Espa?a tiene un problema
La declaraci¨®n catalana de soberan¨ªa pone en cuesti¨®n la viabilidad de la Constituci¨®n a medio plazo
Es ret¨®rica, no tiene efectos jur¨ªdicos y la verdad es que hay ya un cierto hartazgo de grandilocuencias de este estilo. Pero esto no impide que se trate de un gesto relevante. Lo es. Y lo es porque plantea la cuesti¨®n que est¨¢ siempre en el fondo de la pol¨ªtica, que no es otra que la del poder. A la pregunta ?qui¨¦n manda aqu¨ª? el Parlamento catal¨¢n ha respondido: el pueblo catal¨¢n. Y la respuesta va acompa?ada de la voluntad pol¨ªtica de producir efectos en la presente legislatura.
Llevada al l¨ªmite, la ¡°Declaraci¨®n de soberan¨ªa y del derecho a decidir¡± del pueblo catal¨¢n no encaja con la Constituci¨®n, que solo reconoce soberan¨ªa al pueblo espa?ol. El obst¨¢culo podr¨ªa ser quiz¨¢ salvable si entre las partes hubiera voluntad pol¨ªtica para resolver el problema. Pero no parece ser el caso. De rebote, puede que sea tambi¨¦n un problema para la viabilidad futura de la Constituci¨®n. Quiz¨¢ tampoco salvable si la Carta Magna sigue siendo aplicada e interpretada con los criterios de la minor¨ªa que en 1978 se opuso a su T¨ªtulo VIII. Porque, en un proceso lleno de zigzags, de avances y retrocesos, aquella orientaci¨®n es la que ha terminado por imponerse en Espa?a de una manera que ha resultado inevitable desde Catalu?a.
A la pregunta ?qui¨¦n manda aqu¨ª? el Parlamento catal¨¢n ha respondido: el pueblo catal¨¢n
Ahora que es tiempo de recordar a los padres de la Constituci¨®n, puede ser atinado recordar tambi¨¦n lo que uno de ellos, Miquel Roca, escribi¨® al d¨ªa siguiente de ser conocida la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 sobre el Estatuto de Catalu?a de 2006: ¡°Espa?a tiene un problema¡±, escribi¨®. No dijo ¡°Catalu?a tiene un problema¡±.
El Madrid pol¨ªtico hizo ver que no hab¨ªa le¨ªdo aquel art¨ªculo. E ignor¨® la gigantesca manifestaci¨®n de rechazo a aquella sentencia. Pero, por mucho que se recurra a las t¨¢cticas del avestruz, Roca ten¨ªa raz¨®n. Espa?a tiene un problema porque la Constituci¨®n de 1978, tal como se aplica, ha dejado de interesar a Catalu?a. O, por lo menos, puesto que Catalu?a es muy diversa, al grueso del catalanismo. El catalanismo es una de las corrientes pol¨ªticas democr¨¢ticas que la engendraron y sigue siendo ampliamente hegem¨®nico en Catalu?a. Es uno de los componentes del consenso constitucional. Por si alguien no lo sabe, o no lo recuerda, el consenso constitucional consist¨ªa en que todas las partes que lo sustentaban eran imprescindibles para que resultara funcional.
La Constituci¨®n de 1978 levant¨® tantas esperanzas en Catalu?a porque, entre otras cosas, permit¨ªa un desarrollo del autogobierno cargado de promesas. Ahora, 35 a?os despu¨¦s, el consenso catalanista considera que aquellas promesas se han cumplido solo muy parcialmente. Lo que se juzga insuficiente es, en resumen, el reconocimiento de Catalu?a como naci¨®n y lo que eso implica, pero tambi¨¦n el reconocimiento efectivo de Espa?a a s¨ª misma como Estado plurinacional. A lo que se aspiraba cuando se inclu¨ªa el t¨¦rmino nacionalidad en la Constituci¨®n era tambi¨¦n a otra idea de Espa?a, en la que Catalu?a no era una mera regi¨®n administrativa. La Generalitat exist¨ªa antes de la Constituci¨®n de 1978 ¡ªen el siglo XX, no solo en la ¨¦poca de los Austrias¡ª, pero desde 1978 para ac¨¢ ha debido luchar y luchar precisamente para no ser reducida a eso, a simple demarcaci¨®n administrativa del Estado espa?ol a las ¨®rdenes del Montoro de turno.
Desde 1978 para ac¨¢ ha debido luchar para no ser reducida a eso, a simple demarcaci¨®n administrativa del Estado espa?ol a las ¨®rdenes del Montoro de turno
Las esperanzas de 1978 se orientaban a la materializaci¨®n de este reconocimiento en un autogobierno muy potente. En todo caso, capaz de liberar a los catalanistas del sentimiento ag¨®nico acerca de su supervivencia como naci¨®n que les posee y les angustia. Este reconocimiento no se ha producido de forma suficiente, ni para el componente m¨¢s moderado del catalanismo, representado hoy por el PSC. La realpolitik imperante en Espa?a no la reconoce como tal naci¨®n, ni la idea de la Espa?a constitucional realmente desarrollada en los ¨²ltimos 35 a?os es la de un Estado plurinacional. A eso se crey¨® en Catalu?a que apuntaba en potencia la segunda mitad del art¨ªculo 2 de la Constituci¨®n, pese al retorcimiento a que fue sometido y en su d¨ªa explic¨® con detalle el ponente constitucional del PSUC, Jordi Sol¨¦ Tura.
Esto es lo que hay, guste o no guste, y pese a que ha sido bastante mal planteado por quienes dirigen el proceso que ha llevado a la declaraci¨®n parlamentaria del mi¨¦rcoles pasado. La verdad es que pinta mal, sobre todo porque se est¨¢ desarrollando como un di¨¢logo de sordos.
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