Segunda oportunidad en el Raval
Cuatro familias desahuciadas ocuparon el 8 de julio un bloque que llevaba tres a?os vac¨ªo Apoyadas por la PAH, reclaman un alquiler social Una inmobiliaria compr¨® la finca el d¨ªa 9 y el Ayuntamiento busca una soluci¨®n
El n¨²mero cinco de la plaza del Pedr¨®, en el barrio del Raval, es el paradigma de la especulaci¨®n en el distrito de Ciutat Vella de Barcelona. En 2010, el bloque era propiedad de Dagar Inversiones, una inmobiliaria cuyo principal accionista es Jos¨¦ Mestre Fern¨¢ndez, empresario imputado por tr¨¢fico de drogas. En 2011 la finca era propiedad del Banco de Valencia, entidad rescatada con dinero p¨²blico y que fue absorbida por CaixaBank. Posteriormente, el edificio fue cedido a la Sareb (banco malo), tambi¨¦n gestionada en parte con fondos p¨²blicos. Tras pasar al menos tres a?os vac¨ªo, el 8 de julio activistas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) ocuparon el inmueble con la intenci¨®n de resucitarlo alojando en ¨¦l a cuatro familias que no ten¨ªan casa. Reclaman un alquiler social que no sea superior al 30% de los ingresos de la unidad familiar.
Desde fuera, el viejo edificio no aparenta tener ning¨²n encanto, m¨¢s all¨¢ de las vistas a la plaza. El interior, sin embargo, est¨¢ nuevo. Aunque fue rehabilitado en 2010, los servicios t¨¦cnicos del Ayuntamiento no le han dado la c¨¦dula de habitabilidad por no cumplir los requisitos.
Los pisos fueron rehabilitados en 2010 y por dentro est¨¢n nuevos
En la primera de las cuatro plantas vive Khady, una camerunesa de 33 a?os que lleva 12 viviendo en Espa?a. En 2008, compr¨® un piso en Granollers con su ahora expareja y padre de sus dos hijas peque?as. La perversi¨®n de su caso es un claro ejemplo de mala praxis bancaria. Cuando acudieron a la inmobiliaria para adquirir un piso, se encontraron con que la entidad bancaria les hab¨ªa metido una tercera persona en el contrato de hipoteca, otra inmigrante que no conoc¨ªan. El agente inmobiliario lo justific¨® aduciendo que con los bajos ingresos de Khady no les conceder¨ªan el pr¨¦stamo. As¨ª, se vieron metidos en una hipoteca cruzada.
Cuando ambos se quedaron en el paro, dejaron de pagar las cuotas. Khady prefiri¨® anticiparse a lo que ya era un desahucio anunciado y devolvi¨® las llaves del piso al banco. ¡°Quer¨ªa evitar que mis ni?as presenciaran c¨®mo nos sacaban a la fuerza¡±, reconoce. Tras la traum¨¢tica decisi¨®n, la pareja se separ¨® y ella se mud¨® a casa de su madre, Bombo, que tambi¨¦n reside en Barcelona. Si bien consigui¨® firmar la daci¨®n en pago, Bombo tambi¨¦n perdi¨® su domicilio y, desde entonces, se aloja en una vivienda que le facilita C¨¢ritas. Khady acudi¨® a la PAH porque la situaci¨®n era insostenible. Dorm¨ªan bajo el mismo techo ocho personas: su madre, ella, sus hijas y sus tres hermanos ¡ªuno de ellos aquejado de una enfermedad mental¡ª. ¡°No puedo alimentar a mis ni?as¡±, asegura. Con los 420 euros mensuales de ayuda que recibe Bombo comen todos.
La segunda planta es otro descubrimiento. Mientras en el primero hay dos pisos con dos habitaciones, comedor y ba?o, en el segundo, tercero y cuarto la estructura es otra. Donde supuestamente ten¨ªa que haber dos viviendas, hay cuatro de 30 metros cuadrados, que consisten en una sola pieza con cocina y ba?o. Uno de esos micropisos la ocupa N¨²ria. Era empleada en una joyer¨ªa cerca de la Sagrada Familia. Cuando el due?o decidi¨® cerrar en 2008, ella pens¨® que a sus 58 a?os lo mejor que pod¨ªa hacer era autoemplearse, as¨ª que capitaliz¨® el paro para invertirlo en aquel negocio. ¡°La joyer¨ªa me cost¨® cr¨¦ditos, p¨®lizas de cr¨¦ditos y ahora soy morosa. En el banco me dec¨ªan que, si no ten¨ªa dinero, me buscara la vida¡±, explica N¨²ria.
La crisis se llev¨® la tienda por delante, su casa y, peor a¨²n, su salud. A ra¨ªz del estr¨¦s y la ansiedad, N¨²ria desarroll¨® un herpes z¨®ster muy virulento que a punto estuvo de costarle la vida. No puede contener las l¨¢grimas al recordar la sensaci¨®n de quedarse sin un techo para ella y su hijo de 21 a?os. El 16 de julio consigui¨® la daci¨®n en pago del que hab¨ªa sido su hogar. Sus ¨²nicos ingresos son una pensi¨®n de viudedad de 401 euros. Conocer a personas en una situaci¨®n similar le da fuerzas: ¡°El mensaje de ¡®s¨ª se puede¡¯ es s¨ª se puede lo que quieras¡±, dice.
La mayor¨ªa sobrevive con ayudas que rondan los 400 euros
¡°Estuve a punto de suicidarme¡±, musita Tania, de 38 a?os, entre sollozos. Cuando cinco hombres de la comisi¨®n judicial llamaron a su puerta en 2012 para notificarle el desahucio, se le vino el mundo encima. A?o y medio despu¨¦s, mira con orgullo el bloque del Raval. Uno de los pisos de la tercera planta es ahora su hogar. Sus ¨²ltimos a?os han estado marcados por un fren¨¦tico ir y venir entre Barcelona y Empuriabrava (Alt Empord¨¤), donde compr¨® un apartamento al que se mud¨® con su pareja de entonces. ¡°Cuando nos fuimos a vivir juntos empezaron los malos tratos psicol¨®gicos¡±, recuerda. Huy¨® de Empuriabrava y se instal¨® en una habitaci¨®n en Barcelona. Despu¨¦s, las malas noticias se sucedieron: se qued¨® sin trabajo, no pudo seguir pagando el pr¨¦stamo, y en mayo le diagnosticaron un c¨¢ncer de ¨²tero.
El cuarto piso es el nuevo hogar de Rosario, quien aval¨® a su hija y a su yerno para construir una casa. Tanto ella como sus hijos se quedaron sin trabajo y sin poder afrontar sus deudas. Separada de su marido tras sufrir maltrato psicol¨®gico y aquejada de una atrofia en el ri?¨®n, a los 70 a?os se ha visto desahuciada y forzada a vivir con la familia de su hija en un piso de tres habitaciones. Los seis ¡ªtiene tres nietos de entre tres y 11 a?os¡ª viven de la pensi¨®n de 400 euros de Rosario y el sueldo de su yerno, que ronda los 1.500 euros. A pesar de las muestras de apoyo recibidas, los nuevos vecinos no lo van a tener f¨¢cil. El 9 de julio, un d¨ªa despu¨¦s de que ocuparan el bloque, la inmobiliaria Verteix Inver compr¨® el edificio. El mi¨¦rcoles est¨¢ programada una reuni¨®n entre el Ayuntamiento, la PAH y Verteix para buscar una soluci¨®n. Las familias realojadas esperan que esta segunda oportunidad sea la definitiva.
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