Abocados al chabolismo
El n¨²mero de asentamientos en Valencia ha repuntado en los dos ¨²ltimos a?os
Cables, una olla rota y algunas barras met¨¢licas son los tesoros que ha encontrado hoy Simona, de 36 a?os, y por los que conseguir¨¢, con suerte, unos cinco euros. Empuja su carrito de vuelta a casa, donde la esperan sus tres hijas y su marido. Para entrar no necesitan llaves. Su hogar no tiene puertas. Viven desde hace tres meses en la nave abandonada de Bombas Gens, cercana al centro de Valencia. Vinieron de Ruman¨ªa hace seis a?os y seg¨²n les han permitido sus escasos ingresos como temporeros agr¨ªcolas, han ido dando tumbos entre distintos pisos, y distintas chabolas, en un esfuerzo continuo por aferrarse a un cable que les permita salir de la pobreza.
"A principios de a?o viv¨ªamos en un piso en Alicante. Era una casa barata que costaba 200 euros al mes sin fianza¡±, cuenta Simona. Pero el lugar donde vender la chatarra estaba a varios kil¨®metros y no ten¨ªan c¨®mo llegar. "La ¨²ltima semana no ten¨ªamos ni pan siquiera". Al volver a Valencia las cosas no fueron m¨¢s f¨¢ciles. "Yo le digo a la asistente social: No quiero dinero, dame trabajo. No me importa trabajar duro, ya lo hago. Cuando se tiene trabajo todo se arregla". Simona llora delante de sus hijas cuando piensa las penurias que pasan: ¡°Todas las noches las paso sin dormir vigilando que a mi ni?a de cuatro a?os no le muerdan las ratas¡±.
¡°Paso las noches sin dormir para que a mi ni?a no le muerdan las ratas¡±
El n¨²mero de asentamientos chabolistas en Valencia ha repuntado en los ¨²ltimos a?os, desde los 13 que el Ayuntamiento calculaba en 2011 hasta los 16 que registra en 2013. Hasta 564 personas viven sin las m¨ªnimas condiciones de habitabilidad en la ciudad, seg¨²n datos municipales. Las cifras muestran una funesta combinaci¨®n: En los dos ¨²ltimos a?os hay m¨¢s familias viviendo en condiciones precarias, menos pisos ocupados y m¨¢s asentamientos chabolistas. Los m¨¢s necesitados est¨¢n migrando hacia la calle. De manera individual o colectiva, pero cada vez m¨¢s visible, cientos de personas duermen cada d¨ªa a la intemperie.
"La mayor¨ªa de personas que viven en asentamientos son poblaci¨®n extranjera porque detectamos que la poblaci¨®n espa?ola, por el momento, tiene otro tipo de redes de apoyo", explica Teresa Navarro, miembro de Cruz Roja. Las comunidades rumana, b¨²lgara y magreb¨ª son las m¨¢s habituales en los asentamientos en los que interviene la asociaci¨®n. Nazaret, Malvarrosa y Quatre Carreres son los distritos con mayor n¨²mero de infraviviendas, seg¨²n datos del Ayuntamiento de Valencia.
Amigos de la dignidad
Cada domingo, desde hace seis a?os, la asociaci¨®n Amigos de la Calle peinan la ciudad en cinco rutas para dar comida, ropa y apoyo a las personas sin hogar. La asociaci¨®n proporciona asesoramiento y asistencia a las familias en condiciones m¨¢s extremas. ¡°A finales de 2007 conversando en una reuni¨®n familiar en mi casa pensamos que hab¨ªa que salir a la calle a repartir bocadillos y caf¨¦ entre la gente que viv¨ªa en la calle porque estaba empezando el fr¨ªo. Lo primero que organizamos fue una ruta para hablar con ellos y ver si quer¨ªan ayuda. ?No pod¨ªamos llegar e impon¨¦rsela!¡±, cuenta Carmen Allendes, una de ls fundadoras de esta asociaci¨®n sin fines lucrativos. ¡°Ahora tenemos un acuerdo con ellos y saben que vamos a llegar. Hay un v¨ªnculo. Saben que hay alguien que no les va a fallar y para la gente de la calle esto es muy importante¡±. Tienen su sede en un bajo situado cerca de la calle del Doctor Manuel Candela y el n¨²mero de socios, de diversas nacionalidades, supera ya los 70.
La primera parada de su itinerario dominical es la calle Beato Gaspar Bono, junto al jard¨ªn bot¨¢nico de Valencia, donde cerca de 150 personas acuden buscando algo que llevarse al est¨®mago. ¡°El top del ranking, seg¨²n sus preferencias, es el bocadillo de pollo. Hacemos diferentes tipos para que ellos tengan la opci¨®n de elegir, por dignidad¡±, cuenta. Los miembros de la asociaci¨®n son ciudadanos que prestan su tiempo y su trabajo de manera voluntaria. "Todo suma: el que viene a conversar, el que trae unos zapatos¡".
La de Carmen no es la ¨²nica asociaci¨®n que trabaja para sacar a las personas de la calle. Muchas organizaciones, peque?as, medianas y grandes llevan tiempo dedic¨¢ndose a los m¨¢s necesitados. ¡°Estamos ante un desastre social y si no nos ponemos las pilas todos, esto ir¨¢ a m¨¢s¡±.
En pleno centro de la ciudad, 20 personas viven en un grupo de chabolas en el llamado Solar de Jesuitas. A escasos metros de un gran centro comercial, el chup-chup de la cazuela en la que hierven cortezas de cerdo para comer sirve de banda sonora a la historia de Sal¨ª (37 a?os), padre de familia rumano que vino a Valencia hace un par de a?os buscando un trabajo. Pero llegaba tarde. La crisis ya hab¨ªa empezado y escaseaban las oportunidades, as¨ª que ha acabado durmiendo en la calle y deseando que la chatarra le permita ahorrar los 100 euros que, dice, cuesta el autob¨²s para volver a su pa¨ªs.
La estrategia municipal para solucionar el problema del chabolismo, con un presupuesto de 588.000 euros en 2013, parece no estar siendo suficiente. El Ayuntamiento de Valencia contrata, por 194.000 euros anuales, a una empresa para diagnosticar el problema y realizar el Censo de Vivienda Precaria. A trav¨¦s de ese diagn¨®stico adjudican viviendas sociales a las familias que no pueden acceder al mercado inmobiliario. Con 564 personas viviendo en condiciones precarias, la Concejal¨ªa de Bienestar Social dispone solo de 7 viviendas municipales pendientes de adjudicaci¨®n, seg¨²n datos del Consistorio. Las organizaciones de ayuda social proporcionan una asistencia clave ante la saturaci¨®n municipal.
"Hay poco trabajo y los ingresos que obtienen de la chatarra son muy peque?os y muy irregulares", explica Carmen Allendes, miembro de la Asociaci¨®n Amigos de la Calle. "Hay que ayudarles a hacer much¨ªsimos tr¨¢mites porque tienen la dificultad del idioma y son analfabetos administrativos", a?ade. Teresa Navarro, miembro de Cruz Roja, describe el principal escollo: "El empadronamiento se necesita para casi todo. Para escolarizar a los ni?os se necesita estar empadronado y para estarlo se necesita una escritura de un piso, un contrato de alquiler o facturas que indiquen d¨®nde vives. Pero ?c¨®mo van a presentar eso las personas que viven en la calle?". La calle es un bucle del que cada vez es m¨¢s dif¨ªcil salir.
Desde que se derrib¨® el asentamiento chabolista de Bonrep¨®s, el pasado mes de enero, sus cerca de 200 habitantes se convirtieron en forzosos n¨®madas urbanos en busca de techo. Algunos de ellos recalaron en el abandonado edificio de la f¨¢brica de Bombas Gens.
Entre toneladas de escombros, barridas meticulosamente despejando el camino hacia el interior, cerca de 25 personas conviven con la miseria en la nave. Las cortinas blancas en las ventanas de esta improvisada comunidad de vecinos indican que sus habitantes se resisten a perder la dignidad.
Hasta 564 personas viven sin condiciones de habitabilidad en la ciudad
"Hace poco sacamos de aqu¨ª a una familia con una ni?a de 11 meses y ahora est¨¢n viviendo en un piso en Sagunto", explica Carmen Allendes a escasos metros de Mireia (15 a?os) que la mira sentada en un sill¨®n hecho girones. Empez¨® a ir al colegio cuando lleg¨® a Espa?a con su familia, pero la vida n¨®mada de su familia ha impedido que contin¨²e escolarizada. "Mireia es muy participativa. Hicimos un curso de alfabetizaci¨®n y nos cant¨® y nos hizo una actuaci¨®n", cuenta Carmen.
Pero Mireia tiene una visi¨®n m¨¢s rotunda de la realidad: "Quiero irme a un centro de menores porque aqu¨ª no puedo vivir. Aqu¨ª las mierdas me comen la espalda. No tengo colegio y no puedo hacer nada m¨¢s que buscar chatarra y cosas. Me gustar¨ªa saber escribir bien, encontrar un trabajo¡ no quiero vivir as¨ª toda la vida".
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