El miedo de mi izquierda
Hay una resistencia al proceso soberanista que cree que hay razones sociales y pol¨ªticas superiores al c¨¢lculo mercantil
Confieso que nunca me hab¨ªa tenido que preocupar de los empresarios. Quiero decir que todo era sencillo y simple como los cuentos de hadas que nunca le¨ª en la infancia (excepto cuando los interpretaba Bruno Bettelheim). Ellos son de derechas y yo de izquierdas: tan simple como eso, un axioma fuera de toda discusi¨®n. Por supuesto, el proceso soberanista tambi¨¦n ha hecho saltar por los aires las cosas obvias o m¨¢s simples, aquello en lo que parec¨ªa que uno asentaba su estructura ideol¨®gica m¨¢s elemental.
En aquellos felices tiempos, el empresariado ten¨ªa como gen esencial y biol¨®gico el objetivo de ganar dinero, explotar las plusval¨ªas del sistema capitalista y menospreciar cualquier forma de cooperaci¨®n ciudadana y social (excepto bajo presi¨®n legal, jur¨ªdica o fiscal). La izquierda estaba encargada de regular de alg¨²n modo ¡ªlegal, jur¨ªdico o fiscal¡ª el beneficio que el empresario era capaz de orde?ar sin tasa o con tasa, con control ecol¨®gico o sin ¨¦l, con mercanc¨ªas deseables o indeseables.
?Sigue en este terreno todo exactamente igual que antes de la crisis? Es decir, ?sigue todo exactamente igual que antes del estallido del proceso soberanista? Yo no estoy ya tan seguro por varias razones vinculadas a la experiencia emp¨ªrica y a algunos detalles de la cr¨®nica pol¨ªtica cotidiana. Me sent¨ª preocupante, inquietante, alarmantemente cerca de muchas de las cosas que defendi¨® Duran i Lleida en el largo programa que 8TV le dedic¨® el viernes pasado y me sent¨ª reconfortado, complacido y hasta exaltado en el tartamudeo congestionado al que Pilar Rahola acab¨® recurriendo: con el tiempo sus ejercicios de savonarola m¨ªstica por la independencia acabar¨¢n conquistando entrada propia en el nuevo testamento de la demagogia patri¨®tica. Pero dejemos a Pilar Rahola, porque mi problema es inequ¨ªvocamente m¨¢s grave. Mi problema es que que en un r¨¢pido chequeo ideol¨®gico-pol¨ªtico, comprob¨¦ que mi proximidad a las posiciones de Duran i Lleida ten¨ªa que proceder o bien de mi flagrante aburguesamiento biol¨®gico-econ¨®mico, lamentable testimonio de la caducidad de las convicciones pol¨ªticas, del paso de la juventud, de la erosi¨®n de la fe, etc¨¦tera, o bien la causa era la proletarizaci¨®n galopante del l¨ªder democristiano.
Me tranquilic¨¦ despu¨¦s de cenar, y de golpe dej¨¦ de sentirme ad¨²ltero ideol¨®gico, d¨¦bil mental o mentecato simple. La explicaci¨®n para mi miedo pod¨ªa ser compartida por una buena parte de la izquierda. Durante a?os se sinti¨® c¨®moda o inc¨®moda votanto al PSC o a ICV, pero los acababa yendo a votar, c¨®moda e inc¨®moda, como parte de la cuota civil de una izquierda escarmentada ya, civilmente educada en la rutina democr¨¢tica. ?bamos a votarlos porque eran la opci¨®n pol¨ªtica e ideol¨®gica menos mala frente al poder del empresariado, es decir, frente al poder; sent¨ªamos que ese voto facultaba a los parlamentos y las estructuras del Estado para limitar, moderar o contrarrestar el af¨¢n de lucro como parte necesaria de la v¨ªscera del empresario.
Y de pronto hemos descubierto en un extra?o juego de manos que buena parte de la izquierda y buena parte del empresariado m¨¢s potente del pa¨ªs se encuentran en una posici¨®n inauditamente compartida. A los dos les parece que el proceso soberanista conduce hacia un futuro inmediato intranquilizador. A los empresarios les parece que perjudica su capacidad de negocio porque la inestabilidad es enemiga del capital. A buena parte de la izquierda, en cambio, nos parece rechazable el proceso soberanista porque incumple y conculca algunos de los principios ideol¨®gicos que justifican sentirse de izquierdas y querer una forma de solidaridad activa y veraz, equitativa pero real, entre m¨¢s ricos y menos ricos, entre m¨¢s pobres y menos pobres. Y esa izquierda sigue creyendo que el marco de evaluaci¨®n de esa solidaridad es un marco pol¨ªtico de negociaci¨®n; es pacto y horas, es humo (o antes era humo de tabaco) y ronda de mesas y debates, privados o p¨²blicos, de empresarios y de sindicatos, de agentes sociales y de analistas pol¨ªticos.
Pero tambi¨¦n cree esa izquierda otra cosa. El marco de an¨¢lisis no puede ser la inmediatez hist¨¦rica de la Catalu?a de hace dos a?os, cuatro a?os, seis a?os. Ni el marco tampoco puede ser la fantas¨ªa anal¨ªtica de que Catalunya iba por libre y no tiene responsabilidades compartidas al menos desde 1909, 1917, 1923, 1932, 1936 ¡ªy, m¨¢s importante, 1939¡ª, 1978, 1980, 2006 (el a?o del nuevo Estatut) y 2010 (la sentencia del Constitucional).
Mi izquierda tiene miedo. Pero no porque es cobarde ni porque tema que seamos m¨¢s pobres con la separaci¨®n de Espa?a. Mi izquierda tiene miedo porque su resistencia al proceso soberanista se apoya en razones ideol¨®gicas que no son exclusivamente mercantiles ni comerciales, no se funda en prospecciones de mercado y sigue creyendo que hay razones sociales y pol¨ªticas superiores al c¨¢lculo mercantil para entender que el proceso induce la gestaci¨®n de una sociedad ¨¦ticamente m¨¢s d¨¦bil y socialmente m¨¢s ego¨ªsta. Aunque estos argumentos despierten la risa tonta del empresariado.
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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