El desaf¨ªo hipocr¨¢tico
De todos los efectos de la crisis, posiblemente el m¨¢s nefasto y preocupante haya sido la obsesi¨®n desmedida por reducir el d¨¦ficit p¨²blico
La situaci¨®n econ¨®mica va haciendo mella en multitud de aspectos, hasta angostar la convivencia para muchos colectivos y ciudadanos. Pero esta primera crisis del siglo XXI se diferencia de otras anteriores por la incidencia que en la misma tiene la astrosa incompetencia de los gobernantes por afrontarla y su palmaria incapacidad de entender las carencias y las medidas de ajuste m¨¢s adecuadas. A lo que se une una proverbial neoliberalizaci¨®n que aprovechando la crisis pretende la?emaciaci¨®n del sector p¨²blico. Parad¨®jicamente emerge en este panorama la Comunidad Valenciana por su controvertida irrupci¨®n al privatizar lo tradicionalmente p¨²blico (sanidad) e intervenir activamente en lo que en puridad corresponde al sector privado (ocio).
No obstante, de todos los efectos de la crisis, posiblemente el m¨¢s nefasto y preocupante haya sido la obsesi¨®n desmedida por reducir el d¨¦ficit p¨²blico por encima de la capacidad efectiva que tiene Espa?a de enjugar tal desequilibrio bajo las f¨¦rreas condiciones en las que se ha planteado, lo que ha conducido a la temida pobreza sobrevenida en las capas m¨¢s d¨¦biles de nuestra sociedad. Todo ello ha tenido lugar en un escenario magistralmente diagnosticado por la acreditada opini¨®n de los m¨¢s brillantes economistas del momento, donde se encuentran premios Nobel de la talla de J. Stiglitz o P. Krugman, quienes nos han advertido que las restricciones en ¨¦poca de crisis no traer¨¢n m¨¢s que sufrimiento profundo a la ciudadan¨ªa y un efecto casi est¨¦ril en las finanzas p¨²blicas. Queda claro que cuando se accede al poder es como despu¨¦s de comer, ?vamos! que las cosas se ven de otra manera. El mantra esperp¨¦ntico que adquiere carta de naturaleza es buscar excusas, como la herencia recibida, justificaci¨®n que se va agotando con el paso de la legislatura, o recurrir al consabido ¡°maestro armero¡± que justifique los desmanes, elevados ahora a la en¨¦sima potencia respecto al pasado. Qui¨¦n no recuerda al personaje pol¨ªtico que mi admirado Alfons Cervera describe como: ¡°¡ Un prodigio de t¨ªo. El verbo hecho agujero negro por donde se extrav¨ªa la raz¨®n. La Biblia en pasta de la elocuencia hueca¡¡±, el cual repet¨ªa incansablemente aquello de que el anterior presidente del gobierno espa?ol era el presidente de los mayores recortes sociales de la democracia, lo cual era una boutade m¨¢s de las muchas con las que tan autocomplaciente individuo le gusta adornarse crey¨¦ndose as¨ª ocurrente. Pero en qu¨¦ lugar estar¨ªan en verdad hoy los recortes de la anterior legislatura y d¨®nde habr¨ªa que reubicar aquellos excesos verbales
Sin embargo, el paraguas de la crisis se ha convertido en una patente de corso para quebrar el estado de bienestar de los d¨¦biles, cabe insistir en ello, pues los m¨¢s ricos lo son todav¨ªa m¨¢s con la crisis, y lo m¨¢s miserable es en el nombre de la crisis restringir la educaci¨®n y la sanidad universal, p¨²blica y gratuita a la que acceden los menos pudientes o las ayudas a la dependencia. Una vez m¨¢s los ricos siguen en sus colegios, en sus cl¨ªnicas y con sus sueldos, primas e indemnizaciones notablemente mejoradas en ¨¦pocas como la presente, viajan, env¨ªan a sus hijos al extranjero y se siguen comprando sus coches de lujo, yates e inmuebles. La desigualdad es lo que m¨¢s crece con la crisis.
En el caso concreto de la sanidad en Espa?a, una vez ya implantado el copago, con toda la imprevisi¨®n y la injusticia que representa no haber contemplado la situaci¨®n econ¨®mica de los diferentes colectivos afectados, ahora nos enfrentamos a nuevos y estresantes desaf¨ªos. Tal es el caso de la sanidad gallega en la que se denuncia ya riesgo de muerte para los pacientes derivado del desbordamiento de las listas de espera como resultado de unos malentendidos recortes. O la sanidad castellano-manchega con sus cierres de urgencias. Por su parte la sanidad valenciana tras liderar la privatizaci¨®n hospitalaria con el controvertido modelo Alzira, ha entrado tambi¨¦n en una espiral peligrosa, especialmente con los pacientes cr¨®nicos. Este verano, por ejemplo, se public¨® una noticia en la que un ves¨¢nico director general de Farmacia se jactaba en un correo electr¨®nico de la haza?a de aumentar la contribuci¨®n en el pago por parte de los diab¨¦ticos (que fue de la nada desde?able cifra de 845% de incremento en las tiras reactivas), lo que conllevaba un ahorro para las arcas p¨²blicas infinitamente inferior al patrimonio espurio de Luis B¨¢rcenas, personaje que confirma que los ricos lo son m¨¢s con las crisis.
El paso siguiente de la sanidad valenciana ha sido proseguir su cruzada equivocada con los enfermos cr¨®nicos, a los cuales se pretende ahora cuestionar la medicaci¨®n, pues se prima a los facultativos para que muestren ahorros reduciendo la medicaci¨®n recetada. La mayor¨ªa de los galenos a buen seguro que har¨¢n caso omiso a tama?o dislate, pero se corre el riesgo de que alguno sienta la tentaci¨®n de apostatar de Hip¨®crates y pretenda demostrar su productividad y compromiso pol¨ªtico recetando por debajo de lo recomendable o de forma inadecuada. Los responsables de la sanidad son adem¨¢s perfectos conocedores de que los medicamentos gen¨¦ricos en algunos casos tienen una efectividad que puede mermar hasta en un 20% el principio activo con respecto al medicamento original. Y no es lo mismo que la efectividad del paracetamol de un gen¨¦rico para un dolor de garganta sea un 20% menos efectivo que si ese porcentaje de infraefectividad se experimenta con una insulina r¨¢pida. Se est¨¢ jugando con el fuego de la salud de las personas, especialmente de los menos favorecidos que no pueden permitirse una sanidad privada donde esto es soslayable.
A la postre, la sociedad tiene una gran capacidad de aguante ante tropel¨ªas de todo g¨¦nero, excepto cuando se interfiere en la educaci¨®n, la sanidad y la calidad de vida de los ciudadanos, medida esta ¨²ltima por un estado de bienestar donde la atenci¨®n de la dependencia, de los mayores, el empleo y los sueldos sean dignos. Hemos tocado fondo y nada de eso est¨¢ ahora garantizado. Es hora ya de advertir a los responsables de tantos desmanes que la paciencia ciudadana tiene un l¨ªmite. Si hace falta dinero para afrontar los excesos de legislaturas de latrocinio que salga de quienes han inducido esta situaci¨®n. Los ahorros deben provenir de reducciones salariales y de privilegios entre la clase pol¨ªtica, recuperar el dinero esquilmado por bancos, cajas y empresas, consorcios o fundaciones p¨²blicas, adelgazar la n¨®mina de sinecuras en todos los ¨¢mbitos de la administraci¨®n, acabar con lo que no se puede sostener, enti¨¦ndase parques m¨®viles para desplazamientos en ciudades donde apenas tiene sentido el coche oficial, adelgazar las dietas y complementos de concejales, alcaldes y diputados, acabar con las desviaciones de n¨®mina en el sector p¨²blico por la v¨ªa de productividades inmedibles, bufandas y otras prebendas, el control de gastos superfluos como la telefon¨ªa m¨®vil tan generalizada a cargo de las arcas p¨²blicas, ordenadores port¨¢tiles, ipod¡¯s, ipad¡¯s, BluckBerry¡¯s, etc., dejar de promover iniciativas imposibles por su nula rentabilidad y reclamar una financiaci¨®n auton¨®mica justa que sabemos que no lo es pero que nadie se atreve a reivindicar ante la cerraz¨®n de los actuales mandatarios.
Vicente M. Monfort es profesor en excedencia de la Universitat de Val¨¨ncia.
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