Luchar contra lo que parece inexorable
En muy pocos a?os, las desigualdades sociales han aumentado a los niveles de la primera parte del siglo XX
La forma en que presenta la crisis se acerca a la idea que uno tiene de lo inexorable. Aquello que no permite ni oposici¨®n ni alternativa. La verdad es que llevamos a?os en esa trayectoria y, mientras crece la rabia, no se avanza en la construcci¨®n de alternativas reales. En muy pocos a?os, lo conseguido en Europa en relaci¨®n a la desigualdad va evapor¨¢ndose.
En el mundo, aquellos a los que algunos denominan como Ultra HNWI (High Net Worth Individuals) o personas con un extraordinario capital financiero (el umbral estar¨ªa en los 30 millones de d¨®lares) crecen y crecen, alcanzando una cifra que ronda las 100.000 personas. Son la parte superior de la pir¨¢mide de inversores financieros que han aprovechado a fondo los cambios que se fueron produciendo en los a?os anteriores al estallido de la burbuja. Deslocalizaci¨®n industrial, desregulaci¨®n financiera con liberalizaci¨®n del movimiento de capitales y centralizaci¨®n de las decisiones pol¨ªticas en ejecutivos (a escala estatal y europea) con fuerte componente t¨¦cnico han sido las tres columnas centrales sobre las que el nuevo escenario pol¨ªtico, econ¨®mico y social se ha construido.
Esta constituci¨®n neoliberal es la que genera una gran financiarizaci¨®n de la econom¨ªa, desequilibrando a su favor el balance con los sectores productivos. Es asimismo la que tiende a mercantilizar, a convertir en productos mercantiles, no s¨®lo los sistemas de bienestar, sino tambi¨¦n parcelas de poder institucional consideradas antes como esenciales (seguridad, justicia,¡). Y la que genera, aprovechando la globalizaci¨®n productiva, una tremenda y estructural precarizaci¨®n del trabajo dependiente, con la ca¨ªda de los salarios y la erosi¨®n de las condiciones de vida de las clases medias.
El diagn¨®stico va siendo cada vez m¨¢s claro. Como claros son los efectos en los crecientes desequilibrios sociales. Y va decant¨¢ndose la idea que los "treinta a?os gloriosos" (1945 a 1975) que permitieron en Europa (y con retraso aqu¨ª) reducir la desigualdad social a niveles ins¨®litos, aprovechando las instituciones y pol¨ªticas del Welfare, son y ser¨¢n cada vez m¨¢s, una excepci¨®n.
El neoliberalismo mercantiliza no solo los sistemas de bienestar social, sino parcelas del poder institucional consideradas esenciales como la seguridad o la justicia
Nos recuerda estos d¨ªas Ken Loach con su film El esp¨ªritu del 45, que ese periodo s¨®lo fue posible por la acumulaci¨®n de experiencias y el aprendizaje de las luchas de los decenios anteriores, los efectos de la Segunda Gran Guerra y el temor que despertaba la fuerza de la clase obrera y la presencia de la URSS. En muy pocos a?os, las desigualdades sociales han aumentado a los niveles de la primera parte del siglo XX.
Mientras, la democracia sigue debilit¨¢ndose, incapaz de mantener sus promesas de justicia social y de participaci¨®n ciudadana en la toma de decisiones. Est¨¢n cada vez m¨¢s en cuesti¨®n las f¨®rmulas representativas sin que las de participaci¨®n directa sean a¨²n operativas. Los partidos sufren un descr¨¦dito sin igual, sin que hayamos tampoco encontrado alternativas a la labor de educaci¨®n pol¨ªtica y de articulaci¨®n y de movilizaci¨®n social que hac¨ªan antes de que muchos de ellos se convirtieran estrictamente en aparatos de ocupaci¨®n de espacios de poder y de monopolizaci¨®n de la pol¨ªtica. En este sentido, las responsabilidades de la socialdemocracia (en especial del New Labour) son significativas, ya que ayudaron a que se confundiera ese cambio de r¨¦gimen con un simple proceso de modernizaci¨®n institucional.
Y aqu¨ª estamos. Con datos cada vez m¨¢s alarmantes. Con una Constituci¨®n que se usa como barrera cuando conviene, pero que se incumple cada d¨ªa que pasa si atendemos a los valores y derechos que contiene. Con cada vez m¨¢s ultrarricos que no saben qu¨¦ hacer con sus capitales, con m¨¢s y m¨¢s trabajadores sin trabajo ni rentas, y con crecientes necesidades sociales sin cubrir. Avanzamos inexorablemente hacia un punto en el que s¨®lo podremos cambiar para seguir siendo. Y para tratar que ese cambio sea positivo, necesitamos ir m¨¢s all¨¢ de la defensa, a veces corporativa, de lo que ya tenemos. Articular mejor las din¨¢micas de resistencia hoy dispersas y fragmentadas. Construyendo espacios de autonom¨ªa, de nueva institucionalidad. Espacios de econom¨ªa social y cooperativa con mecanismos de financiaci¨®n del sector, que permitan crecer y asentar otras din¨¢micas. Recuperando en definitiva a la pol¨ªtica como el espacio para luchar contra lo que se nos presenta como inexorable.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas de la UB.
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