Rihanna reina en Barcelona
Triunfo apabullante de la diva de Barbados en su concierto en el Sant Jordi
A la hora prevista para el inicio del concierto, las 21:30h, los teloneros, los disc-jockeys GTA todav¨ªa estaban tronzando t¨ªmpanos. Ella, la estrella, deb¨ªa estar pensando en mantener su tradicional impuntualidad, se ignora si a¨²n en el hotel o ya en los camerinos del recinto. Lo logr¨®, ya que Rihanna sali¨® a escena a las 22:52h, cuando el p¨²blico ya hab¨ªa comenzado a demostrar tibiamente que la paciencia se agotaba. Pero la ca¨ªda de un tel¨®n, ayer en sentido literal, tiene efectos dr¨¢sticos sobre la memoria de un espectador, y todo el mundo que llenaba el Sant Jordi olvid¨® tanto la espera como la ruidosa tabarra dance de GTA. Sonaba el punteo de Mother Mary y se iniciaba el espect¨¢culo. La fiesta comenzada horas antes con el mero hecho de desplazarse festivamente a un concierto, entraba en su parte cenital: Rihanna comenzaba a reinar.
Lo hizo bajo una cabellera rubia, situada en el v¨¦rtice del escenario, agachada, cubierta por una especia de t¨²nica negra que la tapaba por completo. Vozarr¨®n en primer plano, volumen casi atronador y al menos una estatua franqueando a la diva dieron forma al arranque del espect¨¢culo. En la segunda pieza ya qued¨® expedito el escenario dejando ver su enormidad. La diva ya estaba en su parte trasera, cambiada la t¨²nica por un abrigo con pedrer¨ªa, brocados y minipantal¨®n por debajo. Recitaba poderosa?Phresh out the runway mientras bailarines y m¨²sicos , todos de negro, la flanqueaban. El sonido se manten¨ªa potent¨ªsimo, las proyecciones escupiendo im¨¢genes en las pantallas suspendidas sobre el escenario y el griter¨ªo del p¨²blico, apenas audible ante tal estruendo, pon¨ªa la fiesta en t¨¦rminos de decibelios.
Todo en el concierto funcion¨® como en este primer tramo. Unos bajos heredados de la m¨²sica electr¨®nica que hac¨ªan retumbar las tripas, canciones esculpidas a base de recitados cercanos al hip hop pero entonados como en una canci¨®n de soul urbano, la voz tirando a aguda de Rihanna apoyada por dos coristas y qui¨¦n sabe si por pregrabados ¨Cen alguna ocasi¨®n dej¨® de cantar y todo sonaba m¨¢s o menos igual- y todo el protagonismo para el escenario, donde a pesar del tremendo volumen y de la cantidad de elementos que se escuchaban, s¨®lo hab¨ªa 5 m¨²sicos. Las pantallas suspendidas sobre el escenario y las superficies verticales del mismo, a modo de z¨®calos, donde tambi¨¦n se acog¨ªan im¨¢genes, ofrec¨ªan el perfecto entorno visual para el espect¨¢culo
Tiene la cantante un dinamismo salvaje, un apabullar con ritmo
Tras siete piezas rematadas por Numb, el guitarra solista se marc¨® un solo heavy como interludio y el concierto alcanz¨® luego un c¨¦nit tropical cercano al dancehall con?Man down y ya directamente reggae con?No love allowed. A todo esto, Rihanna ya no luc¨ªa camisa de seda negra con short microsc¨®pico y botas de tac¨®n para pisar sometidos, sino botas blancas de mosquetero extraviado y camiseta negra. En?Rude boy dio unos cuantos golpes de pelvis por si hab¨ªa duda de la connotaci¨®n er¨®tica del asunto, que ya con la diva entreabriendo las piernas y cantando?What¡¯s my name alcanz¨® las cotas de evidencia m¨¢s obvias.
Puede que este ambientazo estuviese vinculado al calor que hac¨ªa en el de ayer, primer d¨ªa caluroso de la temporada. Tambi¨¦n debi¨® influir que se trataba de un s¨¢bado, un excelente d¨ªa de asueto que permite extralimitarse con la retaguardia cubierta por el domingo. Y, sin duda, debi¨® influir sobremanera que la propuesta de la diva bailarina es fundamentalmente hedonista, una forma refinada de apelar al desparrame danzante que proponen sus canciones, una mezcla de estilos con la ¨²ltima intenci¨®n de evocar una discoteca sin necesidad de estar en ella. As¨ª el Sant Jordi se convirti¨® en eso, en una enorme discoteca presidida por un escenario por donde, al igual que una tormenta, pas¨® un espect¨¢culo que barri¨¦ndolo todo dejaba sin respiraci¨®n. Eso tiene Rihanna, un dinamismo casi salvaje, un apabullar a base de ritmo, pasos de baile, coreograf¨ªas y canciones que son todas ellas, o casi un ¨¦xito. Abri¨® con?Mother Mary, y hasta la final Diamonds, uno de los sencillos de su ¨²ltimo trabajo,?Unapologetic, apenas hubo momentos para recuperar el resuello.
Apenas hubo en el concierto momentos para recuperar el resuello
Antes ya se intu¨ªa la fiesta en los accesos al recinto. Un grupo de seguidores venidos expresamente de Sevilla luc¨ªan con orgullo unas camisetas en las que se le¨ªa ¡°Los Rihanneros¡±, una adaptaci¨®n al deje andaluz de su pertenencia a un club de fans de la estrella de Barbados. Mucho m¨¢s lustrosos, ataviados de tiros largos, iban los que hab¨ªan adquirido la entrada VIP que acced¨ªan al recinto por la parte de atr¨¢s del Sant Jordi. All¨ª, entre azafatas uniformadas color champagne y varios r¨®tulos que proclamaban en ingl¨¦s la excelencia de sus entradas ¨Cseg¨²n parece lo que viste ha de denominarse en ingl¨¦s-, iban pasando los afortunados. De esta manera entraban parejas en las que ellas parec¨ªan figurantes de un clip musical macerado en erotismo, mientras que ellos, orgullosos de quien llevaban del brazo, luc¨ªan bronceados inusuales para la primavera vivida, cabellos repeinados y un aire general de satisfacci¨®n provocada por el efecto conjunto de la novia espectacular y saberse con capacidad para abonar una entrada VIP Pre Party Show con valor superior a los 150 euros.
Dentro del recinto, y con la luz natural del atardecer a¨²n inund¨¢ndolo, los m¨¢s madrugadores somet¨ªan sus t¨ªmpanos al implacable castigo de dos disc-jockeys GTA que oficiando de teloneros parec¨ªan la mar de contentos, dando botes, diciendo cada dos por tres ¡°Barseloooooonaaaaa¡± y disfrutando en suma de su sesi¨®n de gloria, que se prolong¨® por m¨¢s de hora y media. Orgullosos de su estatus pusieron en peligro la capacidad auditiva de sus espectadores, que corrieron el riesgo de comenzar ensordecidos en concierto de la estrella. Y dado que no se trataba de un festival, los ni?os all¨ª presentes, que haberlos los hab¨ªa, no iban protegidos con los recomendables cascos que les protegen de lo que cuando sean adultos les provocar¨¢ un placer que muchos definir¨¢n como inenarrablemente ensordecedor.
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