Seamos razonables
Ni la independencia ni la defensa de la unidad de Espa?a son irracionales, pero ambas posiciones son muy poco razonables
No es lo mismo ser racional que ser razonable. Ser racional es proponerse un fin y poner los medios para conseguirlo. El proyecto soberanista es racional: quiere la independencia y entiende que el primer paso para llegar a ella es realizar una consulta. Despu¨¦s habr¨ªa que determinar qu¨¦ tipo de Estado construir y c¨®mo negociarlo, algo que de momento parece preocupar poco a los partidarios de la independencia. No se les puede acusar de irracionales, pero s¨ª de poco razonables.
Nadie ha explicado mejor la diferencia entre racionalidad y razonabilidad que el fil¨®sofo John Rawls quien, en su Teor¨ªa de la justicia, hace del ciudadano razonable la condici¨®n de una sociedad democr¨¢tica y justa. A juicio de Rawls, al ser humano lo definen dos caracter¨ªsticas: es racional y puede ser razonable. Es racional porque es ego¨ªsta: tiene unos intereses particulares que persigue con los medios que tiene al alcance. El problema de una sociedad de individuos meramente racionales es que es invivible y, adem¨¢s, no puede ser justa, pues no existe un inter¨¦s com¨²n beneficioso para todos y, en especial, para los menos aventajados. Una sociedad que pretende progresar en t¨¦rminos de equidad ha de confiar en que las personas est¨¦n dispuestas a cooperar en torno a unos ideales comunes. El individuo racional va a la suya; el individuo razonable escucha las razones de los dem¨¢s, delibera, est¨¢ dispuesto a ceder, con el prop¨®sito de llegar a un entendimiento com¨²n.
La confrontaci¨®n entre los dos nacionalismos, el espa?ol y el catal¨¢n, ilustra los rasgos del comportamiento estrictamente racional: ninguno de los dos atiende a las razones que propiciar¨ªan un encuentro. El marco de principios comunes ha saltado por los aires al enquistarse cada parte en su marco de referencia: la unidad indisoluble de Espa?a, para unos; la independencia, para los otros. Dos objetivos tan divergentes llevan a cada bando a avanzar de espaldas al contrario, porque nadie se sit¨²a en la base com¨²n desde la que es posible razonar conjuntamente. Si la Constituci¨®n es intocable, todo est¨¢ dicho y no hay m¨¢s que hablar. Pero si la ¨²nica salida para Catalu?a es la escisi¨®n, igualmente sobra discutir posibles arreglos constitucionales que faciliten otro tipo de encaje. Ninguna de las partes est¨¢ dispuesta a encontrar razones compartibles porque cada una de ellas cree tener toda la raz¨®n de su parte.
Ni la independencia ni la defensa de la unidad de Espa?a son irracionales, pero ambas posiciones son muy poco razonables
La falta de razonabilidad no afecta solo a la relaci¨®n entre Catalu?a y el resto de Espa?a sino a las relaciones internas entre los catalanes. El independentismo ha crecido extraordinariamente, pero a¨²n son muchos los catalanes no seducidos por la ruptura. La cuesti¨®n es que entre unos y otros no hay di¨¢logo. El independentista ha hecho un acto de fe que rechaza las preguntas inc¨®modas. No quiere dudas. Le basta con la aventura hacia una Catalu?a que le aseguran que ser¨¢ m¨¢s rica i plena. Lo que pueda significar tal Estado de plenitud y riqueza importa poco. Basta afirmarlo. La independencia por s¨ª misma es un proyecto vac¨ªo. S¨ª, seremos m¨¢s ¡°nosotros¡±, recaudaremos nuestro dinero y lo gastaremos a nuestro antojo, podremos darle al catal¨¢n toda la cuerda que el mestizaje con el castellano impide dar. No niego que para algunos sea un objetivo ilusionante, solo pregunto: ?es un proyecto con contenido? Sabemos cu¨¢l tiene que ser el punto de llegada, pero sin los matices que lo har¨¢n real. ?Qu¨¦ sabemos del c¨®mo?
A nadie se le oculta que el c¨®mo y los matices habr¨¢ que negociarlos con el Gobierno espa?ol. Habr¨¢ que discutir en qu¨¦ t¨¦rminos y condiciones se produce la escisi¨®n. Habr¨¢ que concretar qu¨¦ tipo de Estado queremos ser en la ¨¦poca de la globalizaci¨®n, cuando el poder de los Estados nacionales disminuye cada d¨ªa. Si, poni¨¦ndonos en el mejor de los supuestos para las mentes soberanistas, se llegara a proclamar la independencia, ?qu¨¦ pasar¨ªa inmediatamente despu¨¦s? Ser¨ªa bueno que alguien lo explicara, sobre todo cuando se est¨¢ reclamando una consulta.
En el trasfondo del soberanismo hay muchas creencias que habr¨ªa que validar: ?la independencia es vital para la supervivencia de Catalu?a? ?Defenderemos mejor nuestros intereses siendo independientes? ?Cu¨¢les son esos intereses, m¨¢s all¨¢ del de tener el poder para decidirlos? Lo mismo hay que reprocharles a los defensores impenitentes de una Constituci¨®n inamovible. ?No es cierto que el Estado de las autonom¨ªas pide a gritos una revisi¨®n? ?La insatisfacci¨®n de los catalanes ha de dejar indiferentes al resto de espa?oles? ?No hay razones aceptables que la justifican?
En los ¨²ltimos d¨ªas han empezado a o¨ªrse voces que llaman a la moderaci¨®n. No escucharlas no solo nos priva de razonabilidad, sino que puede ocurrir lo que explica con ingenio y gracia Chaves Nogales en el reci¨¦n editado ?Qu¨¦ pasa en Catalunya? Unos y otros, los nacionalistas de ambos lados, tal vez acaben ¡°comi¨¦ndose el sapo¡±, sin saber por qu¨¦ se lo comieron, v¨ªctimas de su propia chuler¨ªa. Habla de 1936, pero lo que dice es imprescindible para entender la realidad de ahora mismo.
Victoria Camps es profesora em¨¦rita de la UAB.
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