En el laboratorio
Emerge de nuevo el eje social y pol¨ªtico de la izquierda frente a los abusos medi¨¢ticos y sentimentales del bloque nacional
La vida pol¨ªtica tiene algo de laboratorio qu¨ªmico, te¨®ricamente inofensivo. Una declaraci¨®n fr¨ªa combinada con la temperatura alta de otra, junto al antecedente de un ¨¢cido reactivo y el precedente de un material inflamable act¨²an como agentes de realidades a veces caprichosas. Incluso la defensa del mal menor, que es el arte de la pol¨ªtica, se convierte en algunos casos en mal mayor imprevisto porque alg¨²n agente se ha comportado fuera de c¨¢lculo.
Hace algo menos de un a?o, la circulaci¨®n p¨²blica de la palabra federalismo era tan exigua y residual que todos creyeron que seguir¨ªa siendo el cad¨¢ver conceptual de la pol¨ªtica espa?ola. Quiz¨¢ lo sea todav¨ªa, pero parece lejos ya la pura risa descacharrante que despertaba la palabra entre los informados a ciencia cierta sobre el futuro. Lo que el analista profeta no suele adivinar son los movimientos de la pol¨ªtica cuando se cree laboratorio bunquerizado o demasiado seguro de sus resultados. Y puede ser este el caso precisamente de la movilizaci¨®n repentizada e impetuosa que lider¨® Artur Mas desde septiembre de 2012, con una legislatura que no lleg¨® ni a demediada.
Entre los efectos del vendaval hay alguno verdaderamente extra?o. Que el soberanismo como fetiche social del independentismo iba a copar masivamente la m¨²sica de los medios p¨²blicos y la mayor¨ªa de los privados pod¨ªa asumirse como natural bajo un poder nacionalista dominante en un pa¨ªs peque?o, con una ¨¦lite pol¨ªtico-social muy endog¨¢mica, con escas¨ªsimos ¨¢ngulos de independencia cr¨ªtica y porosidad reflexiva. As¨ª que por ese lado no hay novedad. O quiz¨¢ tambi¨¦n la hay. Porque solo como pesadilla hubi¨¦semos podido imaginar que en diversos actos p¨²blicos el presidente Mas rebajase su altura intelectual y ¨¦tica al extrav¨ªo demag¨®gico y al mesianismo manipulador. Cuando en la sede de RBA escuchamos a Mas hace poco sus sutiles analog¨ªas entre la Espa?a de 1947 y la Catalu?aa actual, a cuenta de Rovira i Virgili, el rubor que nos asalt¨® a muchos pudo ser parecido al que sonrojaba el rostro de Unamuno ante las mujeres guapas: se le sub¨ªa el pavo, como dice la expresi¨®n castiza.
La izquierda est¨¢ encontrando en esa ficci¨®n de unanimidad el combustible para restituir el orden de sus propios criterios ideol¨®gicos
Un efecto inmediato de aquella fingida unanimidad fue la necesidad de muchos de expresar su discrepancia o, cuando menos, la alarma ante la temible ficci¨®n de un pa¨ªs movilizado en torno a un solo ideal de futuro. Los analistas, polit¨®logos y soci¨®logos lo deb¨ªan saber ya, pero ahora las encuestas y los estudios los conocemos todos y ya no es clandestino ni subversivo reconocer sin m¨¢s que el pastel de las opciones entre autonomistas, federalistas e independentistas se reparte a tres bandas muy equilibradas, con variaciones entre ellas menores y poco relevantes.
Pero la secuela m¨¢s secretamente estimulante se me antoja del todo imprevista. La izquierda est¨¢ encontrando en esa ficci¨®n de unanimidad el combustible para restituir el orden de sus propios criterios ideol¨®gicos. Emerge de nuevo en sus discursos y en su horizonte el eje social y pol¨ªtico frente a los abusos sentimentales y medi¨¢ticos del eje nacional, en que ella misma incurri¨® en pleno tobog¨¢n emocional desde septiembre del a?o pasado. Puede que sea solo una fantas¨ªa nocturna, pero los indicios y los gestos dentro de la izquierda parecen insinuar una nueva toma de conciencia sobre el espacio p¨²blico que la izquierda puede recuperar como ideal, ilusi¨®n y programa.
No estoy seguro de que una monja medi¨¢tica y un predicador laico sean los mejores portavoces, pero s¨ª tengo la seguridad de que la m¨²sica de la izquierda empieza a sonar con otro ritmo y con una agenda m¨¢s o menos visible. Y en ese horizonte el soberanismo independentista podr¨ªa llegar a sonrojarse ante la consistencia, fuerza y necesidad de los ideales de una izquierda civil, social y racionalista. Podr¨ªamos empezar por lo obvio, que es siempre un principio ¨²til: siguen siendo cosas distintas las derechas y las izquierdas, y siguen siendo demostrables de forma f¨¢ctica las diferencias de conducta, pr¨¢ctica, intereses y fines de la derecha y de la izquierda. A veces el laboratorio de la pol¨ªtica lo pone tan f¨¢cil como sucede ahora en el laboratorio m¨¢s grande de Catalunya: el Ayuntamiento de Barcelona.
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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