La vida a granel
De colonias en frasquitos a mercer¨ªa en la zona m¨¢s caliente del Raval
A medida que pasan los a?os, la ni?ez deja de ser un relato explicativo para convertirse en una serie de im¨¢genes fugaces en blanco y negro, cada una de las cuales tiene la fuerza aut¨®noma de describir sin palabras un momento concreto. Con la edad, las ciudades se transforman en un hervidero de fantasmas, de presencias que se han evaporado, de madalenas proustianas que nos hablan de lugares y espacios que desaparecieron sin dejar apenas rastro. La memoria es una pel¨ªcula troceada en fotogramas que por s¨ª solos carecen de sentido.
El olor de las tiendas de legumbres cocidas, la variedad de colores de las droguer¨ªas, la fragancia de los tostaderos de caf¨¦, o la magia de los ropavejeros donde los chiquillos ¨ªbamos a vender peri¨®dicos y botellas vac¨ªas de cava. Una de esas im¨¢genes es la de las antiguas mercer¨ªas y sus botellitas, frasquitos y cajitas de polvos misteriosos que se vend¨ªan al peso.
Al lado de mi casa hab¨ªa lo que entonces llam¨¢bamos una perfumer¨ªa. Mi madre acud¨ªa a ella con un surtido de envases y se hac¨ªa poner cien gramos de Nenuco, de Aromas de Oriente, de Embrujo de Sevilla, o de C¨¦sar Imperator. Ir a la perfumista era tarea delicada, las mujeres se sentaban junto al mostrador y ol¨ªan, probaban, compart¨ªan opiniones como si aquellas modestas amas de casa fuesen por un momento se?oras versallescas preparando la pr¨®xima soir¨¦e. All¨ª, hasta las vecinas m¨¢s desali?adas ol¨ªan bien. Recuerdo a la dependienta ¡ªuna chica francesa y extremadamente bonita¡ª, como una de las primeras experiencias turbadoras de mi vida.
La mercer¨ªa, vecina de la Filmoteca, est¨¢ en uno de los puntos negros de la prostituci¨®n
A diferencia de las vendedoras de la pesca salada, de la panader¨ªa o de la poller¨ªa, aquella muchacha me dejaba mudo de la emoci¨®n. A¨²n puedo cerrar los ojos y verla en un picado pronunciado, desde mi escasa altura de seis o siete a?os, mientras med¨ªa la cantidad de perfume en un expendedor con muescas, para despu¨¦s rellenar el frasco que le hab¨ªa tra¨ªdo mi madre.
Hay tendencia a confundir el mundo con nuestro mundo, y por ello cre¨ªa que la ceremonia de la venta a granel se hab¨ªa extinguido. Hasta que har¨¢ unos a?os me top¨¦ con este establecimiento ¡ªLa Casa de los Graneles¡ª, ep¨ªtome de la cosa, que con sus colores alegres y su aparador abarrotado me llev¨® de nuevo a una fase anterior de mi existencia. A pesar del nombre, una reciente restauraci¨®n le ha catalanizado la publicidad, ahora vende ¡°Articles de regal¡± y se define como una ¡°Botiga de barri¡±. Antiguamente su publicidad era m¨¢s prosaica y pon¨ªa: ¡°Mercer¨ªa, novedades¡±, ¡°Paraguas y medias¡±, ¡°Nuestro lema, servir bien¡±, ¡°Peines y cepillos¡±.
Estamos en la calle Espalter, junto a la nueva Filmoteca, al ladito de uno de los puntos negros de la prostituci¨®n en Barcelona, a pocos metros del hotel Raval, de la Illa Robador y del venerable bar Marsella, que la desidia puede haber herido de muerte. Entre las mujeres de la vida y los aficionados al cine, este antiguo comercio parece empe?ado en seguir en pie.
La calle Espalter se convirti¨®
Antiguamente, las calles de estos alrededores constitu¨ªan un n¨²cleo de casitas de campo, junto a las que en el siglo XVIII se instal¨® La Galera o prisi¨®n de mujeres. Los propietarios de estos terrenos eran familias como los Sadurn¨ª o los Espalter, que ten¨ªan sus caserones a pie de huerto. Entonces, por estas aceras trasegaban los obreros de la jugueter¨ªa de Juan Salliberi, o de la f¨¢brica de sombreros La Econom¨ªa del empresario Jaime Su?ol. En la misma finca que cobija esta mercer¨ªa hab¨ªa estado la f¨¢brica de zapatos de Mateo Ribatallada, as¨ª como la peque?a peluquer¨ªa femenina de la peinadora Valentina Blasco. La presencia de una c¨¢rcel y la llegada de los primeros talleres cambi¨® su paisaje y Espalter se convirti¨® en un lugar de muy mala reputaci¨®n, donde menudeaban las ri?as y los robos.
En aquellos a?os cobijaba una serie de peque?as tabernas, donde se reun¨ªa el hampa local para preparar los futuros atracos. La cr¨®nica negra tuvo en esta calle uno de sus puntos calientes, sobre todo a partir de la d¨¦cada de 1880. Durante los primeros compases del siglo XX form¨® parte del llamado Barrio Andaluz de Barcelona, donde estaba la famosa taberna flamenca Casa Jos¨¦ Mar¨ªa, el restaurante l'Avi y la tienda de preservativos ¡ªy cl¨ªnica de enfermedades ven¨¦reas¡ª La Mundial. All¨ª, en un barrio cada vez m¨¢s degradado, hab¨ªa una sastrer¨ªa que en los a?os cincuenta se convirti¨® en La Casa de los Graneles. Hablando con una amiga que naci¨® en la vecina calle de Robador, me contaba que su madre ven¨ªa aqu¨ª a comprar la colonia a granel que gastaban en su casa. A ella no le hace falta cerrar los ojos para volver a su infancia, s¨®lo tiene que pararse frente a esta peque?a joya del comercio de anta?o y exhalar un leve suspiro.
?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.