Riqueza desaprovechada

Si hay una obra que no tolera intemperancias ni excesos es, precisamente, el R¨¦quiem de Brahms. En ella, el acercamiento a la muerte se realiza desde la contenci¨®n (que no implica la ausencia de angustia) y la intimidad, alej¨¢ndose de rituales o dramaturgias del terror. Es sombr¨ªo y sosegado en t¨¦rminos generales, y aunque tambi¨¦n incluya episodios luminosos, nunca deber¨ªa resultar grandilocuente.

La denominaci¨®n de ¡°alem¨¢n¡± no hace s¨®lo referencia a la lengua en que se canta, sino, tambi¨¦n, a la libre elecci¨®n de textos que lo diferencian de la tradici¨®n romana en las Misas de R¨¦quiem. Se aproxima as¨ª a las austeras concepciones luteranas, m¨¢xime ¨Cy por eso este R¨¦quiem es genuinamente ¡°alem¨¢n¡±- cuando Bach se hace tan presente: en el segundo movimiento (Denn alles Fleisch, es ist wie Gras) hay un coral tambi¨¦n utilizado por Bach en una de sus Cantatas (la BWV 27). Pero el mejor homenaje deviene del primor y la maestr¨ªa en el tratamiento contrapunt¨ªstico. Reivindica as¨ª Brahms, en pleno Romanticismo del cual no reniega ni se aparta, una severa herencia alemana que condiciona, adem¨¢s de la lengua y el esp¨ªritu, procedimientos puramente musicales.

Por eso no se entiende que Omer Meir Wellber se aproximara a esta partitura con una est¨¦tica m¨¢s bien de bombo y platillo: din¨¢micas exageradamente contrastadas, tejido orquestal (y coral) poco clarificados que imped¨ªan apreciar bien el fugato y las dobles fugas, y descuido al plasmar la riqueza t¨ªmbrica de la orquestaci¨®n. Cierto es que, esta vez, ni el coro, ni la orquesta ni los dos solistas se mostraron en su mejor momento, pero Wellber, primer responsable de la versi¨®n, no pareci¨® comprender que se enfrentaba a una obra donde el fortissimo no se convierte en ret¨®rico, donde resulta imprescindible no dejar que el coro grite, donde la condici¨®n necesaria de ajustar la polifon¨ªa debe acompa?arse, adem¨¢s, de una clarificaci¨®n sonora que permita seguir el trenzado de los hilos, y donde el empaste de las voces entre s¨ª y con la orquesta se traduzca en una unidad interpretativa.

Hubo pocos momentos en que la visi¨®n de la muerte adquiriera ese tono de meditaci¨®n contemplativa y, a la vez, suavemente esperanzada, que pide Brahms: no todo se resuelve con escanciar un pianissimo de vez en cuando. Este R¨¦quiem es muy complejo, a todos los niveles. Quiz¨¢s Wellber (31 a?os) sea todav¨ªa demasiado joven para poder abordarlo, pero lo cierto es que desaprovech¨® la inmensa riqueza de la obra.

El concierto del mi¨¦rcoles fue el primero de los tres con los que el director israel¨ª se despide de Valencia. Esta temporada ha plasmado ya una anomal¨ªa importante: siendo todav¨ªa director musical del Palau de les Arts, no ha dirigido ni va a dirigir ninguna de las ¨®peras programadas. Sin embargo, ha ofrecido y ofrecer¨¢ un total de seis conciertos sinf¨®nicos, entre los que se cuentan el del pasado d¨ªa 20 y los de los d¨ªas 24 y 29.