m¨¢s por la potencia que por la belleza de la voz o el arte de manejarla. Es pr¨¢ctica bien conocida: nada mejor para arrancar el aplauso enfebrecido que los agudos en fortissimo. Cosa de vatios, al fin.

En cuanto al primer problema, los mejores momentos de Domingo como el viejo Foscari fueron aquellos donde la partitura le permiti¨® enarbolar el color tenoril que tiene su instrumento por naturaleza y que, todav¨ªa, resulta muy bello en la franja central. Cierto es que, justo por eso, su voz se fusionaba demasiado en los concertantes con la del otro tenor -Ivan Magr¨¬-, perdi¨¦ndose con ello la nitidez del conjunto.

Tambi¨¦n parece m¨¢s adecuado, por la edad -el padre respecto al hijo- un registro m¨¢s grave. Pero ah¨ª enlazamos con la segunda cuesti¨®n: si se sabe decir, si se sabe cantar, si el personaje se expresa con la complejidad debida, el oyente, con raz¨®n o sin ella, puede olvidarse de otras consideraciones: ?un bar¨ªtono con voz de tenor? ?un anciano con voz de joven? ?un cantante que ha perdido las notas altas sin haber ganado gran cosa en los graves? Es cierto, pero en definitiva... ?qu¨¦ bien se ha descubierto el alma del atormentado veneciano!

Les falt¨® mucho a los int¨¦rpretes de Jacopo y Lucrezia en el tan metaf¨ªsico tema del descubrir almas. Ciertamente, Verdi se ocup¨® m¨¢s de la de Francesco, dejando al hijo y a la nuera menos terreno para explorar. Quiz¨¢s por eso parecieron decantarse por la "tercera cuesti¨®n", y lucieron un volumen -sobrado, sobrado- que desemboc¨® en bravos a gog¨® por parte del p¨²blico.