Profec¨ªa autocumplida
Durante m¨¢s de un siglo, la ¨²nica Espa?a audible identifica cualquier forma de catalanismo con el separatismo
Durante el ¨²ltimo tramo del curso pol¨ªtico que estamos concluyendo ha aparecido un nuevo libro del prestigioso colega Borja de Riquer: Alfonso XIII y Camb¨®. La monarqu¨ªa y el catalanismo pol¨ªtico (RBA). Se trata de un texto oportuno ¡ªque no oportunista¡ª y extremadamente sugerente, cuya lectura a la luz de la m¨¢s estricta actualidad suscita abundantes reflexiones.
As¨ª, por ejemplo, incluso para quienes por oficio estamos familiarizados con la historia contempor¨¢nea de Espa?a resulta impresionante recordar, de la mano de las citas y los documentos que aporta Riquer, la tenaz cerraz¨®n, la nula empat¨ªa de la cultura pol¨ªtica espa?ola, del establishment partidista y medi¨¢tico, ante las demandas m¨¢s prudentes del catalanismo m¨¢s morigerado.
En septiembre de 1909, tibias a¨²n las cenizas de la Semana Tr¨¢gica y despu¨¦s de que la Lliga hubiese dado todo su apoyo a la dura represi¨®n ejecutada por el Gobierno de Maura, el l¨ªder de la oposici¨®n liberal, Segismundo Moret, ten¨ªa los bemoles de describir a las gentes de la Lliga como ¡°aquellos que desde?an la patria, que ofenden al ej¨¦rcito y han vilipendiado al Rey¡±. Unos subversivos de la peor ralea, vamos¡
Dos a?os m¨¢s tarde, era el nuevo jefe del Gobierno, Jos¨¦ Canalejas, quien no quer¨ªa que la futura Mancomunitat tuviese el control de la primera ense?anza, porque ¡ªexplica Camb¨®¡ª ¡°dice que har¨ªamos escuelas catalanistas donde ense?ar¨ªan a odiar a Espa?a¡±. Se trataba ¡ªme permito a?adir¡ª de los mismos prejuicios que iba a deplorar en 1916 el presidente de la ya creada Mancomunitat, Enric Prat de la Riba, al quejarse de ¡°las reservas y suspicacias que despierta¡± la obra educativa del ente supraprovincial. Quejas a las cuales el redactor del diario madrile?o La Tribuna, que le estaba entrevistando, daba la siguiente e impagable r¨¦plica: ¡°?No ser¨¢ por darse las ense?anzas en catal¨¢n?...¡±. V¨¦ase si son profundas las ra¨ªces de la ley Wert.
El sistema de poder imperante en Espa?a, parlamentario o dictatorial, ha tratado de deslegitimar las demandas pol¨ªticas, culturales y econ¨®micas catalanas
Pese a tantos desaires y a tantas sospechas, el catalanismo entonces mayoritario persever¨® en su compromiso espa?ol hasta el punto de que, en septiembre de 1918, Francesc Camb¨® era ministro de Fomento. En calidad de tal, acompa?¨® a los Reyes durante las celebraciones del XII Centenario de la batalla de Covadonga y pronunci¨® a lo largo de aquellas jornadas asturianas profesiones de fe muy fervorosas en Espa?a y su grandeza futura. Fue en vano. Conspicuos miembros del establishment madrile?o como el diputado liberal y futuro ministro Natalio Rivas reaccionaron escandalizados ante ¡°el hecho ins¨®lito de que un separatista represente al Poder P¨²blico en el acto solemne de conmemorar el comienzo de la epopeya de la Unidad Nacional¡±. Mientras en Catalu?a se le empezaba a tachar de botifler, Camb¨®, incluso enfundado en la casaca ministerial, era visto desde Madrid como ¡°un separatista¡±.
No hab¨ªa en ello nada personal contra Camb¨®, naturalmente. Desde bastante antes de que, en 1901, dos diputados conservadores (Jos¨¦ Martos y Julio Amado) publicaran un libro alertando a la opini¨®n sobre el ¡°peligro nacional¡± que representaba el por entonces balbuciente catalanismo, y hasta mucho despu¨¦s de que el general Primo de Rivera promulgase el 1923 un Real Decreto Ley para la represi¨®n del separatismo (entendiendo por ¡°separatismo¡± hasta la mera exhibici¨®n de la bandera cuatribarrada), el sistema de poder imperante en Espa?a, parlamentario o dictatorial, ha tratado de deslegitimar las demandas pol¨ªticas, culturales y econ¨®micas catalanas tirando de hip¨¦rbole y demagogia: Catalu?a era en 1900 una nueva Cuba m¨¢s ac¨¢ de los Pirineos, y Pujol en 1993 un sa?udo perseguidor de castellanohablantes.
Durante m¨¢s de un siglo, la ¨²nica Espa?a audible ¡ªsi hay otra, debe de ser pr¨¢cticamente muda¡ª ha identificado cualquier forma de catalanismo, por juicioso y conciliador que fuese, con ¡°el separatismo¡±. Bien, quiz¨¢ al final nos hallaremos ante un caso de profec¨ªa autocumplida, tal como la defini¨® el soci¨®logo norteamericano Robert King Merton: una descripci¨®n de la realidad al principio falsa, pero que suscita nuevos comportamientos en virtud de los cuales aquella descripci¨®n falsa deviene al fin verdadera.
Joan B. Culla es historiador
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