?Crep¨²sculo de los partidos?
El problema pues no estriba s¨®lo en desembarazarse de los partidos, sino de encontrar los nuevos sujetos pol¨ªticos
Hace dos a?os el PASOK ten¨ªa m¨¢s del 40% de los votos. En los sondeos recientes se mueve en torno a un exiguo 5%. En Italia, el ¨¦xito de la formaci¨®n que encabeza Beppe Grillo, se explica precisamente por ser un no-partido. Entre nosotros, si atendemos a los datos que proporcion¨® el ¡°ObSERvatorio¡± de la SER el lunes 15 de abril (www.cadenaser.com), cerca de un 60% de los encuestados cre¨ªa que la democracia podr¨ªa funcionar sin unos partidos pol¨ªticos que eran vistos como instrumentos de unos pocos. No creo que ello pueda circunscribirse s¨®lo a los pa¨ªses de la Europa del sur y a la particular fuerza con que el cambio de ¨¦poca y la crisis econ¨®mico-financiera les afecta. Ni en Francia, ni en Gran Breta?a ni en Alemania parece observarse que siga inc¨®lume la ¡°democracia de los partidos¡± que caracteriz¨® los reg¨ªmenes pol¨ªticos del siglo XX. Los partidos est¨¢n cada vez menos presentes en el tejido social, mantienen lazos d¨¦biles con sus electores y concentran sus esfuerzos en elecciones e instituciones.
A su alrededor todo cambia. El resto de organizaciones van modificando estructuras, procesos y maneras de funcionar, pero los partidos han ido perdiendo peso social sin alterar formalmente sus maquinarias. Es cierto que las cosas van por barrios, y que no en todos los partidos las cosas se hacen igual. Pero, la deriva de los grandes partidos arrastra a los dem¨¢s, por injusto que ello sea.
No en todos los partidos las cosas se hacen igual. Pero, la deriva de los grandes partidos arrastra a los dem¨¢s, por injusto que ello sea
El problema de fondo es que los partidos, en su versi¨®n est¨¢ndar, son organizaciones anacr¨®nicas en relaci¨®n a un modelo de democracia que ya no puede s¨®lo limitarse a la versi¨®n exigua de representaci¨®n y delegaci¨®n. Pero, al mismo tiempo, resulta por ahora dif¨ªcil imaginar que la emergente fuerza de los movimientos sociales, con toda su pluralidad, pueda generar el impacto deseado sin alg¨²n mecanismo de representaci¨®n y mediaci¨®n. El problema pues no estriba solo en desembarazarse de los partidos, sino de encontrar los nuevos sujetos pol¨ªticos necesarios, la nueva intermediaci¨®n ¨²til, para contribuir a tomar decisiones colectivas e impulsar transformaciones sociales en los escenarios del ¡°finanzcapitalismo¡± postdemocr¨¢tico. Pero, ello deber¨ªa poder hacerse evitando que volvamos a caer en una nueva divisi¨®n del trabajo entre ¡°movimientos sociales¡± y ¡°sujetos pol¨ªticos¡± como la que ya se produjo a inicios del siglo XX. De lo que se trata es de avanzar en formatos de gobierno colectivo en que evitemos la concentraci¨®n de poder y donde se mantenga la capacidad de acci¨®n directa de todos.
El modelo cl¨¢sico de partido ten¨ªa una cierta inspiraci¨®n religiosa, como ya insinu¨® Gramsci, mezclando doctrina, rito y didactismo en relaci¨®n a una poblaci¨®n a instruir y a convencer. El interregno en el que estamos nos muestra transformaciones radicales en los medios de comunicaci¨®n, m¨¢s fragmentaci¨®n y al mismo tiempo nuevas v¨ªas de articulaci¨®n social, m¨¢s ¨¦nfasis en la autonom¨ªa personal, rechazo a liderazgos incontrolados y un conjunto de demandas pol¨ªticas m¨¢s imprevisibles y complejas. Al mismo tiempo, la gente est¨¢ m¨¢s preparada, surgen nuevas experiencias y hay mucho conocimiento accesible y compartido. Los partidos ya no son portadores privilegiados de soluciones y alternativas y no pueden seguir aspirando a monopolizar todo lo p¨²blico. Deber¨ªan m¨¢s bien ayudar a que se condensara y remezclara convenientemente ese conocimiento social con la capacidad de cambiar las cosas. Habilitar, experimentar y potenciar una democracia cognitiva ya existente, favoreciendo su expresi¨®n directa, realista y eficaz en marcos institucionales m¨¢s abiertos, transparentes y flexibles. ?Le tenemos que seguir llamando partido a ese sujeto pol¨ªtico adaptado a la nueva y emergente realidad social? No es ese el problema. Lo que es importante es que sepamos para que necesitamos tal plataforma y que su existencia no anule todo lo dem¨¢s.
Lo que no puede ser es que pensemos en un tipo de sociedad de conocimiento compartido, en que los valores, las formas de operar, la reivindicaci¨®n de lo p¨²blico como algo no forzosamente asimilable a lo institucional, o una mirada de la din¨¢mica econ¨®mica que no est¨¦ enraizada en confundir lo privado con la privaci¨®n, nos lleve a unas formas organizativas ajenas a ese ideario. Las opciones pol¨ªticas que tomemos, deber¨ªan ser consistentes con el instrumental organizativo con que nos dotemos. Ll¨¢mese o no partido.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de ciencia pol¨ªtica de la UAB.
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