Dos prostitutas afirman que el Saratoga recib¨ªa soplos de redadas
Las testigos dicen que, cuando se recib¨ªa el chivatazo de la polic¨ªa, los amos vaciaban el burdel de trabajadoras que carec¨ªan de papeles
Dos prostitutas que hab¨ªan trabajado en el club Saratoga apuntalaron ayer las acusaciones contra una presunta red de corrupci¨®n policial en torno a los macroburdeles de Castelldefels. Las mujeres afirmaron que los responsables del prost¨ªbulo les informaban de posibles redadas policiales antes de que estas se produjeran. Gracias a esa informaci¨®n privilegiada, los amos del local pod¨ªan trasladar a las trabajadoras a otro local, especialmente a aquellas que se encontraban en situaci¨®n irregular en Espa?a, detallaron ayer en el juicio.
Las mujeres, ambas rumanas, declararon a petici¨®n de la defensa de uno de los acusados, el inspector del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa (CNP) Javier Mart¨ªn, alias Jordi, para el que el fiscal pide 44 a?os de c¨¢rcel por participar en el negocio policial de los burdeles: dinero a cambio de chivatazos. En su declaraci¨®n como acusado, Jordi dijo que, en realidad, fingi¨® estar implicado para saber ¡°qu¨¦ jefes cobraban de los prost¨ªbulos¡±.
Una de las prostitutas que dio su testimonio ayer fue la que, presuntamente, puso al inspector tras la pista del entramado corrupto. En septiembre de 2005, cuando la red estaba plenamente operativa, Jordi dirigi¨® una redada en el Saratoga. En una conversaci¨®n privada, la mujer le explic¨® que los responsables del local las hab¨ªan avisado de que iba a ocurrir. La segunda prostituta fue detenida por el inspector porque se hallaba indocumentada mientras trabajaba en una carretera. La mujer le explic¨® que ir¨ªa a trabajar al Saratoga y este le pidi¨®, supuestamente, colaboraci¨®n para identificar a polic¨ªas.
Seg¨²n el relato de las testigos en la Audiencia de Barcelona, el aviso a los jefes del Saratoga ante una inminente irrupci¨®n de la polic¨ªa se produjo en dos ocasiones: 2006 y 2007. Como ellas son rumanas y ten¨ªan papeles, no se marchaban. Otras compa?eras, aclararon, lo hac¨ªan por temor a ser detenidas. Sobre su trabajo en el Saratoga, explicaron que se quedaban el dinero de los clientes, pero admitieron que no viv¨ªan en el club y que las encargadas del local controlaban que no excedieran del tiempo en las habitaciones con sus clientes.
Las prostitutas no pudieron aclarar de d¨®nde ven¨ªan los soplos. S¨ª lo hizo un tercer testigo que tambi¨¦n declar¨® a petici¨®n de la defensa del inspector. Se trata de un inversor que llevaba a sus clientes al Saratoga y al Riviera, el otro macroburdel bajo sospecha. El inversor, hijo de un mando policial, de ah¨ª su relaci¨®n con Jordi, explic¨® que escuch¨® a los amos de los locales dar la alerta ante las redadas y que, m¨¢s de una vez, acertaron: ¨¦l mismo, asegur¨®, fue identificado en una ocasi¨®n.
El inversor puso nombre y apellidos a los dos mandos policiales que, a su juicio, alertaban de las redadas: Abundio Navas y Andr¨¦s Otero. En el juicio, Navas ¡ªsobre el que pesa una petici¨®n de 22 a?os de c¨¢rcel¡ª y Jordi, que fue su subordinado, mantienen posturas enfrentadas. Jordi fue detenido tras reunirse en un hotel con el jefe del Saratoga, a quien le exigi¨® cobrar ¡°la mitad¡± de lo que pagaban a sus jefes. El empresario grab¨® la conversaci¨®n ¡ªconsta en la causa¡ª en la que el inspector amenaza con ¡°fre¨ªrle¡± a redadas si no accede al chantaje.
En el juicio, que comenz¨® hace dos meses, figuran una veintena de acusados entre jefes y agentes del CNP, due?os de locales y abogados. A cambio de la protecci¨®n los polic¨ªas recib¨ªan supyestamente dinero, relojes de lujo, viajes de placer con sus esposas y hasta operaciones quir¨²rgicas.
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