Vac¨ªo de poder
El Estado se autodestruye. Visto desde fuera, cualquiera dir¨ªa que estamos asistiendo al colapso total
A veces es f¨¢cil caer en la tentaci¨®n de la debacle como aquellos ilustres intelectuales de la Generaci¨®n del 98 a quienes les dol¨ªa Espa?a como una herida mal curada. Eso siempre ha sido una cosa muy de escritores a los que la patria les viene m¨¢s apretada que una camisa de fuerza. A estas alturas todos sabemos que la condici¨®n de espa?ol no es una categor¨ªa filos¨®fica seria, sino un incordio que te puede complicar mucho la vida. Pero en el deporte nacional de tirar piedras contra nuestro propio tejado, los poetas m¨¢s excelsos han ca¨ªdo a menudo en el error de confundir el paisaje con el paisanaje.
Es verdad que el pa¨ªs se hunde en todos los frentes: el gobierno, la oposici¨®n, los partidos perif¨¦ricos, la monarqu¨ªa, el Tribunal Constitucional, las compa?¨ªas el¨¦ctricas, los equipos de f¨²tbol, el PIB, los astilleros, el generalato y la reproducci¨®n asistida. El Estado se autodestruye. Visto desde fuera, cualquiera dir¨ªa que estamos asistiendo al colapso total.
Sin embargo, pese al descalabro de las instituciones, no deja de resultar curioso que de puertas adentro las cosas sigan funcionando razonablemente: el panadero contin¨²a en su puesto de combate cada ma?ana, el servicio de limpieza realiza sus tareas, los m¨¦dicos y enfermeros no han abandonado el barco, los peri¨®dicos llegan al quiosco con puntualidad, los electricistas hacen su trabajo, los cines y las librer¨ªas siguen abiertos y los chiringuitos mantienen la cerveza a la temperatura adecuada. Esto en mi opini¨®n deber¨ªa de ser un importante motivo de reflexi¨®n para todos.
Una poblaci¨®n que es capaz de sobrevivir al hundimiento del estado, al derrumbe de sus instituciones y a la incapacidad manifiesta de su clase pol¨ªtica, no es el ¡°intratable pa¨ªs de cabreros¡± que dec¨ªa Jaime Gil de Biedma, sino una comunidad con un alt¨ªsimo grado de civismo que en el momento menos pensado podr¨ªa prescindir de sus dirigentes con una oportuna patada en el trasero para establecerse por su cuenta.
En medio de la ruina econ¨®mica y moral a la que asistimos perplejos cada d¨ªa, el ¨²nico colectivo que ha demostrado su valor es el de la propia ciudadan¨ªa: la gente que no tira la toalla ni en estado de KO, la que hace dos horas de cola bajo la lluvia en Santiago para donar sangre, la que mantiene vivas las redes de solidaridad y consigue parar los desahucios, la que pelea contra viento y marea por defender los servicios p¨²blicos que este gobierno quiere arrebatarles, los m¨¦dicos que se niegan a que la salud se convierta en un coto privado, los colegios que siguen abiertos en verano para que los cr¨ªos coman tres veces al d¨ªa. Los h¨¦roes an¨®nimos de la vida cotidiana como ese se?or de Alcoi que ha corrido con los gastos de once estudiantes que no pod¨ªan hacer frente al pago de sus matr¨ªculas por los recortes en Educaci¨®n
Puede que a algunos intelectuales el suelo patrio se les quede peque?o y la mentalidad de sus compatriotas les parezca poco vanguardista. Tal vez ellos merezcan algo mejor. No s¨¦, una tertulia en Berkeley o una c¨¢tedra en la Sorbona, por ponernos finos. A m¨ª tambi¨¦n me gustar¨ªa tomar el t¨¦ de vez en cuando con algunos exquisitos editores de Bloomsbury, qu¨¦ quieren que les diga.
Pero a la hora de la verdad, prefiero la tropa libre de este pa¨ªs arcadiano y hu¨¦rfano de estado porque, como dec¨ªa Julio Camba, en Espa?a cuando se produce un vac¨ªo de poder y la gente toma las riendas, es cuando al fin las cosas empiezan a funcionar estupendamente, como por arte de magia. Sin Dios, ni amo, ni perro que nos ladre.
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