Vino con sabor a jazz
Unas 150 personas participan en el Monv¨ªnic Experience dentro del festival de Barcelona
Es un t¨®pico pero hist¨®ricamente el jazz suele asociarse al whisky destilado en graneros alejados de miradas indiscretas y servidos en tazas de caf¨¦ en la lujosa trastienda de alguna funeraria de Chicago. Una imagen mantenida en el imaginario colectivo y que, sin faltar a la verdad ¡ªno olvidemos que el jazz naci¨® en los prost¨ªbulos de Nueva Orleans¡ª, se aleja un poco de la realidad, como m¨ªnimo de nuestra realidad.
Las cosas ya no son iguales. Han pasado muchos a?os desde la abolici¨®n de la ley seca en los Estados Unidos y esta costa que ba?a el Mediterr¨¢neo parece m¨¢s decidida a cultivar vi?as que a destilar whisky casero. Ahora y aqu¨ª parece que al jazz lo que mejor le sienta es el vino. Claro que nada de botell¨®n o tetrabrik, vino de calidad y, sobre todo, con un toque chic. En 2007 la gente de Vilafranca del Pened¨¨s ya se invent¨® el festival Vijazz, que cada verano a¨²na conciertos con recorridos enol¨®gicos, y desde hace cuatro a?os el festival de jazz barcelon¨¦s ha dado una feliz vuelta de tuerca a esa relaci¨®n. A medias con el bar Monv¨ªnic se han inventado la Monv¨ªnic Experience: un m¨²sico de jazz improvisando sobre el sabor de unos caldos seleccionados por los sumilleres del local que los asistentes van degustando mientras suena la m¨²sica.
La experiencia tambi¨¦n huye del t¨®pico. Nada que ver con las descripciones de Dennis Lehane de lo que es un garito en el que se a¨²nan alcohol y jazz. M¨¢s bien al contrario: dise?o espectacular, agresivas tonalidades doradas, mesas corridas repletas de copas y un contexto cercano a lo que pod¨ªa describirse como una experiencia m¨¢s espiritual que l¨²dico-festiva. En un ¨¢ngulo, sobre una mesa, tambi¨¦n junto sus correspondientes copas, los tres saxos de Ravi Coltrane, el m¨²sico encargado este a?o de mezclar enolog¨ªa con swing contempor¨¢neo. Y se le ve¨ªa feliz a Coltrane, ya hab¨ªa probado los caldos a servir y parec¨ªa disfrutar del momento.
Unas 150 personas asistieron a la experiencia, muchas se quedaron en la lista de espera. 55 euros daban derecho a degustar ocho variedades de vino o cava y vivir las consiguientes interpretaciones de Coltrane en un ambiente casi m¨ªstico solo roto por los aplausos al final de cada una de ellas y ligeras conversaciones en los interludios m¨¢s centradas en los vinos que en la m¨²sica (una apreciaci¨®n que l¨®gicamente no puede generalizarse).
Coltrane paseando entre las mesas ofreci¨® en solitario ocho peque?as y soberbias improvisaciones de unos cuatro minutos de media. Temas duros, sin concesiones a la aparente frivolidad del evento, extrayendo un sonido plet¨®rico y profundo de su saxo tenor, mucho m¨¢s provocativo con el soprano e hiriente con el sopranino. Una m¨²sica que por s¨ª sola ya justificaba la propuesta y que sin duda cada asistente relacionar¨ªa (o no) a su manera con el sabor de la copa que estaba degustando porque ya se sabe que en cosas de jazz y, al parecer, tambi¨¦n de vinos en la disparidad de criterios est¨¢ la ¨²nica verdad.
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