La medida de la corrupci¨®n
"Nos estamos acostumbrando a escuchar cifras dif¨ªciles de asimilar para describir salarios, bonus y dinero evadido"
Fue Lavoisier, uno de los padres de la ciencia experimental moderna quien afirm¨®: ¡°No se conoce lo que no se puede medir¡±. Para medir es necesario siempre establecer unas unidades de referencia: magnitudes y n¨²meros. Medimos lo m¨¢s cercano a nosotros mismos, como lo gastado en un supermercado en euros, el tiempo transcurrido en minutos, o la distancia a las estrellas en a?os luz. Algunas de esas magnitudes casi se escapan a nuestra capacidad de imaginar; sucede con la distancia a las estrellas; pero tambi¨¦n con algunas magnitudes econ¨®micas, miles de millones de euros, etc. resultan dif¨ªciles de representar en nuestra mente. Recorremos una distancia en coche o avi¨®n o compramos un piso con la hipoteca: miles de kil¨®metros o alg¨²n centenar de miles de euros; sin embargo, para algunas magnitudes superiores, hacerse una idea cabal resulta verdaderamente complicado.
En los tiempos que corren nos estamos acostumbrando tambi¨¦n a escuchar cifras dif¨ªciles de asimilar para describir salarios... de 200.000 euros; bonus de finiquito a empleados de partidos o de bancos p¨²blicos, millones¡. o cantidades evadidas¡ decenas de millones de euros. No es posible llegar a entender del todo que eso sea posible. La escala de lo cotidiano nos la suelen dar nuestras propias experiencias o lo que sabemos que constituye un t¨¦rmino medio. Funcionarios como un catedr¨¢tico de universidad o un juez son personas que suelen vivir razonablemente bien, aunque sobriamente, de sus salarios y que nunca llegan ni de lejos a los de los empleados mencionados. Otros asalariados con fondos p¨²blicos no tendr¨ªan por qu¨¦ duplicar o triplicar las retribuciones de los funcionarios mencionados a los que, adem¨¢s, se les asignan serias responsabilidades.
Se dice (el presidente de la CEOE, hace poco en este peri¨®dico ) que la actividad privada proporciona mucha mejor paga que la de los parlamentarios y otros cargos electos en pol¨ªtica y que por eso los mejores deber¨ªan ser los mejor pagados (?son los electos mejores que esos funcionarios que accedieron a sus puestos tras a?os de estudio y dif¨ªciles oposiciones?). Funcionarios, electos y corruptos son tres colectivos (ser¨ªa de esperar que constituyen lo que en ¨¢lgebra se llama ¡°conjuntos disjuntos¡±) que obtienen sus rentas y ganancias de lo que constituye el dinero p¨²blico.
Porque cuando se habla de esas magnitudes millonarias estamos refiri¨¦ndolas a unas unidades de medida, la cantidad, y de una unidad, los euros. Faltar¨ªa poner m¨¢s inter¨¦s en ¨Cidentificar y destacar la calidad de ese llamado dinero p¨²blico. Todo el dinero p¨²blico procede de dos ¨²nicas fuentes: 1) los impuestos procedentes del trabajo asalariado o de las ganancias l¨ªcitas de los comerciantes honrados y 2) de las posibles rentas del patrimonio o del capital p¨²blico. La magnitud de las cifras de que hablan las noticias de los fraudes nos distraen, casi nos marean, cuando se refieren a las transferencias entre bancos o entre entidades de cr¨¦dito internacional; as¨ª mismo nos espantan las cantidades que algunos llegan a defraudar.
Pero ese caudal no est¨¢ constituido por una nube que est¨¢ encima de nosotros, algo difuso pero al parecer e inagotable. Se trata de nuestro dinero. Porque lo defraudado fue antes, en alg¨²n momento, por ejemplo un dinero que quiz¨¢s alguna empresa regal¨® a una instituci¨®n p¨²blica para obtener favores ¨Cadjudicaciones- pero que luego recuper¨® con creces cuando la instituci¨®n le pag¨® el coste de lo contratado incluyendo los gastos de sobornos y regalos al adjudicador. Es decir con dinero p¨²blico, con nuestro dinero. Cuando se privatiza algo patrimonial, por ejemplo montes p¨²blicos o empresas que debieran ser rentables (de otro modo nadie aspirar¨ªa a ser adjudicatario para gestionarlas) tambi¨¦n se est¨¢ defraudando al patrimonio de los ciudadanos. Es decir: el dinero que la corrupci¨®n maneja ?Fue m¨ªo y de usted lector! Y no es algo que podamos dejar pasar como si de algo ajeno se tratara.
Los medios de comunicaci¨®n nos abruman con las descripciones de las personas e instituciones corruptas, algunas de las cuales llegan a provocar el desmoronamiento de empresas, sociedades, comunidades e incluso pa¨ªses. Las cantidades que se manejan sobrepasan la capacidad de ser imaginadas por las personas normales. Pero no deber¨ªamos olvidar que cuando sabemos de esos flujos de moneda tan astron¨®micos que circulan entre malvados, podemos identificar una parte al menos de lo que circula como lo que a m¨ª, personalmente, me ha sido robada.
Eduardo Peris Mora es profesor de la Universidad Polit¨¦cnica de Valencia (eperis@cst.upv.es)
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