La cueva
Esta imagen me retrae a otro lugar donde sucede algo m¨¢gico, el vientre materno
Hoy toda la ciudad estar¨¢ hablando de los piratas. Sub¨¢monos nosotros al primer tr¨¢velin que pase cerca y encuadremos a otras gentes, de esas que gustan de contar todo tipo de historias e historietas a los dem¨¢s. Sent¨¦monos con ellos y prepar¨¦monos a viajar, como hac¨ªan nuestros antepasados alrededor de una hoguera, o en las entra?as de alguna cueva, donde seguramente nacieron el cine y el teatro. Cerca de nuestra bonita perla del Cant¨¢brico podemos disfrutar de Ekai, una de las cuevas con arte rupestre m¨¢s importantes del mundo.
Yo, que soy muy dado a historias y he tenido la suerte de visitarla, no he dejado de imaginar, desde entonces, c¨®mo ser¨ªan esos encuentros, el caminar de los asistentes al acto m¨¢gico, despacio, con incertidumbre y respeto, paso a paso, en fila, quiz¨¢s en silencio, intern¨¢ndose cada vez m¨¢s en la cueva. Esta imagen me retrae a otro lugar donde sucede algo m¨¢gico, el vientre materno. Un estrecho corredor, donde solamente es posible transitar tambi¨¦n en fila de a uno, nos lleva al interior. La luz se disuelve y nuestra mirada camina ahora entre los claroscuros que saltan de alguna llama, entre los fantasmag¨®ricos movimientos de las sombras.
Ameztu nos guiar¨¢ y trasladar¨¢
Nuestros ojos se adaptan y descubren ansiosos la primera escena, un grupo de caballos. Parecen pastar tranquilos en una llanura. El cham¨¢n agita la luz invadiendo otros lugares, donde toman cuerpo representaciones de salmones y bisontes. Estas transiciones fueron posiblemente los primeros fundidos encadenados de la humanidad. Me gusta pensar que el maestro de la ceremonia incluir¨ªa ruidos y efectos sonoros para jugar con el eco y construir mejor la ilusi¨®n. Avanzamos por otra sala cruzando por delante de una cabeza animal tallada en la roca y el sonido de las l¨¢grimas de alguna estalactita me hace ser consciente del paso del tiempo, como si fuera un metr¨®nomo ancestral. No dejo de sudar por la humedad, me preparo para lo desconocido.
Esta noche en la Plaza Gipuzkoa tenemos la oportunidad de asistir a algo parecido, rompamos la rutina de estas fiestas, desterremos el helado y corramos a encontrar nuestro hueco. Ameztu nos guiar¨¢ y trasladar¨¢ a alg¨²n lugar entre el sue?o y la vigilia, gui¨¢ndonos a trav¨¦s de su historia, la cual ser¨¢ poco a poco tambi¨¦n la nuestra, a alg¨²n lugar donde el Gobierno no estrangule el arte, donde un acto as¨ª sea algo m¨¢s que un entretenimiento, porque no hay nada m¨¢s antiguo que la transmisi¨®n de emociones y vivencias, sean reales o no, a trav¨¦s de la palabra, el gesto o el movimiento. Algo as¨ª no podr¨¢n enterrarlo. Incluso a la cueva m¨¢s profunda har¨ªamos llegar la luz.
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