Chapuzas
"El gigantismo viene a ser a la arquitectura lo que el despilfarro al poder"
Uno de los s¨ªntomas de la decadencia de Occidente es la cantidad de gente a la que le trae sin cuidado hacer bien su trabajo, ya se trate de cuadrar un balance, poner baldosas o construir castillos en el aire.
Uno de esos castillos, la Ciudad de las Artes y de las Ciencias, con su ret¨®rica de altos vuelos, se viene abajo. No hay dinero ni para pagar las n¨®minas del personal de la limpieza. Ese gran decorado de primeras comuniones, bodas y bautizos ha costado la m¨®dica cantidad de 1.300 millones de euros. El arquitecto Santiago Calatrava se ha llevado los 94 millones de sus honorarios a Suiza. Pero no es mi intenci¨®n hablarles aqu¨ª del agotador thriller financiero del que estamos todos al corriente, paso a paso, titular a titular, sino de otra clase de chapuzas m¨¢s de diario aunque igual de dram¨¢ticas.
Apenas han pasado siete a?os de la construcci¨®n del Palau de les Arts, y buena parte de la cubierta de trencad¨ªs ha empezado a desprenderse como los azulejos de un ba?o en un bar de carretera o el descampado de una f¨¢brica de vajillas Duralex. El edificio amenaza con el siniestro total.
En tiempos de Hammurabi, si a un arquitecto se le hund¨ªa el terrado, se le ca¨ªa el pelo. Ahora el mundo est¨¢ lleno de arquitectos que no se responsabilizan de sus obras, de ministras de Sanidad que no dan cuenta de lo que pasa en el garaje de su casa y de directoras generales de la Agencia Tributaria que tienen el mismo conocimiento de lo que se traen entre manos que el que puedo tener yo de soldar las juntas de un gaseoducto, por decirlo de alguna manera. Una parte no estudiada de la crisis se explica en buena medida debido a la gran cantidad de gente que en los ¨²ltimos a?os se dedica a un negociado del que no tiene ni idea. Y claro.
No es ya cuesti¨®n de que el dise?o arquitect¨®nico de Calatrava sea de una est¨¦tica discutible porque, como dir¨ªa L¨¢zaro Carreter, en cuesti¨®n de gustos el tuerto es el rey o algo as¨ª, y si una pareja quiere tener en su ¨¢lbum de boda ese Euro Disney para reci¨¦n casados, all¨¢ ellos. Pero si se fijan con atenci¨®n en los pilares curvos del Palau de les Arts que no tienen ninguna funci¨®n reconocida, se dar¨¢n cuenta de que todo el edificio es gato por liebre.
El gigantismo viene a ser a la arquitectura lo que el despilfarro al poder. Si se piensa, toda esa gran c¨¢scara de huevo vac¨ªa montada sobre la nada que es la Ciudad de las Artes responde a la m¨¢s pura expresi¨®n pol¨ªtica del ser¨¤ per din¨¦s que ha llevado al Ayuntamiento y al Gobierno auton¨®mico a la actual situaci¨®n de desahucio en que se encuentra la Comunidad.
La tentaci¨®n de levantar grandes obras fara¨®nicas es innata al poder desde las primeras civilizaciones, as¨ª que no creo que la crisis vaya a poner coto a las construcciones desmesuradas. Pero al menos podr¨ªa servirnos para apreciar la diferencia entre una chapuza y una obra maestra.
Hubo un tiempo en que la gente amaba el trabajo bien hecho. F¨ªjense por ejemplo en la Lotja de Valencia con esas impresionantes columnas helicoidales de 17 metros de altura y los pilares que aguantan los nervios de su b¨®veda de crucer¨ªa. Geometr¨ªa esencial. Empez¨® a construirla hace m¨¢s de 500 a?os un tal Pere Compte, maestro de obras, y cinco siglos despu¨¦s el edificio conserva intacto todo el aliento de la grandeza. Y ah¨ª est¨¢.
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