El tren de toda una vida
La gesti¨®n de las l¨ªneas de cercan¨ªas es compleja, por culpa de unos y de otros, y m¨¢s en la que une el Ripoll¨¨s con Barcelona
El bar est¨¢ cerrado y las cortinas tiradas no disimulan que echaron la llave deprisa y corriendo, en busca seguramente de la fiesta dominical. Tampoco quedar¨ªa muy clara la entrada al hotel de al lado si no fuera por la bandera catalana y la europea que ondean sobre una puerta chapada. Y a nadie se le ha ocurrido en mucho tiempo sentarse un minuto en el fotomat¨®n que se levanta junto a una placa conmemorativa del centenario de la inauguraci¨®n de la l¨ªnea: la firma el Ayuntamiento de Vic con fecha 5-10-1980. No hay m¨¢s signo de vida propia en la estaci¨®n que la de un vigilante de seguridad y un empleado que atiende en una taquilla a los usuarios.
Un se?or mayor se queja porque el interventor no ha querido dar continuidad a su billete hasta La Molina y ha tenido que bajarse en Vic. Una, dos y hasta tres se?oras le reprenden porque la cola no avanza y el tren no tardar¨¢ en pasar. Ninguna se atreve con dos m¨¢quinas autom¨¢ticas que expenden billetes a trav¨¦s de la tarjeta de cr¨¦dito o en met¨¢lico. Al minuto se anuncia por megafon¨ªa la partida del tren con destino a L¡¯Hospitalet por la v¨ªa 1. El r¨®tulo luminoso de la v¨ªa 1, sin embargo, pone en may¨²sculas: Ripoll. Los pasajeros desconcertados se mezclan poco a poco con los impasibles hasta que unos y otros se montan a tiempo en el vag¨®n correcto.
A menudo se impone un silencio sobrecogedor, paso previo al miedo a confundirse; a llegar tarde
Algunos necesitan constatar que no se equivocan de tren y no paran de preguntar a cuantos ya han tomado asiento, acostumbrados a que la informaci¨®n oral y escrita sea contradictoria, cuando la hay, porque no siempre se dan explicaciones. A menudo se impone un silencio sobrecogedor, paso previo al miedo a confundirse; a llegar tarde despu¨¦s porque la media de retrasos es de 20 a 30 minutos; a que el tren se pare por una aver¨ªa nunca solucionada o no arranque por falta de electricidad en la catenaria; a que pase alguna de las muchas cosas que pasan siempre en la l¨ªnea R-3 de L¡¯Hospitalet a Puigcerd¨¤.
El inventario de incidencias resulta sorprendente para quien disfruta tambi¨¦n de un viaje puntual y correcto. Aunque la mayor¨ªa son t¨¦cnicas, tambi¨¦n se cuentan las inc¨ªvicas y hasta las m¨¢s insospechadas. Los viajeros las denuncian porque si no nadie se creer¨ªa que se puede anular un tren porque el maquinista se ha quedado dormido en Puigcerd¨¤. Al personal de Renfe y Adif se le acusa a veces de fomentar huelgas encubiertas como protesta contra la futura liberalizaci¨®n del transporte ferroviario y los trabajadores se quejan por su parte de actos inc¨ªvicos protagonizados por usuarios alborotadores, como ocurri¨® el lunes pasado, o denuncian demoras por obst¨¢culos en la v¨ªa.
La gesti¨®n de las l¨ªneas de cercan¨ªas es especialmente compleja, por culpa de unos y de otros, y m¨¢s en la que une el Ripoll¨¨s y Osona con Barcelona. No se culmina el traspaso de Fomento a la Generalitat y, mientras tanto, se impone la sensaci¨®n de provisionalidad y a veces de desmantelamiento, por m¨¢s que se invierta en accesos, andenes y dem¨¢s infraestructuras. A corto plazo se anuncia que solo quedar¨¢n dos estaciones con personal (Vic y Granollers) y se sabe que en las dem¨¢s dif¨ªcilmente se renovar¨¢n las concesiones a los bares que se ganan la vida a cambio de expender los billetes y, en contrapartida, funcionan como hogar y en alg¨²n caso ofrecen servicios como el wifi y ejercen de librer¨ªa.
Ya no quedar¨¢ negocio para la localidad de paso, a menudo m¨¢s pendiente de la v¨ªa que de la carretera, ni habr¨¢ guarida para resguardarse del fr¨ªo desgarrador y de la negra noche en espera del tren. Imposible preguntar, quejarse o encontrar consuelo en la taquilla. La duda est¨¢ en saber si todav¨ªa quedar¨¢ alg¨²n valiente capaz de subirse al tren desde una estaci¨®n fantasma, entreabierta, mal cuidada o sin mantenimiento, a la larga sustituidas por las m¨¢quinas. Ninguna c¨¢mara podr¨¢ garantizar la seguridad. Ni siquiera la figura del revisor, todav¨ªa en n¨®mina y en danza, atempera una imparable deshumanizaci¨®n.
Hoy el interventor todav¨ªa ri?e a un joven por no haber picado el billete cuando al parecer la m¨¢quina expendedora se ha quedado sin tinta. La discusi¨®n sube de tono cuando un estudiante se interpone para recordar al revisor que alguna vez modifica su reloj a la hora de marcar el ticket para que no conste el retraso y evitar as¨ª que el viajero pueda reclamar un billete gratuito si la tardanza supera los 15 minutos. El control resulta imposible cuando el tren llega a Mollet. La gente se va amontonando, no hay quien encuentre asiento ni se a?aden m¨¢s vagones y el griter¨ªo de peque?os y mayores, m¨®viles de por medio, hace imposible escuchar el aviso de las paradas para desespero de una turista francesa que quer¨ªa bajarse en Parets y est¨¢ en Torre Bar¨®.
El tren ha llegado esta vez puntual, de manera que ha tardado m¨¢s o menos el mismo tiempo que hace treinta a?os, o hace cien, porque la v¨ªa contin¨²a siendo una e igual de lenta y ahora hay que fichar a la salida de la estaci¨®n t¨¦rmino. No hay manera de alcanzar Barcelona desde Vic en menos de una hora y cuarto u hora y media, por 5,70 euros. No mejoran las cosas y aumentan las acciones de protesta y solidaridad de los usuarios, siempre perseverantes, desquiciados porque Renfe no tenga capacidad de respuesta al menor problema, como cuando un viajero pide que le extiendan un billete para llegar a La Molina.
?Y c¨®mo es que usted viaja en tren, con tantos inconvenientes, y no toma el coche o el bus?, pregunto a mi compa?ero de viaje, ilustrador de mil y una aventuras de la l¨ªnea. ¡°Viajo en tren desde mi ¨¦poca de estudiante, hace ya m¨¢s de veinte a?os, cuando nos junt¨¢bamos los lunes y los viernes en un vag¨®n que funcionaba como cord¨®n umbilical entre Vic y Barcelona. All¨ª declar¨¦ un d¨ªa mi amor a la chica que me ten¨ªa loco y me pidi¨® tres d¨ªas de tiempo para responderme. Hoy es mi esposa. Me acostumbr¨¦ a esperar, a la incertidumbre, a viajar sin necesidad de llegar a tiempo sino simplemente de llegar cuando se llega¡±.
No es una cursilada sino la historia de una aventura que indefectiblemente, desde toda la vida, con o sin personal en la estaci¨®n, haya o no bar, exista o no un apeadero de por medio, nunca va m¨¢s de prisa. Hay mucha gente que a diario aguarda al tren. La R-3 movi¨® 6,4 millones de viajeros en 2011.
¡°?Sabe cu¨¢l es mi miedo?¡±, acaba un viajero habituado a las incidencias y a la despersonalizaci¨®n de la l¨ªnea. ¡°Que nosotros seguiremos aguardando al tren, pero un d¨ªa no pasar¨¢ y ser¨¢ para siempre¡±.
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